han sorprendido fuera de la cama despues de la hora de acostarse. Se encaramo a su lecho, cubriendose la cabeza con las mantas.

El viento golpeaba el arbol contra el cobertizo. Surgieron pequenas fisuras por todas partes, y las hojas comenzaron a asomarse entre los huecos. Irina y yo tiramos los libros que habia encima de la mesa, la volcamos sobre un costado y pegamos el tablero a la pared, como refuerzo.

– Esto no me gusta nada -dijo Irina, apagando la linterna-. Estoy oyendo como se acercan las olas.

– No, no es posible -le conteste-. Tiene que ser otra cosa.

– No -replico Irina-. Es el oceano. Escucha.

– ???Es Joe, como Poe, ya lo sabeis!!! -grito Joe.

– ?Shhhhh! -le reni.

Joe se sorbio las lagrimas, se metio debajo de su cama y siguio murmurando en voz baja.

Las gotas de lluvia golpeaban los laterales del cobertizo y sonaban como si fueran balas. Los tornillos que mantenian unidas las paredes al suelo de cemento gimieron bajo la presion del viento. Irina me cogio de la mano. Le aprete la suya, recordando lo que Ruselina habia dicho sobre que no debiamos separarnos. La anciana se echo a mis brazos y me agarro tan fuerte que me impedia cualquier movimiento. El joven y su gato dormian tranquilamente. Joe se arrincono aun mas en las sombras. No podia oirle.

De repente, la puerta dejo de repiquetear y todo se quedo en silencio. Las paredes se volvieron a colocar en su posicion. Las lonas y los arboles dejaron de agitarse. Pense que me habia quedado sorda. Tarde un momento en darme cuenta de que el viento se habia calmado en el exterior. Irina levanto la cabeza y encendio la linterna. Joe salio de debajo de la cama. Podia oir voces en las colinas, gemidos y vitores. La gente se estaba llamando mutuamente desde donde estaba en la jungla. Un hombre le gritaba a su esposa:

– ?Valentina! ?Te quiero! ?Despues de todos estos anos, sigo queriendote!

No obstante, nadie se movio. Incluso aquella calma tenia algo de maligno.

– Voy a ir a ver que tal esta la abuela -dijo Irina.

– ?No salgas! -Habia perdido toda la sensibilidad en las piernas. No habria podido ponerme de pie aunque lo hubiera intentado-. Todavia no ha terminado. Es solo el ojo.

Irina me miro frunciendo el ceno. Aparto la mano bruscamente del picaporte de la puerta, con la boca abierta mostrando una expresion de horror. El mango estaba vibrando. Lo observamos fijamente. En la distancia, el oceano emitio un rugido. Se elevo el panico de las voces en la jungla. El viento se levanto de nuevo, gimiendo a traves de los arboles desvencijados. En poco tiempo, cambio y comenzo a chirriar como un demonio, moviendose en direccion contraria y recogiendo todos los escombros producidos por la cabeza de la tormenta. Unas ramas se estrellaron contra el cobertizo. Irina sacudio al joven dormido para despertarlo y lo arrastro bajo la cama. Coloco firmemente al gato en el hueco del brazo de el. Juntas, pusimos de pie la mesa y empujamos a Joe y a la anciana debajo. Nosotras tambien nos metimos alli.

– Soy Joe, como Poe. Como Poe. Como Poe -me gimoteo Joe al oido.

Irina y yo presionamos nuestros rostros el uno contra el otro. Nos envolvio una peste fetida. Joe se habia hecho de vientre.

Algo se estrello contra el techo. Trozos de metal cayeron a nuestro alrededor. La lluvia comenzo a entrar en el cobertizo. Al principio solo eran unas gotas, que luego se convirtieron en una autentica cascada. El viento producia un ruido sordo contra las paredes. Exhale un grito cuando vi como el lateral del cobertizo se levantaba, manteniendose unido al resto de la estructura solamente por los tornillos del otro lado. El metal chirrio y el cobertizo se abrio como una caja de zapatos. Miramos boquiabiertas el enfurecido cielo. Los libros revolotearon a nuestro alrededor antes de caer en todas las direcciones. Nos agarramos a las patas de la mesa, pero esta comenzo a avanzar lentamente por el suelo. Joe se zafo de mi mano y se puso en pie, mirando hacia arriba.

– ?Agachate! -le grito Irina.

