semanas y no llegaba nada. El capitan Connor investigo el asunto a traves de la oficina de la OIR en Manila. Todos los articulos del cargamento habian sido interceptados por funcionarios corruptos que los habian vendido en el mercado negro.

Ivan vino a verme una tarde a la oficina de la OIR. Entorne los ojos para mirar su silueta a contraluz en el marco de la puerta y, al principio, no le reconoci. Llevaba la camisa planchada y el pelo limpio, sin salpicaduras de serrin y hojarasca, como de costumbre. Se habia recostado ociosamente contra la jamba de la puerta, pero se tamborileaba con los dedos en la cadera, por lo que supe inmediatamente que estaba tramando algo.

– ?Me has estado espiando! -proteste.

Se encogio de hombros y miro la habitacion a su alrededor.

– No, que va -contesto-. Simplemente, he venido a ver como estabas.

– Si, si que estabas espiandome -replique-. El capitan Connor acaba de irse a hacer un recado. Y entonces has aparecido tu. Debes de haber visto como se marchaba.

Los ojos de Ivan se dirigieron hacia una desvencijada silla de mimbre que reservabamos para los invitados. Escondio su rostro de mi mirada, pero aun asi le vi sonreir.

– Tengo un plan para levantarle la moral a todo el mundo -me dijo-, pero no se si Connor estara de acuerdo.

Ivan arrastro la silla hasta colocarla frente a mi escritorio y despues tomo asiento como un gigante sobre un dedal.

– He construido el proyector y la pantalla. Lo unico que necesito es una pelicula.

Se llevo la mano al ojo, pero no me gusto su movimiento, parecia como si estuviera tratando de enmascarar la cicatriz. ?Todavia sentia verguenza por su desfiguracion en mi presencia? No necesitaba sentirla. La cicatriz era muy grande, pero era suficiente tratar con Ivan durante un solo dia para dejar de notarla. Su personalidad era lo unico que se le quedaba a uno en mente. Mi propia mejilla me dio una punzada. No me gustaba notar debilidad o vulnerabilidad en Ivan. El era mi roca. Necesitaba que fuera fuerte.

– Tenemos muchas peliculas. -Le senale la caja de cintas de pelicula que el capitan Connor utilizaba como reposapies-. Hasta ahora no teniamos proyector.

– Venga ya, Anya -dijo Ivan, inclinandose hacia delante, apoyando las manos en las rodillas. Se habia limpiado las unas: otro cambio en su aspecto-. Esas son antiguas. El tipo de peliculas que les habrian encantado a nuestros padres. Necesitamos una nueva.

Su ojo bueno era claro como el agua, de un color azul oscuro, insondable. Me imagine que si miraba lo bastante cerca dentro de su ojo podria ver el pasado de Ivan grabado en el. Sus hijos fallecidos, su esposa, la panaderia aparecerian flotando justo debajo de la superficie. Si me asomaba aun mas abajo, quizas podria ver su ninez y podria saber quien era antes de que se le desfigurara el rostro. Su ojo contradecia la juventud de su voz y su vigor juvenil, del mismo modo que su rostro cicatrizado contradecia la fragilidad de su cuerpo.

– Necesito que lo convenzas -me dijo Ivan.

No me hizo falta ningun esfuerzo para persuadir al capitan Connor del valor del plan de Ivan. El capitan estaba enojado porque aun permaneciamos en la isla, con la temporada de tifones cada vez mas cercana, y estaba decidido a exprimir la conciencia culpable de la OIR. Solicite una pelicula reciente; el capitan Connor exigio una que fuera, como minimo, un preestreno en Hollywood. Debio de sonar persuasivo. Esta vez no tuvimos que esperar con decepcion a un cargamento que nunca llegaria. Nos enviaron la pelicula por avion en quince dias, con escolta y junto con un aprovisionamiento de medicinas.

El estreno de Un dia en Nueva York se anuncio en la Gaceta de Tubabao, y nadie en la isla hablo de otra cosa hasta la noche en que se celebro el acontecimiento. Ivan construyo asientos para Ruselina, Irina y para mi con troncos de palmera. Nos sentamos junto al proyector. Ivan estaba animadisimo.

– ?Lo hemos conseguido, Anya! -me dijo, senalando a toda la gente-. ?Mira lo felices que son todos!

