gente a que fuera mas feliz.

– Por cierto, Anya, nunca te he preguntado como llegaste a hablar tan bien ingles. ?Fue mientras trabajabas de institutriz? -me pregunto Irina.

Levante la mirada hacia ella. Sus ojos me miraban muy abiertos e interesados, esperando una respuesta. Entonces supe que Ivan nunca les habia contado la verdad sobre mi.

Volvi a cavar, demasiado avergonzada como para mirarla a la cara.

– A mi padre le gustaba leer libros en ingles y me enseno. Pero su enfoque era como si el ingles fuera un idioma mas exotico que practico, como si fuera hindi o algo asi. En la escuela teniamos clases, asi que aprendi a hablarlo. Pero cuando realmente empece a dominarlo fue en Shanghai, porque tenia que utilizarlo casi todos los dias -le eche una mirada a Irina antes de continuar-. Pero no como institutriz. Eso era mentira.

El rostro de Irina se distorsiono en una mueca de sorpresa. Se puso en cuclillas a mi lado y me miro directamente a los ojos.

– Entonces, ?cual es la verdad?

Inspire profundamente y de repente me encontre contandole toda la historia de Serguei, Amelia, Dimitri y el Moscu-Shanghai. Cuanto mas hablaba, mas se abrian los ojos de Irina, pero su mirada no me juzgaba. Me senti culpable por no haber sido sincera, pero tambien me di cuenta de que me aliviaba estar contandole finalmente la verdad. Incluso le hable sobre la propuesta de matrimonio de Ivan.

Cuando termine, Irina miro hacia el bosque.

– Dios bendito -dijo, despues de un momento-. Me has sorprendido. No se que decir. -Se levanto, se sacudio la tierra de las manos y me beso la coronilla-. Pero estoy contenta de que me hayas hablado sobre tu pasado. Puedo entender por que no querias comentarlo. No me conocias. Pero, a partir de ahora, tienes que contarmelo todo, porque somos como hermanas.

Pegue un salto y la rodee entre mis brazos.

– Eres mi hermana -le dije.

Algo se movio bruscamente entre la maleza, y ambas nos apartamos de un salto. Sin embargo, era solamente un lagarto tratando de aprovechar los ultimos rayos de sol de la tarde.

– ?Dios mio! -dijo Irina, echandose a reir-. ?Como lograre sobrevivir en este pais?

Irina y yo nos paramos en seco cuando llegamos a nuestra cabana y escuchamos gritos en varios idiomas que provenian del interior. Abrimos la puerta y vimos a Aimka de pie entre Elsa y una chica hungara con el pelo negro y corto.

– ?Que sucede? -pregunto Irina.

Aimka fruncio los labios.

– Dice que Elsa le ha robado su collar.

La chica hungara, que tenia una constitucion muy masculina, hizo un gesto amenazante sacudiendo el puno en alto y gritandole a Elsa. La anciana, lejos de parecer asustada como yo esperaba, echo la cabeza hacia atras con un gesto arrogante.

Aimka se volvio hacia nosotras.

– Romola dice que Elsa siempre estaba mirandola cada vez que se quitaba el collar y lo ponia en el bolsillo de su maleta. Les digo una y otra vez que no dejen objetos preciosos en las cabanas.

Eche una mirada hacia mi muneca matrioska, que estaba colocada en un estante que yo misma habia fabricado con un trozo de madera encontrado en un monton de basura, y pense en las joyas escondidas en los dobladillos de mis vestidos dentro de mi maleta. No esperaba que la gente fuera a robar las pertenencias de las otras.

– ?Por que da por hecho que he sido yo quien lo ha cogido? -dijo Elsa en ingles, supuestamente para que yo lo entendiera-. Llevo aqui semanas y nunca ha faltado nada. ?Por que no interroga a las rusas sobre su collar?

La sangre me subio a la cabeza. Habia tratado de hacer un esfuerzo por ser amable con Elsa desde que llegamos y no podia creer que estuviera diciendo aquellas cosas. Le traduje a Irina las palabras de Elsa. Aimka no hizo otro tanto con el resto de las chicas, pero la chica hungara, que sabia ingles, si. Todo el mundo se volvio para mirarnos.

Aimka se encogio de hombros.

– Anya e Irina, vamos a satisfacer a todo el mundo registrando vuestras pertenencias.