Pero era demasiado tarde. Una rama arrastrada por el viento le golpeo en la parte posterior de la cabeza. El golpe le hizo caer. El viento lo arrastro por el suelo de cemento como si fuera una hoja. Irina logro cogerle, haciendo un movimiento de cizalla con las piernas, antes de que saliera volando entre las enormes mandibulas de metal y el suelo. Si en ese momento la pared volvia a caer, Joe acabaria cortado por la mitad. Pero estaba mojado y se deslizo entre las piernas de Irina. Trate de agarrarle la mano, pero la anciana me retenia y no logre alcanzarsela. Lo que si pude cogerle fue el pelo. Joe comenzo a gritar, porque mis dedos le desgarraban el cuero cabelludo.

– ?Sueltalo! -grito Irina-. ?Te arrastrara con el!

Logre deslizarle una mano bajo el brazo y lo aferre por el hombro, pero, en aquella posicion, mi cabeza quedaba al descubierto. Las hojas y las ramas se me clavaban en el rostro, hiriendome la piel como nubes de insectos. Cerre los ojos, preguntandome que objeto acabaria conmigo. Que escombro terminaria con mi vida…

– ?Me llamo Joeeeeeee! -gritaba el enfermo. Se desprendio de mi y salio despedido contra el armario. El mueble se vino abajo, pero cayo encima la cama bajo la que se guarecia el joven del gato. El armario se habia quedado a apenas unos centimetros de la cabeza de Joe. El estaba atrapado, pero, mientras la cama no se moviera, estaria a salvo.

– ?No te muevas! -le grite. Mi voz se ahogo en un chirrido ensordecedor. Contemple como la pared se desprendia definitivamente de sus ultimos puntos de union. Me dio la sensacion de que giro durante una eternidad, una siniestra sombra flotando en el cielo. Me preguntaba adonde iria a parar. A quien mataria.

– ?Dios, ayudanos! -grito Irina.

Entonces, sin previo aviso, el viento paro. La pared del cobertizo cayo y se ensarto en un arbol cercano, enganchandose entre sus ramas. Aquel arbol habia dado su vida por nosotros. Podia oir el oceano agitarse y rugir, mientras atraia la tormenta de nuevo a su seno.

Algo calido me goteo por el brazo. Me lo frote. Era pegajoso. Sangre. Pense que debia de ser de Irina, porque yo no sentia nada. Encendi la linterna y tantee con los dedos en busca de su cabeza, pero no encontre ninguna herida. Y aun asi, la sangre seguia goteando. Me volvi hacia la anciana. Me dio un vuelco el estomago. Se habia mordido el labio inferior. Me rompi las enaguas, doble la tela para formar una bola y la presione contra su boca, para detener la perdida de sangre.

Irina se apreto el rostro contra las rodillas, tratando de no llorar. Yo parpadee para apartarme el agua de los ojos y examine los danos. Joe estaba tumbado en el suelo como un pez varado en la playa. Tenia rasgunos en la frente y en los codos, pero, por lo demas, parecia ileso. El joven estaba despierto, pero inmovil. Su gato estaba empapado, con el lomo arqueado, siseando en una esquina.

– Me llamo Joe como Poe, como Poe -murmuro Joe.

Durante la siguiente media hora, nadie mas pronuncio ni una sola palabra.

10

PAISES DE ACOGIDA

La tormenta transformo la isla en un cenagal estancado. Con las primeras luces, emergimos de los escombros y nos reunimos en la plaza. Pareciamos diminutos en medio de los arboles partidos y oscilantes. Las raices cubiertas de barro sobresalian de hondos y enormes agujeros en la tierra. La gente bajaba tambaleandose por el camino de la montana, con las ropas rasgadas y humedas y el pelo endurecido por la arena. Busque a Ivan, conteniendo la respiracion hasta que lo vi al final de la comitiva, con rollos de cuerda colgados de los hombros como si fueran serpientes muertas.

El hospital todavia estaba en pie y habia una multitud pululando alrededor. Ruselina se habia colocado en la entrada y dirigia a la gente hacia diferentes grupos con su baston. Habia cientos de personas, todos despeinados, cojeando o sangrando. Los medicos y las enfermeras, que tambien tenian un aspecto desalinado y cansado, administraban lo que podian de los exiguos suministros. Un joven medico sentado en una caja frente a la mujer del Dusha-dushi le cosia el labio. El procedimiento tenia que provocarle un dolor insoportable sin una fuerte anestesia, pero la mujer estaba sentada muy quieta, y sus manos temblorosas agarradas a la barbilla eran lo unico que delataba la agonia que estaba sufriendo.

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