australiana, el sistema politico estatal y federal y su relacion con la monarquia britanica. Para cada nuevo asunto, levantaba otra cartulina para ilustrar las cuestiones principales, y termino la presentacion diciendo:

– Por ultimo, les ruego a todos ustedes, tanto a jovenes como a mayores, que traten de aprender todo el ingles que puedan mientras esten aqui. Su exito en Australia dependera de ello.

No se escuchaba ni un solo ruido en la habitacion cuando el coronel Brighton acabo de hablar, pero el nos sonrio abiertamente como si fuera Papa Noel.

– Oh, por cierto, hay alguien a quien necesito ver -comento, consultando su cuaderno-. ?Anya Kozlova puede dar un paso adelante?

Me asuste de oir mi nombre. ?Por que me escogian a mi de entre trescientos recien llegados? Me abri camino entre las mesas hasta el coronel, mientras me colocaba el pelo detras de las orejas y me preguntaba si le habria sucedido algo a Irina. Una multitud de gente se habia reunido alrededor del coronel para hacerle preguntas.

– Pero no queremos vivir en el campo. Queremos quedarnos en la ciudad -insistia un hombre con un parche en el ojo.

«No -me dije para mis adentros-, Irina esta a salvo.» Me preguntaba si quizas Ivan habria oido que estabamos en Australia y estaba tratando de ponerse en contacto con nosotras. Pero tambien deseche esa idea. El barco de Ivan llegaba a Sidney, pero nos conto que pretendia irse directamente a Melbourne en tren. Tenia suficientes recursos como para no residir en un campo de trabajo.

– Ah, ?asi que tu eres Anya? -me dijo el coronel, cuando me vio esperando-. Por favor, acompaname.

El coronel Brighton desfilo a paso rapido hacia el area administrativa, y casi tuve que correr para no quedarme atrasada. Pasamos por delante de mas filas de barracones, cocinas y lavanderias y de una oficina de correos, por lo que comence a apreciar el tamano real del campamento. El coronel me dijo que el lugar pertenecia al ejercito, y que muchos antiguos barracones militares se estaban reconvirtiendo en alojamientos para inmigrantes por todo el pais. Aunque estaba intrigada por saber por que queria verme, su pequena charla me garantizo que no se trataba de nada demasiado grave.

– Asi que eres rusa, ?de donde vienes?

– Naci en Harbin, en China. Nunca he estado en Rusia. Pero pase mucho tiempo en Shanghai.

Se coloco mejor las senales de cartulina bajo el brazo y fruncio el ceno ante una ventana rota en una de las cabanas.

– Informe a la oficina de mantenimiento -le ordeno a un hombre que estaba sentado en los escalones de entrada, antes de volverse de nuevo hacia mi-. Mi esposa es inglesa. Rose ha leido muchos libros sobre Rusia. Bueno, lee mucho en general. Entonces, ?donde naciste? ?En Moscu?

No me tome a mal la falta de atencion del coronel. Era mas bajo que yo, con ojos hundidos y unas pronunciadas entradas. Las lineas de su frente y la base de su nariz hacian que su rostro tuviera una expresion comica, aunque su postura erguida y su manera de hablar fueran serias. Habia algo agradable en el, y era eficiente sin llegar a ser frio. El coronel habia mencionado que en el campamento habia mas de tres mil personas. ?Como podria recordarnos a todos?

La oficina del coronel Brighton era una cabana de madera no demasiado lejos del edificio que albergaba la sala de cine. Empujo la puerta y me hizo pasar. Una mujer pelirroja con gafas de concha levanto la mirada de su escritorio, con los dedos apoyados en la maquina de escribir.

– Esta es mi secretaria, Dorothy -me explico el coronel.

La mujer se aliso los pliegues de su vestido de flores e hizo una mueca que termino en una sonrisa.

– Encantada de conocerla -le dije-. Me llamo Anya Kozlova.

Dorothy me estudio antes de decidirse a fijar su mirada en mi pelo revuelto. Me sonroje y aparte la vista. Detras de ella, habia dos escritorios desocupados, y otro desde el que nos sonrio un hombre calvo con una camisa beis y una corbata.

– Y el es el funcionario de asistencia social -aclaro el coronel, senalando al hombre-. Ernie Howard.

– Encantado de conocerla -exclamo Ernie, levantandose de su asiento y estrechandome la mano.

– Anya viene de Rusia. Llego ayer por la noche -les explico el coronel.

