embarazosas para ambos. Tambien me avergonzaba haberles mentido sobre la historia de la institutriz en Shanghai, aunque no estaba segura de si sabian la verdad. Desde la noche en la que Ivan se declaro, nos habiamos estado evitando, pero aun asi, no podia dejar de despedirme de el.

Le encontramos de pie, fuera del cobertizo, mirandolo como un hombre que tuviera que sacrificar a su caballo favorito. Me dio un vuelco el corazon por el. Habia hecho tanto por lo que sentirse orgulloso en aquella isla que marcharse debia de resultarle muy dificil.

– ?Australia sera como un Tubabao en grande! -exclame.

Ivan se volvio hacia mi con una expresion desconocida y distante en los ojos. Me estremeci, pero no deje que me hiriera. Durante toda mi vida, la gente importante habia ido y venido, y estaba aprendiendo a no aferrarme a nadie. Me dije para mis adentros que Ivan seria una despedida mas y que deberia ir acostumbrandome a ello.

– No puedo creerme que ya lo hayas empaquetado todo -comento Irina.

El rostro cariacontecido de Ivan dibujo su sonrisa habitual, y el levanto una caja para que la vieramos.

– He empaquetado aqui todo lo que necesito -dijo, con una amplia sonrisa-. Os desafio a que hagais lo mismo vosotras.

– Siempre encontraras lo que te haga falta -le dije, recordando sus cacerias en busca de materiales-. No tendras ningun problema en tu nuevo hogar.

El dia estaba soleado, pero un viento picado batia el oceano formando sacudidas de espuma blanca. La brisa absorbia el resto de sonidos. En la distancia, unicamente podiamos escuchar los gritos de los marineros intercambiandose instrucciones mientras se preparaban para cargar el barco. Para cuando llegamos al malecon, ya estaba atestado de gente y de equipaje. Todo el mundo estaba animado. Hablaban a gritos y, aunque asentian con entusiasmo a lo que los otros decian, en realidad, nadie estaba escuchando nada. La atencion de todo el mundo estaba centrada, de un modo u otro, en el barco que flotaba en mitad del oceano, el buque que les llevaria a un nuevo pais y a una nueva vida.

– ?Como podremos escribirte? -le pregunto Irina a Ivan-. Hemos compartido una amistad tan buena que no deberiamos perder el contacto.

– ?Eso es cierto! -dije yo, cogiendo el lapiz que Ivan se habia colocado detras de la oreja. Escribi la direccion de Dan Richards en la caja de Ivan. Cuando me levante y le devolvi el lapiz, vi lagrimas en los ojos de Ivan y me di la vuelta rapidamente.

Me odiaba a mi misma. Ivan era un buen hombre y yo le habia hecho dano. Desee que se hubiera enamorado de Irina. Ella tenia un corazon mas puro que el mio. Las sombras del pasado no la atormentaban como me ocurria a mi.

Los marineros tardaron mas de tres horas en subir a bordo a la gente y sus equipajes. Ivan espero hasta la ultima barcaza. Cuando se monto en ella, se dio la vuelta para decirnos adios con la mano. Yo di unos pasos hacia delante, queriendo decir algo, sin saber muy bien el que. Quizas, si hubiera sido capaz de tragar la petrea obstruccion que me atenazaba la garganta, podria haberle dicho a Ivan que el no tenia la culpa de nada, que yo estaba sufriendo tanto que no era buena para nadie. Como minimo, me hubiera gustado agradecerle todo lo que habia hecho por mi, ya que no volveria a verle nunca mas. Pero lo unico que pude hacer fue sonreirle estupidamente y saludarle yo tambien con la mano.

– Le echaremos de menos -comento Irina, pasandome un brazo por la cintura.

– Yo me paso todo el tiempo pensando en Estados Unidos -le dije-. En lo diferentes que seran nuestras vidas. Me da miedo pensar que podriamos llegar a ser increiblemente felices.

Ruselina nos estaba esperando en los escalones de la entrada del hospital.

– ?Que esta haciendo usted aqui fuera? -le pregunto Irina-. Hace demasiado calor. Deberia estar dentro.

El rostro de Ruselina presentaba un aspecto espantoso. Tenia manchas oscuras bajo la piel. La expresion de sus ojos nos hizo pararnos en seco. Una enfermera surgio detras de ella, de entre las sombras de la entrada.

– ?Que sucede? -pregunto Irina con la voz rota por la agitacion.

Ruselina trago saliva y contesto con tono ronco:

– Han llegado mis radiografias. No lo comprendo. Estaba curada cuando dejamos China.

