deseche aquellos pensamientos. En su lugar, me centre en la idea de encontrar a mi madre. Fuera lo que fuese lo que nos deparara el futuro, yo debia ser fuerte.

Se oyo un ruido sordo proveniente del tejado y despues el correteo de un animal sobre la chapa. Entre la pared y el techo habia un hueco de unos cuantos centimetros cubierto por alambrada de gallinero. Estaba segura de que aquella alambrada no evitaria que entrara lo que estaba en el tejado, y me agarre a los bordes de la cama, esperando oir mas ruidos. La cama de Irina crujio.

– Irina, ?estas despierta? -susurre.

Sin embargo, Irina solo suspiro y se dio media vuelta. No se oyeron mas ruidos sordos, ni mas garras aranando el techo. Me tape con la sabana hasta el cuello y trate de ver el mundo exterior a traves del hueco en la pared, pero solo pude distinguir las siluetas de las colinas en la distancia y unas cuantas estrellas. Finalmente, el agotamiento vencio al miedo y me quede dormida.

Los destellos de la luz de la manana se introdujeron en la choza a traves de la pintura desconchada de las tablas del suelo. Un gallo canto al nuevo dia con un estridente cacareo. Desde algun lugar cercano, un caballo relincho, mientras las ovejas balaban. Me frote los ojos y me incorpore. Irina tenia los suyos firmemente cerrados, como si se estuviera resistiendo ante la idea de levantarse. Todas las demas tambien estaban profundamente dormidas, y el aire de la cabana olia a rancio y era muy caluroso. Habia un hueco entre dos placas de la pared junto a mi cama y pude ver la luz dorada refulgiendo sobre los tejados de laton y las vallas. Un camion estaba aparcado en el exterior, con un perro ovejero cubierto de polvo tumbado debajo. El animal levanto las orejas cuando se dio cuenta de que le estaba espiando. Meneo el rabo y aullo. Me tumbe rapidamente, porque no queria que sus ladridos despertaran a las demas.

A medida que la intensidad de la luz aumentaba, las otras mujeres comenzaron a revolverse, luchando contra sus sabanas como orugas emergiendo de sus capullos. Le desee buenos dias a Elsa, pero aparto la mirada, recogio un albornoz y una toalla y se escabullo por la puerta. Las otras mujeres, que parecian tener entre veinte y treinta anos, me miraron parpadeando, preguntandose cuando habriamos aparecido Irina y yo. Salude y trate de presentarme. Algunas de ellas me sonrieron, y una chica, que no hablaba ingles tan bien como yo, comento que era incomodo que no tuvieramos un idioma comun en el que pudieramos hablar todas.

Irina se incorporo de su almohada y se peino el cabello con los dedos. Tenia leganas en los ojos y sus labios parecian muy secos.

– ?Como te encuentras? -le pregunte.

– No demasiado bien -contesto, tragando saliva-. Me quedare en la cama.

– Te traere algo de comida. Tienes que alimentarte.

Irina nego con la cabeza.

– Solo agua, por favor. No me traigas mas de esa sopa.

– ?Y que te parece si te traigo solomillo a la stroganoff con vodka?

Irina sonrio y volvio a tumbarse, tapandose los ojos con el brazo.

– Vete y descubre Australia, Anya Kozlova -me dijo-. Y cuentamelo todo cuando vuelvas.

Yo no tenia ni una bata ni un albornoz. Ni siquiera una toalla. Pero ya no podia soportar mas el olor rancio de mi pelo y mi piel. Cogi la sabana con el aspecto mas limpio de las que nos habian dado y una pastilla de jabon que habia traido de Tubabao. Se las mostre a la chica que hablaba ingles, con la esperanza de que entendiera lo que queria. Me senalo un mapa en la parte interior de la puerta. El bloque para las abluciones estaba marcado con una X roja. Le di las gracias y cogi el ultimo vestido limpio que me quedaba en la maleta antes de salir al sol.

Los barracones de nuestra area eran casi identicos. Aqui y alla, la gente se habia tomado la molestia de colocar cortinas o de crear jardineras con piedras, pero no se traslucia por ninguna parte el orgullo y la solidaridad de los que disfrutabamos en Tubabao. Sin embargo, alli eramos todos rusos. Solo llevaba un dia en Australia y ya habia sido testigo de tensiones raciales. Me preguntaba por que no organizaban a los inmigrantes y refugiados por grupos nacionales, habria sido mas facil para nosotros la comunicacion y para ellos la administracion, pero entonces, recorde la frase que habian utilizado en nuestras tarjetas de identidad, «nuevos australianos», y entonces me acorde de que ellos querian que nos integraramos. Pense en el termino «nueva australiana» y decidi que me gustaba. Deseaba empezar de nuevo.

