La oficina era un cobertizo de metal semicilindrico con un lateral abierto, dos escritorios y un armario archivador. Mi silla chirriaba ruidosamente en el suelo de cemento cada vez que me movia, y tuve que clavar una chincheta en la parte superior de mis papeles para que no se volaran por la brisa marina. Trabajaba cinco horas al dia y me pagaban un dolar estadounidense y una lata de fruta a la semana. Era una de las pocas personas remuneradas por su trabajo, ya que se esperaba que la mayoria de los refugiados trabajara gratis.

Una tarde, una fastidiosa mosca estaba molestando al capitan Connor. El trataba de aplastarla, pero el insecto siempre se zafaba en el ultimo momento. Se poso en el informe que yo acababa de mecanografiar, y el capitan Connor, exasperado, la aplasto con el puno para luego dirigirme una mirada culpable.

– ?Debo mecanografiar esa pagina de nuevo? -le pregunte.

Ese tipo de incidentes eran muy normales en nuestra oficina, pero volver a mecanografiar toda una pagina perfectamente, cuando yo nunca habia utilizado una maquina de escribir antes de llegar a la isla, suponia una laboriosa tarea.

– No, no -contesto el capitan Connor, levantando el papel y dandole un papirotazo a los restos de la mosca-. Ya estas a punto de acabar tu turno, y ese bicho se habia posado justo al final de un parrafo. Parece un signo de exclamacion.

Encaje la funda de pano sobre las teclas y guarde la maquina en su caja especial. Estaba cogiendo mi bolso para marcharme cuando aparecio Irina.

– Anya, ?adivina! -exclamo-. Voy a cantar canciones de cabaret en el escenario principal este fin de semana. ?Vendras a verme?

– ?Por supuesto que ire! -respondi-. ?Que emocionante!

– La abuela tambien esta emocionada. No se siente suficientemente bien como para tocar el piano, por lo que me preguntaba si tu podrias llevarla y hacerle compania.

– Claro que si -le dije-. Y me pondre mi mejor vestido de noche para la ocasion.

Los ojos de Irina centellearon.

– ?A la abuela tambien le encanta arreglarse! Lleva toda la semana devanandose los sesos para recordar algo sobre tu madre. Piensa que ha encontrado a alguien en la isla que te puede ayudar.

Tuve que morderme los labios para evitar que temblaran. Habian pasado cuatro anos desde que vi por ultima vez a mi madre. Yo era una nina cuando nos separamos. Despues de todo lo que me habia ocurrido, su recuerdo parecia haberse convertido en una especie de sueno. Si pudiera hablar con alguien sobre ella, sabia que volveria a ser una realidad.

La noche del concierto de Irina, Ruselina y yo fuimos hasta la plaza principal, abriendonos camino entre los arbustos de helechos. Nos recogimos el borde de nuestros vestidos con cuidado para que no se engancharan en la densa hierba. Yo lucia un vestido de noche de color rubi y el chal de color ciruela que los Mijailov me habian regalado por Navidad. Ruselina llevaba sus blancos cabellos recogidos en un mono a la altura de la coronilla. Aquel peinado casaba muy bien con su vestido estilo imperio. Parecia un miembro de la corte del zar. Aunque se sentia fragil y se apoyaba con fuerza en mi brazo, sus mejillas estaban sonrosadas y le brillaban los ojos.

– He estado hablando con gente de Harbin sobre tu madre -me conto-. Una vieja amiga mia, que es de alli, piensa que conocia a una Alina Pavlovna Kozlova. Es muy anciana y la memoria le va y le viene, pero puedo presentartela.

Pasamos por delante de un arbol lleno de murcielagos frugivoros que colgaban de las ramas como si ellos mismos fueran fruta. Los murcielagos se echaron a volar cuando nos oyeron, transformandose en angeles negros planeando por el cielo color zafiro. Nos detuvimos para contemplar su silencioso vuelo.

Me habian emocionado las noticias de Ruselina. Aunque comprendi que la mujer de Harbin probablemente no podria arrojar mas luz sobre el destino de mi madre, encontrar a alguien que la conociera, alguien con quien pudiera hablar de ella, era lo mas inmediato que podia hacer para sentirla mas cerca de mi.