Me agarre a la barandilla y baje los ojos hacia la arena. El sol la hacia brillar como si estuviera compuesta por diamantes. Sabia que Ruselina estaba a punto de comunicarnos algo terrible, algo que lo cambiaria todo. Clave la mirada en el suelo reluciente y me imagine que se abriria bajo mis pies, tragandose todas mis esperanzas.

Irina miro a su abuela con desazon y luego se dirigio a la enfermera:

– ?Que esta pasando? -pregunto.

La mujer salio bajo la luz del sol, y se le acentuaron las pecas que le cubrian el rostro. Movio los ojos rapidamente de un lado a otro, como un caballo asustado.

– Teebeeshnik. TB -dijo-. Muy enferma. Poder morir. Ya no poder ir a Estados Unidos.

Durante dos semanas, Irina y yo estuvimos esperado con preocupacion una contestacion definitiva del Departamento de Inmigracion estadounidense. Aunque el capitan Connor solia ser distante y profesional, me di cuenta de que le hablo a Irina con mucha consideracion y me senti agradecida. El problema era que Estados Unidos no aceptaba a gente con tuberculosis y, aunque habian hecho excepciones por motivos humanitarios, no solia ser lo comun.

El mensaje llego temprano una manana, y el capitan Connor nos pidio que fueramos a su oficina para comunicarnos su contenido.

– No la llevaran a Estados Unidos -dijo, mordiendo el lapiz que tenia en la mano, una costumbre que el mismo odiaba en los demas-. La trasladaremos a Francia en los proximos dias.

Pense en Ruselina en el hospital, narcotizada por la estreptomicina, y me pregunte si sobreviviria a un viaje tan largo. Me arranque un padrastro y ni siquiera note que de la herida salia sangre hasta que empezo a gotearme por la mano.

– Me da igual adonde tenga que irme -dijo Irina-, siempre que ella se ponga mejor.

El capitan Connor se encogio de hombros y luego se puso en pie.

– Ese es el problema -respondio, frotandose la frente-. Francia no os acogera. Solamente aceptan a los enfermos. Anya y tu todavia podeis iros a Estados Unidos, pero no puedo garantizar que acojan a tu abuela, incluso si se recupera.

Le pedi al capitan Connor que le enviara un telegrama a Dan Richards, pero Dan nos dio la misma respuesta.

Durante los dias siguientes, acompane a Irina en el sufrimiento que suponia la terrible eleccion que debia tomar. La vi retorciendose el pelo y llorando todas las noches antes de dormir. Paseamos por la isla arriba y abajo durante horas. Incluso la lleve al saliente rocoso de Ivan, pero ni siquiera alli pudimos encontrar paz.

– El capitan Connor dijo que Estados Unidos quizas acogeria a la abuela si se pone bien. Pero no puede garantizarlo. Por otra parte, el consulado australiano ha aceptado acogerla cuando se encuentre mejor, a condicion de que yo trabaje alli durante dos anos -repasaba Irina.

Nos abrazamos con fuerza. ?Tambien iba a perder a Irina y a Ruselina?

Una noche, mientras Irina se revolvia y daba vueltas en la cama, me fui a dar un paseo por la playa. No podia soportar el mero pensamiento de separarme de Ruselina e Irina. Si los franceses eran lo bastante humanitarios como para acoger a los enfermos y a los ancianos, no me cabia la menor duda de que Ruselina recibiria los mejores cuidados. Pero no podia evitar pensar que lo que les ocurria a ellas era algo parecido a lo que nos habia ocurrido a mi madre y a mi. Irina habia perdido a sus padres cuando tenia ocho anos, y ahora estaban a punto de separarla de los suyos otra vez. Yo no podia poner remedio al hecho de que Ruselina estuviera enferma, pero quizas pudiera conseguir que se marchara con la conciencia tranquila. Me sente en la calida arena y contemple las estrellas. La Cruz del Sur estaba brillando intensamente. Boris y Olga habian dado sus vidas por mi, y Ruselina habia dicho que la mejor manera de honrarles era vivir con valentia. Me presione el rostro con las manos y senti la aspiracion de ser merecedora de su sacrificio. «Madre -susurre, pensando en la deslumbrante Nueva York y en la vida que deseaba construir alli-, madre, espero ser una persona capaz de hacer sacrificios por los demas.»

La tarde siguiente, mientras estaba tendiendo la colada, Irina vino a verme. Su rostro habia recuperado algo

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