Note un picor desagradable en la piel del cuello, debido al enojo. No era dificil entender por que la gente habia llegado a odiar a Elsa. Di varias zancadas hasta alcanzar mi cama, quite las sabanas y aparte la almohada. Todas, excepto Romola, Elsa y Aimka, se apartaron, avergonzadas de lo que me estaban obligando a hacer. Abri la tapa de mi maleta y les invite a que hurgaran todo lo que quisieran, pero me prometi a mi misma que, una vez hubieran terminado, iba a llevarme todos mis vestidos a la oficina de administracion. Inspirada por mi indignacion, Irina abrio la tapa de su maleta y saco las sabanas de su cama. Cogio la almohada y le quito la funda. Algo tintineo. Irina y yo miramos al suelo para ver lo que era. Ninguna de las dos pudo creerlo cuando descubrimos a nuestros pies una cadena de plata con una cruz de rubies. Romola sorteo nuestras sabanas y agarro el collar, poniendo cara de alegria. Entonces, nos dedico una mirada llena de odio, fulminando con los ojos a Irina.

El rostro de Elsa se sonrojo de placer. Sus manos, apoyadas bajo la barbilla, parecian garras.

– Tu has puesto el collar alli -le dije-. ?Eres una mentirosa!

Abrio los ojos y se echo a reir. Su desagradable risa era la de alguien que cree haberse salido con la suya.

– Dudo que sea yo aqui la mentirosa. ?No sois famosos los rusos precisamente por eso?

Romola le dijo algo a Aimka, que parecia tan agotada como nosotras. Pero me preocupe al ver que fruncia el ceno.

– Irina -dijo, cogiendole el collar a Romola-, ?que significa esto?

Irina miro a Aimka y luego me miro a mi, enmudecida.

– Ella no cogio el collar -dije-. Fue Elsa.

Aimka me contemplo y se irguio. Hubo un cambio en su semblante. Su expresion era una mezcla de decepcion y repugnancia. Senalo a Irina con uno de sus dedos de pianista.

– Esto no tiene buena pinta, ?no es asi? -comento-. Esperaba mas de ti. Aqui somos muy estrictos con estas cosas. Haz tus maletas y traelas contigo.

Irina se echo a temblar de pies a cabeza. Tenia el aspecto aturdido de las personas honradas cuando las acusan de algo que jamas habrian imaginado.

– ?Adonde la llevas? -le pregunte a Aimka.

– Ante el coronel.

Al oir mencionar al coronel, me tranquilice. Era un hombre razonable que llegaria hasta el fondo del asunto. Me arrodille para ayudar a Irina con su bolsa. No tardamos mucho tiempo en recogerlo todo, porque no habia tenido tiempo de deshacer el equipaje por completo.

Una vez hubimos abrochado los cierres de su maleta, doble mis sabanas y comence a empaquetar mi propia maleta.

– ?Que estas haciendo? -me pregunto Aimka.

– Yo tambien voy -le dije.

– ?No! -me contesto, levantando la palma de la mano-. No si deseas mantener tu trabajo con el coronel. No si quieres tener empleo algun dia en Sidney.

– Quedate -me susurro Irina-. No empeores las cosas para ti tambien.

Observe como Aimka llevaba a Irina hacia la puerta. Elsa me dedico una mirada centelleante antes de volverse hacia su cama para remeter las sabanas. Senti tanta rabia que me imagine golpeandola con los punos en la espalda. Cogi mi muneca matrioska del estante y acabe de hacer mi maleta. Romola y su amiga que hablaba ingles no me quitaron los ojos de encima durante todo el tiempo.

– ?Iros al infierno! -les grite. Cogi mi maleta y di un portazo al salir antes de precipitarme a la oscuridad.

El aire de la noche no me hizo sentir mejor. ?Que le iba a pasar a Irina? ?Ojala no la mandaran a la carcel! Me la imagine, con su lastimero rostro, sin comprender nada, enfrentandose a un tribunal. «?No! ?Para ya de pensar eso!», me dije para mis adentros. No iban a enviarla a la carcel por esto. Pero quizas si la castigarian de alguna otra manera, lo cual no era justo. Lo pondrian en su expediente, y eso dificultaria que consiguiera un trabajo. Escuche risas que provenian de una de las cabanas. Una mujer estaba contando una historia en ruso, y las voces

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