Ivan se encontro con nosotros en el exterior de su cobertizo. Cuando vio nuestro atuendo, se precipito al interior y volvio con una banqueta en una mano, una caja de madera en la otra y un par de cojines debajo de cada brazo.

– No puedo permitir que mujeres tan elegantes se sienten en el suelo -explico.

Llegamos a la plaza principal, donde encontramos a los acomodadores acompanando a la gente a las zonas en las que se podian sentar. Parecia como si todo el campamento se hubiera transformado para el concierto. Ruselina, Ivan y yo nos sentamos en una zona privilegiada, cerca del escenario. Vi que los medicos y las enfermeras traian a gente en camillas. Pocas semanas antes de que yo llegara a la isla, habia habido una epidemia de fiebre de dengue y los voluntarios llevaban a los pacientes desde las tiendas donde estaban pasando su convalecencia hasta una zona especial marcada con un cartel que indicaba «Hospital».

El espectaculo comenzo con una variedad de actuaciones que incluia lecturas de poesia, pequenas obras satiricas, un miniballet e, incluso, un acrobata. Cuando la luz de la tarde se desvanecio en la oscuridad y se encendieron los focos, aparecio Irina en el escenario con un traje de sevillanas rojo. El publico se levanto y aplaudio. Una nina con trenzas se encaramo a la banqueta del piano para acompanarla. La pequena espero hasta que el publico se calmara antes de colocar las manos sobre el teclado. No podia tener mas de nueve anos, pero sus dedos eran magicos. Invoco una triste melodia que penetro en la noche. La voz de Irina se fundio con la musica. El publico estaba hipnotizado. Incluso los ninos se portaron bien y se quedaron calladitos. Parecia como si todos estuvieramos conteniendo la respiracion, por miedo a no perdernos ni una sola nota. Irina cantaba sobre una mujer que habia perdido a su amante en la guerra, pero que, aun asi, se sentia feliz cuando lo recordaba. Aquellas palabras me hicieron llorar.

Me dijeron que jamas volverias, pero no les crei.

Un tren tras otro volvia, sin ti y, al final, era yo la que tenia razon.

Siempre que te vea en mi corazon, estaras conmigo.

Recorde a una amiga de mi madre en Harbin que era cantante de opera, de la que solo sabia el nombre, Katya. Su voz podia hacerte sentir como si el corazon te fuera a estallar. Ella contaba que era asi porque, cuando interpretaba canciones tristes, siempre pensaba en un novio que habia perdido en la Revolucion. Contemple a Irina, cantando en el escenario, y su vestido que le brillaba contra la piel dorada. ?En que estaria pensando? ?En una madre y un padre que nunca mas la abrazarian? Era huerfana. Igual que yo. De alguna manera, yo tambien lo era.

Despues, Irina canto canciones de cabaret en frances y en ruso, mientras el publico marcaba el ritmo dando palmas. Pero la que mas me conmovio fue la primera.

– Que cosa tan maravillosa es -comente casi para mis adentros- proporcionarle esperanza a otra gente.

– La encontraras -me dijo Ruselina.

Me volvi para mirarla, sin estar segura de a que se referia con aquellas palabras.

– Encontraras a tu madre, Anya -me dijo, apretandome el brazo con los dedos-. Ya veras como la encontraras.

9

EL TIFON

Una semana mas tarde, Ruselina y yo nos dirigiamos por el camino arenoso hacia la tienda de su amiga en el distrito noveno. Tras el concierto de Irina, la salud de Ruselina se habia deteriorado y, por eso, andabamos despacio. Utilizaba mi brazo como apoyo y se ayudaba con un baston que le habia comprado a un vendedor en la playa por un dolar. El esfuerzo excesivo le aceleraba la respiracion y la hacia doblarse y resollar. Y aun asi, a pesar de su debilidad, aquella tarde sentia que era yo la que me estaba apoyando en ella, y no al reves.

– Cuentame algo sobre tu amiga -le pedi-. ?Como conocio a mi madre?

Ruselina se detuvo y utilizo el dorso de su manga para secarse el sudor de la frente.

– Se llama Raisa Eduardovna -me contesto-. Tiene noventa y cinco anos, residio en Harbin durante la mayor parte de su matrimonio, hasta que su hijo y su nuera la trajeron a Tubabao. Creo que se encontro con tu madre

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