Mi buen humor me abandono cuando entre en el bloque de aseos. Hubiera metido el pie en la suciedad que se habia salido de un retrete desbordado, si antes no me hubiera advertido el hedor. Me aprete la sabana contra la nariz y mire alrededor de la cabana, horrorizada. Los cubiculos no tenian puertas, simplemente habia tazas de vater de altura muy baja, anegadas y con moscardones zumbando alrededor. Los asientos estaban cubiertos de excrementos, y habia montones de papel sucio sobre el suelo humedo. En el barracon del comedor habia dos inodoros con cadena, pero no eran suficientes para todo el campamento.

– ?Se piensan que somos animales? -grite, apresurandome a salir.

Nunca habia visto unas condiciones de vida tan asquerosas para gente blanca, ni siquiera en Shanghai. Despues de ver Sidney, pense que Australia iba a ser un pais mas avanzado. ?Acaso sabrian los organizadores del campamento algo sobre enfermedades? Habiamos comido en la base militar de Darwin, y empece a dudar sobre si Irina tendria algo peor que una simple gripe, quizas hepatitis, o incluso colera.

Escuche voces desde el bloque de duchas y eche un vistazo al interior. Estaba limpio, pero los cubiculos no eran mas que laminas de laton con agujeros. Dos mujeres se estaban duchando con sus hijos. Estaba tan disgustada que me olvide de la intimidad y me despoje del camison, me meti bajo el patetico chorro de la alcachofa de ducha y llore.

Durante el desayuno, mis temores fueron acrecentandose. Nos sirvieron salchichas, jamon y huevos. Algunas personas encontraron gusanos en su carne y una mujer tuvo que salir a vomitar. No me comi la carne, solo me bebi el te de sabor acido mezclado con tres cucharadas de azucar y un trozo de pan. Un grupo de polacos cerca de mi se quejo sobre el pan. Le dijeron que era demasiado correoso a uno de los empleados australianos de la cocina. El se encogio de hombros y replico que asi era como llegaba. El pan chino que yo comia en Harbin estaba hecho al vapor, por lo que era mucho mas pastoso y, por eso, yo estaba acostumbrada. Me preocupaba mas la limpieza de la cocina, y si los cocineros sabrian algo sobre higiene. Mi cabello me caia en mechones lacios sobre las orejas, y mi piel olia como la fibra de la sabana. No podia creerme lo bajo que habia caido. Un ano antes, era una recien casada con un elegante apartamento, la esposa del encargado del club nocturno mas famoso de Shanghai. Ahora era una refugiada. Fue entonces cuando senti la degradacion de un modo mucho mas acuciante que en Tubabao.

Irina estaba dormida cuando volvi de la ducha, y me senti aliviada de no tener que dar la cara hasta que tuviera la oportunidad de serenarme. Me habia prometido a mi misma que no me quejaria delante de ella sobre Australia. Se culparia de que yo hubiera venido con ella, a pesar de que habia sido eleccion mia. Pense en Dimitri en Estados Unidos y me recorrio un escalofrio por la espalda. No obstante, para mi sorpresa, no me centre demasiado tiempo en el antes de que mis pensamientos saltaran a Ivan. ?Que haria el en esta situacion?

Un hombre vestido de uniforme militar entro en el comedor y se abrio camino entre las mesas en direccion al podio. Se subio a el y espero a que la muchedumbre se callara, mientras sostenia un monton de laminas de cartulina a un lado, y entonces carraspeo, tapandose la boca con el puno. Solo cuando consiguio atraer la atencion de todo el mundo en la estancia, comenzo a hablar.

– Buenos dias, senores y senoras. Bienvenidos a Australia -sentencio-. Mi nombre es coronel Brighton. Soy el director del campamento. -Dejo las laminas de cartulina sobre el podio y cogio la primera, levantandola para que todo el mundo pudiera verla. Tenia su nombre escrito con grandes letras, trazadas con tanto esmero que parecian de imprenta-. Espero que los que hablen ingles les traduzcan a sus amigos lo que tengo que decirles -continuo-. Por desgracia, esta manana mis interpretes estan ocupados. -Nos sonrio por debajo de su oscuro bigote. El uniforme le estaba demasiado justo y le hacia parecer un chiquillo al que le habian metido en la cama ajustandole mucho las sabanas.

Hasta que el coronel se dirigio a nosotros, mi llegada a Australia habia sido un tanto onirica. Pero cuando empezo a hablar sobre nuestros contratos de trabajo con el Servicio de Contratacion de la Confederacion y sobre como debiamos estar dispuestos a hacer de todo, incluso actividades que consideraramos por debajo de nuestras capacidades, para pagar los pasajes que nos habian llevado a Australia, la magnitud de lo que Irina y yo habiamos hecho se me vino encima. Mire a mi alrededor el mar de ansiosos rostros y me pregunte si aquellas palabras eran peores para los que no entendian ingles, o si, en cambio, el hecho de no entender les estaba permitiendo retrasar el impacto de la cruda realidad unos pocos minutos mas.

Me clave los dedos en las palmas de las manos y trate de seguir la charla del coronel sobre la moneda

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