Fue como en los viejos tiempos, antes de la tormenta. Las familias colocaron mantas y cojines, y se reunieron ante pequenos festines de latas de atun y pan. Los ninos mas pequenos se sentaron en las ramas de los arboles con las piernas colgando, las parejas se tumbaron, abrazandose bajo las estrellas, y los mas ingeniosos miraban la pantalla embobados desde asientos de cajas construidos por ellos mismos y cubiertos con toldos hechos de sabanas, por si llovia. Las ranas croaban y los mosquitos nos picaban sin cesar, pero a nadie le importaba. Cuando comenzo la pelicula, todos nos pusimos en pie de un salto para celebrarlo. Irina sacudio hacia atras su melena y se echo a reir.

– ?Que graciosa eres! -me dijo-. Sabes que la mayoria de nosotros no entenderemos nada. Esta toda en ingles.

Ivan levanto la mirada del proyector y se seco la frente. Me sonrio.

– Es una historia de amor. ?Que hay que entender?

– Es un musical -dije yo, pellizcandole el brazo a Irina-. Y esta ambientado en Nueva York. Asi, podras ver la ciudad por la que has estado suspirando.

– ?Muy bien hecho, Anya! -dijo Ruselina, dandome golpecitos en la espalda-. ?Muy bien hecho!

Es cierto que cuando el capitan Connor me mostro la lista de posibles peliculas, habia elegido Un dia en Nueva York pensando en Irina y Ruselina. Pero cuando Gene Kelly, Frank Sinatra y Jules Munshin surgieron de su buque de guerra y comenzaron a bailar y a cantar dirigiendose a Nueva York, yo fui la que contemple todo con asombro. Aquella ciudad no se parecia a ningun lugar que hubiera visto antes y era mas deslumbrante que Shanghai. Sus monumentos brotaban hacia el cielo como pilares dedicados a los dioses: el Empire State Building, la Estatua de la Libertad, Times Square… Todo el mundo se movia con energia y entusiasmo, el trafico rugia emitiendo zumbidos y bocinazos e incluso las oficinistas vestian de alta costura. Absorbi cada escena, cada nota musical, cada color.

Cuando los protagonistas masculinos volvieron al barco y sus guapas novias les dijeron adios con la mano, de mis ojos brotaban las lagrimas. Durante todo el camino de vuelta a mi tienda, fui cantando los numeros musicales de la pelicula.

Se hicieron pases del filme durante toda una semana y yo estuve alli todas las noches. El editor de la Gaceta de Tubabao me pidio que redactara un articulo sobre la pelicula para el periodico. Escribi con entusiasmo sobre Nueva York y tire la casa por la ventana incluyendo dibujos de todos los vestidos de las protagonistas.

– Te expresas muy bien -me dijo el editor cuando le di la copia de mi articulo-. Podriamos contratarte para que escribieras una columna sobre moda para el especial.

Ambos no echamos a reir solo de pensar en escribir sobre moda en Tubabao.

La cabeza me daba vueltas con una sensacion que hacia mucho tiempo que no experimentaba. Un profundo optimismo. De repente, tenia toda clase de esperanzas. Suenos que habia perdido durante las penosas tareas de mi vida diaria. Tenia confianza en que recuperaria la belleza, en que me volveria a enamorar de un hombre tan atractivo como Gene Kelly, en que seria capaz de vivir mi vida con energia en un nuevo mundo moderno.

Una semana despues, me llego una carta de Dan Richards en la que anunciaba que podria ayudar a Ruselina e Irina a entrar tambien en Estados Unidos, y el capitan Connor recibio el aviso de que los funcionarios de inmigracion de los paises de acogida llegarian al cabo de un mes para procesar nuestros visados y gestionar los metodos de transporte para sacarnos de la isla. De repente, parecia como si los deseos de todo el mundo se estuvieran haciendo realidad.

– Cuando nos vayamos a Estados Unidos -les conte a Ruselina e Irina-, voy a estudiar para llegar a ser antropologa, como Ann Miller. Y tu, Irina, tendrias que aprender a bailar como Vera-Ellen.

– ?Por que vas a ponerte a estudiar algo tan aburrido como antropologia cuando escribes unos articulos tan buenos? -replico Irina-. Deberias hacerte periodista.

– ?Y a que me voy a dedicar yo, mientras vosotras, chicas con carrera, os dedicais a flirtear con jovenes apuestos? -pregunto Ruselina, mientras se abanicaba con fingida indignacion.

Irina echo los brazos alrededor del cuello de Ruselina.

– Abuela, me imagino que usted tendra que dedicarse a conducir un taxi, como Betty Garrett.

Ruselina e Irina se echaron a reir hasta que a Ruselina le dio un ataque de tos. Pero yo hablaba en serio.

Con independencia de la vida sofisticada que hubieramos llevado anteriormente, todos los hombres, mujeres

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