– ?Rusia? Mas bien sera China -puntualizo Ernie, soltandome la mano-. Aqui tenemos a un par de personas de Tubabao.

El coronel Brighton no presto atencion a la correccion. Hojeo algunas carpetas del escritorio de Ernie, cogio una y me indico una puerta en el extremo de la habitacion.

– Pasa por aqui, Anya -me dijo.

Segui al coronel hasta su oficina. El sol entraba intensamente a traves de las ventanas, y el ambiente de la habitacion era caluroso. El coronel abrio los postigos y puso en marcha el ventilador. Me sente en una silla frente a su escritorio y descubri que no solo estaba frente al coronel Brighton, sino tambien ante el largo y avinagrado rostro del rey de Inglaterra, cuyo retrato colgaba de la pared detras del coronel. La oficina del militar estaba ordenada, con los archivos y los libros colocados cuidadosamente a lo largo de las paredes y un mapa enmarcado de Australia en la esquina opuesta. Sin embargo, su escritorio era un caos. Estaba atestado de carpetas y parecia estar a punto de derrumbarse. El coronel coloco la que traia encima de las demas y la abrio.

– Anya, tengo una carta del capitan Connor de la OIR que dice que has trabajado para el. Que hablas ingles muy bien, lo cual es obvio, y que sabes escribir a maquina.

– Si -le conteste.

El coronel Brighton suspiro y se reclino en su butaca. Me estudio durante mucho tiempo. Me revolvi en mi asiento, deseando que dijera algo. Finalmente, lo hizo.

– ?Podre convencerte de que trabajes para mi durante un mes o dos? -pregunto-. Hasta que me manden mas personal de Sidney. Estamos bastante liados. Este campamento no es en absoluto lo que deberia ser. Y van a llegar otras mil personas de aqui a quince dias.

La confesion del capitan sobre que las condiciones del campamento no eran aceptables fue un alivio. Yo pensaba que esperaban que vivieramos en aquellas lamentables condiciones.

– Necesito alguien que me ayude a mi, a Dorothy y a Ernie.

Necesitamos solucionar urgentemente la cuestion de la limpieza del campamento, y por eso quiero que te encargues de archivar documentos y otras tareas generales. Puedo pagarte algo mas que la asignacion normal y le entregare al funcionario de trabajo una recomendacion especial sobre ti cuando acabes.

La oferta del coronel me cogio por sorpresa. No sabia que esperarme de el, pero, por supuesto, no que me ofreciera un empleo el primer dia de mi estancia en el campamento. Solo me quedaba un dolar estadounidense de Tubabao y no iba a poder vender las joyas que habia traido de Shanghai hasta que llegara a Sidney. Un poco de dinero extra era exactamente lo que necesitaba.

La honradez del coronel me inspiro la confianza suficiente como para decirle que pensaba que los aseos y la comida representaban graves problemas, y que corriamos el riesgo de sufrir una epidemia.

Asintio.

– Hasta vuestra llegada ayer, nos estabamos arreglando mas o menos. Esta manana he solicitado que la empresa Sanipan venga tres veces al dia y, ahora mismo, Dorothy esta reuniendo nuevos grupos para las cocinas. No hay tiempo que perder. Tan pronto como localizamos un problema, hago lo posible por arreglarlo. La unica dificultad esta en que se me plantean demasiados problemas como para poder abordarlos rapidamente.

Senalo la pila de carpetas de su escritorio.

Me preguntaba si debia aceptar el trabajo e irme, ya que el coronel tenia mucho que hacer, pero parecia disfrutar hablando conmigo, de modo que le pregunte por que el gobierno australiano estaba admitiendo a tanta gente en el pais si no podia proporcionar lugares adecuados para alojarles.

Los ojos del coronel Brighton se iluminaron, y me percate de que habia estado esperando que yo le hiciera aquella pregunta.

Se acerco lentamente hasta el mapa y cogio el puntero. Tuve que morderme los labios para no echarme a reir.

– El gobierno se ha decidido por una politica de poblar o perecer -explico, senalando la costa australiana con el puntero-. Los japoneses casi nos invadieron porque eramos demasiado pocos para proteger nuestras costas. El gobierno esta trayendo a miles de personas al pais para reedificar la nacion. Pero, hasta que no reconstruyamos nuestra economia, nadie va a tener un lugar digno en el que vivir.

Se paseo hasta la ventana y se apoyo en el marco. Si hubiera sido cualquier otra persona, la manera en la que estaba alli de pie, con los pies separados y la barbilla levantada en el aire, me hubiera parecido demasiado

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