– ?Donde vais a ir vosotras? -pregunto Ruselina. La fragilidad de su voz me dio un pinchazo en el corazon.

– La gente joven tiene que correr hacia la parte superior de la isla -le dijo Irina, tratando de sonar animada-. Asi que tendra que imaginarnos a Anya y a mi haciendo eso.

Ruselina extendio la mano y cogio la de Irina, entrelazandola con la mia.

– No os separeis. Sois lo unico que tengo.

Irina y yo besamos a Ruselina y nos apresuramos a internarnos en la lluvia para unirnos a la fila de gente que recogia cuerdas y linternas y emprendia la subida del camino de la montana. Ivan se movio con dificultad entre la multitud para alcanzarnos.

– En realidad, he reservado un lugar especial para vosotras dos -nos dijo. Dejamos las cuerdas, pero conservamos una linterna y le seguimos hacia un pequeno cobertizo de metal semicilindrico en un claro detras del hospital.

El cobertizo tenia tres ventanas con rejas, y su interior estaba oscuro. Ivan revolvio en su bolsillo y saco una llave. Me atrajo hacia el y puso la llave en mi mano.

– No, no podemos -le dije-. Este es un edificio solido. Deberias reservarlo para los enfermos o los ninos.

Ivan enarco las cejas y se echo a reir.

– Oh, asi que te crees que os estoy concediendo un privilegio especial, ?verdad, Anya? -me dijo-. Estoy seguro de que vosotras dos recibis muchos favores gracias a vuestra belleza, pero ahora os estoy poniendo a trabajar.

Ivan me indico por senas que abriera el cobertizo. Introduje la llave en la cerradura y abri la puerta, pero no pude ver nada mas que oscuridad en el interior.

– Ya no me quedan mas voluntarios para cuidar de ellos -nos dijo-. Todas las enfermeras estan ocupadas en otras cosas. Pero no os preocupeis, son inofensivos.

– ?Quienes son «ellos»? -pregunto Irina.

– Ah, querida Irina mia -le contesto Ivan-. Tu voz se ha ganado mi corazon. Pero necesitaras ganarte mi respeto tambien si quieres que te admire de verdad.

Ivan se echo a reir otra vez y salto de nuevo a la lluvia, sorteando las ramas caidas y los escombros con la agilidad de un ciervo. Le contemple mientras se metia en el bosquecillo y desaparecia de mi vista. Se oyo un crujido en el cielo, y una palmera se estrello contra el suelo, salpicando nuestros vestidos de barro y casi cayendonos encima, a falta de treinta centimetros escasos. Irina y yo entramos a gatas en el cobertizo y nos esforzamos por cerrar la puerta a nuestras espaldas.

El aire del interior apestaba a ropa de cama cuarteada por el sol y a desinfectante. Di un paso adelante y choque contra algo duro. Recorri el borde con la mano. Era una mesa.

– Creo que es un almacen -dije, mientras me frotaba la magulladura del muslo. Algo se deslizo junto a nosotras. Un pelaje me rozo los pies-. ?Ratas! -grite.

Irina encendio la linterna y nos encontramos cara a cara con un gatito sorprendido. Era blanco con ojos rosaceos.

– ?Hola, gato! -saludo Irina, poniendose en cuclillas y alargando la mano. El gatito corrio hacia Irina y restrego la mejilla contra sus rodillas. El pelaje del gato era brillante, no polvoriento, como el de la mayoria de los animales de la isla. Pegue un salto al mismo tiempo que Irina, porque ambas vimos lo mismo: un par de pies humanos iluminados por el circulo de luz de la linterna. Estaban apoyados en una sabana, con los dedos mirando hacia arriba. Mi primer pensamiento fue que estabamos en un deposito de cadaveres, pero me di cuenta de que hacia demasiado calor para eso. Irina rastreo con el haz de la linterna y fue iluminando desde unos pantalones de pijama a rayas hasta el rostro de un joven. Estaba dormido, con los ojos firmemente cerrados y un hilillo de saliva cayendole por la barbilla. Me acerque a el y le toque el hombro. El chico no se movio, pero su piel aun estaba caliente.

Le susurre a Irina:

– Debe de estar sedado, porque si no, no puedo entender como ha conseguido seguir durmiendo con toda la conmocion del exterior.

