feliz y enamorada de nuevo. Cuando cayo la noche, cerre todas las cortinas y cocine a la luz de las velas, utilizando todos los ingredientes que encontre en la cocina para preparar un festin. Extendi el mantel blanco en el suelo y dispuse la cuberteria y la vajilla de nuestra boda, puesto que aquella seria la ultima vez que podriamos utilizarlas.
Dimitri no regreso por la noche, pero trate de no alarmarme. Imagine que la lluvia mantendria acorralados a los comunistas como minimo un dia mas, y que Dimitri conocia lo suficiente la calle como para no meterse en lios. «Lo peor ya ha pasado -me susurraba a mi misma como un mantra, hecha un ovillo en el suelo-, lo peor ya ha pasado.»
Cuando Dimitri no aparecio por la manana, intente llamar al consulado, pero las lineas estaban desconectadas. Espere dos horas mas, con un sudor nervioso goteandome bajo los brazos y resbalandome por la espalda. La lluvia amaino, por lo que me puse el abrigo y las botas y corri al consulado. Los vestibulos y las salas de espera estaban repletos de gente. Me dieron un numero y me dijeron que esperara mi turno. Escudrine entre la multitud desesperadamente en busca de Dimitri.
Localice a Dan Richards saliendo de su oficina y le llame. Me reconocio y me hizo un gesto para que me acercara.
– La cosa se ha puesto muy mal, Anya -me dijo, ayudandome a quitarme el abrigo y cerrando la puerta de su oficina a nuestras espaldas-. ?Te apetece tomar un poco de te?
– Estoy buscando a mi marido -le conte, tratando de sofocar el panico que me revolvia las entranas-. Vino aqui ayer para conseguirnos un pasaje en el barco de refugiados, pero aun no ha regresado.
La preocupacion tino el amable rostro de Dan. Me ayudo a sentarme y me dio unas palmaditas en el brazo.
– Por favor, no te preocupes -me dijo-. Aqui todo ha sido caotico. Averiguare lo que ha ocurrido.
Desaparecio en el vestibulo. Me sente, paralizada como una roca, mientras contemplaba sus pertenencias, antiguedades chinas y libros, casi todos empaquetados en cajas.
Dan volvio una hora mas tarde, con el rostro demacrado. Me levante de la silla, aterrorizada por la posibilidad de que Dimitri estuviera muerto. Dan llevaba un papel entre las manos y me lo entrego. Vi la fotografia de Dimitri. Aquellos ojos a los que tanto amaba.
– Anya, ?este es tu marido? ?Dimitri Lubenski?
Asenti, con el miedo retumbandome en los oidos.
– ?Dios santo, Anya! -exclamo, desplomandose en su silla y mesandose el despeinado cabello con una mano.
– Dimitri Lubenski desposo a Amelia Millman ayer por la noche, y se han marchado a Estados Unidos esta manana.
Me detuve frente al Moscu-Shanghai, contemplando sus puertas y ventanas tapiadas. La lluvia se habia detenido. Los tiroteos sonaban cercanos. Mire fijamente el portico, la escalinata de piedra, los blancos leones que guardaban la entrada. ?Estaba tratando de olvidarlo todo? Serguei, Dimitri y yo bailando al son de la banda cubana, la boda, el funeral, los ultimos dias… Una familia paso a toda prisa por la calle junto a mi. La madre chisto a sus llorosos hijos como una gallina a sus polluelos. El padre iba inclinado, tirando de un carro lleno de baules y maletas que, por lo que yo sabia, le confiscarian antes de que llegara al puerto.
Dan me habia dado una hora para volver al consulado. Desde alli, me habia conseguido un pasaje en un barco de Naciones Unidas que se dirigia a Filipinas. Iba a convertirme en refugiada, pero seria solo yo. Las perlas y piedras preciosas cosidas a la punta de mis medias me aranaban los pies. Todo el resto de mis joyas seria saqueado cuando las hordas asaltaran la casa. Todo lo demas excepto mi anillo de boda. Levante la mano y contemple las tiras que lo formaban a la brillante luz del sol. Subi la escalinata hacia el feroz leon de marmol mas cercano a la puerta y le coloque el anillo sobre la lengua. Era mi ofrenda para Mao Zedong.
SEGUNDA PARTE
8
El barco que nos saco de Shanghai chirriaba y se escoraba hacia un lado. Surcaba las aguas a toda maquina y expulsaba nubes de vapor por sus chimeneas. Observe como la ciudad se iba alejando, mientras las olas me salpicaban los pies. Los edificios del Bund estaban desprovistos de luces y actividad, como si asistieran afligidos al funeral de algun pariente cercano. Las calles estaban inmoviles, a la espera de lo que ocurriria a continuacion. Cuando llegamos a la desembocadura del rio, los refugiados a bordo lloraron y rieron. Uno ondeo la bandera real blanca, azul y roja. Estabamos a salvo. A otros barcos de rescate les habian disparado o abordado antes de llegar a ese punto. Los pasajeros saltaban de una barandilla a otra, abrazandose y sintiendo optimismo por el alivio. Solo yo parecia estar hundiendome, lastrada por una perdida que me aprisionaba como un ancla. Era como si me arrastrara hacia el interior del rio y las turbias aguas se precipitaran sobre mi cabeza.
La segunda traicion de Dimitri me habia provocado una anoranza incontenible por mi madre, mas fuerte de lo que la habia experimentado en todos esos anos en los que habiamos estado separadas. Mi recuerdo la evocaba desde el pasado. Veia su rostro reflejado en el cielo nublado y en la blanca estela que se extendia como una sabana entre mi pais natal y yo. La imagen de mi madre era la unica cosa que me proporcionaba consuelo. Solo ella podria ayudarme a ponerle nombre a la desgracia que me atormentaba.
Me estaba exiliando, abandonada por el amor por segunda vez.
No identifique a ninguna de las personas con las que compartia el barco, aunque algunas de ellas parecian conocerse entre si. Todos los rusos con los que tenia trato se habian escapado de China por otros medios. Sin embargo, alli habia algunas familias adineradas mezcladas con otras de clase media, tenderos, cantantes de opera, carteristas, poetas y prostitutas. Nosotros, los privilegiados, eramos los mas ridiculos. La primera noche, aparecimos en el comedor ataviados con pieles y vestidos de noche. Sumergimos las retorcidas cucharas de laton en desconchados cuencos de sopa, ignorando el hecho de que fueran tazas de metal y servilletas deshilachadas lo que componia nuestra vajilla. Estabamos tan perdidos en la ilusion de lo que habiamos sido en el pasado que, por lo que a nosotros se referia, podriamos estar cenando en el mismisimo Imperial. Tras la comida, nos entregaron la lista de quien se encargaria de la limpieza durante los siguientes veinte dias de travesia. La mujer que estaba junto a mi la cogio entre sus manos llenas de anillos de diamantes y despues bizqueo, mientras contemplaba el trozo de papel llena de asombro.
– No lo entiendo -comento, mirando a su alrededor para encontrar al responsable-. Seguro que esto no se refiere a mi, ?verdad?
Al dia siguiente, uno de los ordenanzas del barco me entrego un sencillo vestido azul de una pila de ropa que empujaba de aqui para alla en un carrito. La prenda era demasiado grande para mi y estaba desgastada en la cintura y en las mangas. El forro color crema estaba lleno de manchas y olia a rancio. Me lo puse bajo la luz chillona del cuarto de bano y me contemple en el espejo.
«?Era esto lo que tanto temias, Dimitri? ?Que tendrias que ponerte la ropa de otros?»
Me agarre al borde del lavabo. La habitacion comenzo a darme vueltas. ?Tanto anhelaba Dimitri un club llamado Moscu-L.A. que habia estado dispuesto a sacrificarme? No habia percibido la traicion en sus ojos la manana que se marcho al consulado, por lo que no tenia razones para pensar que no volveria a buscarme. Entonces, ?que paso despues de aquello?, ?como lo habia interceptado Amelia? Cerre los ojos e imagine sus rojos labios conjurando hechizos persuasivos: «Te sera tan facil empezar de nuevo… El gobierno comunista ha destruido miles de documentos antes de huir. Probablemente, no hay nada formal que demuestre que estas casado. Nada que en Estados Unidos puedan saber, en cualquier caso». Me imagine a Dimitri diciendo en voz alta «si, quiero» en su apresurada boda. Me preguntaba si se habria acobardado en el momento en el que me clavo un punal en el corazon.
Lo que me estaba haciendo enloquecer era el pensamiento de cuanto le habia querido yo a el, y de lo poco que me habia querido el a mi. El amor de Dimitri era como Shanghai. Solo habia existido en la superficie de las