Irina enrosco sus dedos alrededor de mi muneca, haciendome crujir los huesos, y movio rapidamente la linterna por todo el resto de la habitacion. Habia una mesa de madera con un monton de novelas de pasta blanda cuidadosamente apiladas sobre ella y un armario de metal cerca de la puerta. Nos dimos la vuelta y ambas pegamos un salto cuando vimos a una anciana mirandonos con ojos entornados desde la otra esquina de la habitacion. Irina aparto el haz de luz de la linterna de los ojos de la mujer.

– Lo siento -le dijo Irina a la anciana-. No sabiamos que hubiera nadie mas aqui.

Sin embargo, en el mismo instante en que el rayo de luz ilumino el rostro de la anciana, la reconoci. Estaba mejor alimentada y mas limpia que la ultima vez que la habia visto, pero no habia duda. Lo unico que le faltaba era su tiara y su semblante preocupado.

– Dusha-dushi -dijo la anciana.

De pronto, una voz de hombre surgio desde una de las esquinas en sombra.

– Me llamo Joe -dijo-. Joe, como Poe, como Poe, como Poe, como Poe. Aunque mi madre me llamaba Igor. Es Joe como Poe.

Irina me presiono la muneca, haciendome dano.

– ?Que es esto? -pregunto.

Pero yo estaba demasiado ocupada tratando de creerme lo que Ivan nos habia hecho como para contestar a su pregunta. Estabamos a cargo de los enfermos mentales.

Para cuando la cabeza de la tormenta sacudio la isla, el cobertizo traqueteaba y se removia como una motocicleta por una carretera llena de baches. Una piedra atraveso una de las ventanas formando una grieta zigzagueante en el cristal. Mire en el armario en busca de cinta adhesiva para sellarla. Logre pegar un poco antes de que la rotura siguiera creciendo y alcanzara el marco. No podiamos oir nada del exterior a causa del aullido del viento. Solo una vez el joven se desperto, mirandonos con ojos vidriosos.

– ???Que es esooooo??? -pregunto.

Pero antes de que pudieramos responderle, se puso boca abajo y volvio a caer en un profundo aletargamiento. El gatito salto sobre su cama y, tras una pequena deliberacion sobre el lugar mas comodo en el que aposentarse, se hizo un ovillo en un hueco entre las rodillas del joven.

– ?Deben de estar sordos! -exclamo Irina.

La anciana se deslizo fuera de la cama y dio varias vueltas al cobertizo ejecutando una especie de ballet silencioso. Queriamos ahorrar luz de la linterna, de modo que Irina la apago, pero tan pronto como lo hizo, la mujer comenzo a sisear como una serpiente y a sacudir el picaporte de la puerta. Irina volvio a encender la linterna y mantuvo el haz enfocado hacia la mujer, que bailaba bajo la luz igual que una muchacha de dieciseis anos. «Joe» detuvo su monotona presentacion para aplaudir el espectaculo y despues anuncio que queria ir al bano. Irina miro debajo de las camas en busca de un orinal y cuando encontro uno, se lo entrego. Pero el nego con la cabeza e insistio en que le dejaramos salir. Le hice ponerse de pie en la puerta y agarre la chaqueta de su pijama mientras orinaba contra la pared exterior del cobertizo. Me aterrorizaba la idea de que fuera a escaparse o a salir volando en medio de la tormenta. Cuando se hubo aliviado, miro al cielo y se resistio a volver a entrar. Irina tuvo que mantener la luz de la linterna sobre la anciana mientras me ayudaba a arrastrar a Joe de vuelta al interior del cobertizo. Su pijama estaba totalmente empapado y no teniamos nada con que cambiarlo. Luchamos con el para quitarle las ropas mojadas y lo envolvimos en una sabana. Pero, una vez que estuvo seco, se quito la sabana e insistio en quedarse desnudo.

– Me llamo Joe, como Poe, como Poe, como Poe -murmuraba, desfilando arriba y abajo a lo largo del cobertizo con sus huesudas piernas al aire, tan desnudo como cuando vino al mundo.

– Tu y yo nunca seremos buenas enfermeras -sentencio Irina.

– Y encima, estan sedados. Eso hace que seamos incluso mas negadas -le respondi.

Irina y yo nos echamos a reir. Fue el unico momento de alegria que conoceriamos durante toda la noche.

El aullido del exterior paso a ser un rugido frenetico. En una rafaga, el aire propulso un arbol arrancado contra el cobertizo. Se clavo en la pared, abollando el metal hacia dentro. Las puertas del armario se abrieron, y las bandejas y las tazas se estrellaron contra el suelo. La anciana dejo de bailar, espantada como un nino al que

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