– Donde estamos nosotras, la situacion es bastante triste -me dijo.
Le pregunte si Elsa todavia seguia dando problemas. Se quedo sorprendida y me dijo:
– Elsa, sencillamente, esta loca. Es Aimka la que es una autentica bruja. Hace que todo el mundo sea desgraciado.
Quite el tapon del fregadero y escurri el resto de la colada antes de echarla en mi cesta.
– ?Como? -le pregunte.
– Poniendo a Elsa en contra de nosotras. Somos jovenes y, a veces, nos gustaria que algunos de los hombres vinieran a visitarnos, ?sabes? Aimka podria alojar a Elsa con algunas de las mujeres mayores o con otras alemanas mojigatas que se limitan a cumplir las normas. Pero no lo hace. Siempre esta provocando a todo el mundo.
– No la entiendo -comente, sacudiendo la cabeza-. Viene de una familia en Budapest que escondia a los judios durante la guerra. Seguramente, eran gente amable.
Los ojos de Tessa casi se le salieron de sus orbitas.
– ?Quien te ha dicho eso? -Apago el cigarrillo y se me acerco, mirando a sus espaldas antes de susurrarme-. Es hungara, pero vivia en Polonia. Era una colaboracionista. Ayudo a enviar a mujeres y a ninos judios a la muerte.
Volvi del trabajo aquel dia con la sensacion de que habia aspectos completos de la existencia de los que no sabia nada en absoluto. Algo habia ocurrido en Europa que, probablemente, nunca se comprenderia del todo. Yo creia que Shanghai estaba podrida por los enganos y la corrupcion, pero, de repente, me di cuenta de que la existencia que habiamos llevado alli era bastante sencilla: si tenias dinero, disfrutabas de la vida; en caso contrario, no podias hacerlo.
Mientras me aproximaba a la tienda, vi a Irina moviendose sigilosamente hacia la parte trasera, cruzando la parcela vegetal que habiamos plantado. Entorne los ojos para ver lo que estaba haciendo a traves de la luz de la tarde. Estaba a cuatro patas, mirando algo a hurtadillas por un lateral de la tienda. Me preguntaba si, despues de todo, habria encontrado una serpiente. Pero cuando me acerque por detras, sonrio y se puso un dedo en los labios.
– Ven -susurro, indicandome que mirara por encima de su hombro.
Me puse yo tambien a cuatro patas junto a ella. Al otro lado de nuestra tienda, habia un animal de espalda curvada, patas musculosas y una larga cola, pastando en nuestro cesped, como si fuera una vaca. Debio de notar nuestra presencia, porque se volvio para mirarnos. Tenia las orejas como las de un conejo y unos ojos marrones y sonolientos. Sabia lo que era porque habia visto uno retratado en la
– ?A
– Pense que ibas a decir que era otro horrible australiano.
Ambas nos echamos a reir.
– No, que va. Es muy bonito -replico.
Una manana, a principios de febrero, estaba en la oficina de administracion clasificando la correspondencia y escuchando a escondidas al coronel y a Ernie, que hablaban sobre los problemas del campamento.
– El pueblo y el campamento forman dos comunidades separadas y necesitamos hacer algo para acercarlas -estaba diciendo el coronel-. ?Como vamos a conseguir que los recien llegados se integren en la sociedad y que los australianos los acepten si no lo logramos en un pequeno pueblo rural donde la gente es amable?
– Estoy de acuerdo -respondio Ernie, paseandose de un lado a otro, todo lo que la pequena zona detras de su escritorio le permitia-. Ha habido protestas contra los inmigrantes no britanicos en Sidney, e incluso en el pueblo ha habido incidentes.
– ?Que tipo de incidentes?
– A algunas de las tiendas les han roto las lunas de sus escaparates. Suponen que ha sido porque sirvieron a gente del campamento.
El coronel sacudio la cabeza y se contemplo las puntas de los pies. Dorothy paro de escribir a maquina.
– Es un buen pueblo -comento-. Son buenas personas. Solo algunos que son chusma se comportan asi. Pero se trata unicamente de un hatajo de muchachos estupidos. Nadie deberia asustarse.
– Ese es el asunto -replico el coronel-. Estoy seguro de que a los habitantes del pueblo les gustaria la gente del campamento si llegaran a conocerles.
– Algunos de los otros campamentos han hecho conciertos en sus pueblos vecinos -conto Ernie-. Aqui hay mucha gente con talento. Quizas podriamos organizar algo asi.
El coronel se pellizco la barbilla y se penso la sugerencia.
– ?Sabes que? -dijo-. Podriamos intentarlo. Algo pequeno para empezar. Le pedire a Rose que lo organice con la CWA. [3] ?Conoceis a algun musico?
Ernie se encogio de hombros.
– Depende del tipo de musica que quieran: opera, cabaret, jazz… Hay mucha gente que podria hacerlo. Encontrare a alguien. Dime solo que necesitas y cuando.
Salte de detras de mi monton de papeles y les asuste.
– Perdon -les dije-, yo tengo una sugerencia.
El coronel me sonrio.
– Bueno -comento-, si es tan buena como la de los arboles autoctonos, soy todo oidos.
– ?No puedo creer que me hayas metido en esto! -exclamo Irina.
Su voz resono en el aseo de senoras del edificio de la iglesia, el lugar de reunion de las veladas sociales de la CWA. El habitaculo, cubierto de azulejos, tenia tres cubiculos, y sus paredes lucian el mismo tono que el del chicle endurecido. Toda la estancia apestaba a aguas estancadas.
Se levanto el pelo para que no se le quedara enganchado mientras yo le subia la cremallera de mi
– No sabia que te ponias tan nerviosa -le dije, notando como se me volvia la voz cada vez mas tensa a mi tambien-. Pense que te gustaba actuar en publico.
Natasha, que se estaba enfundando en un vestido con talle de avispa, resoplo. Levanto los dedos uno por uno e hizo crujir los nudillos.
– Nunca habia sentido tanta expectacion antes de un espectaculo -comento-. El coronel Brighton se comporta como si el exito de la politica de «poblar o perecer» dependiera de nuestra actuacion de esta noche.
La mano de Natasha temblo cuando trato de pintarse los labios. Tuvo que limpiarse la boca con un panuelo y comenzar de nuevo.
Alise el
Irina y Natasha se rizaron el pelo en tirabuzones como los de Judy Garland. Yo las ayude con las horquillas. Independientemente de lo que estuvieran sintiendo por dentro, no se podia negar que estaban preciosas.
Deje que Irina se maquillara y me acicale el pelo, mirandome al espejo. Rose habia reunido para nosotras un surtido de polvos compactos, pintalabios y lacas. Era asombroso lo que unos pocos cosmeticos podian hacer por mejorar nuestra autoestima despues de haber pasado meses sobreviviendo sin los productos mas basicos.
– Ve a echar un vistazo, Anya -me pidio Irina mientras mantenia el equilibrio contra un lavabo para ponerse las medias-. Cuentanos que hay ahi fuera.
Los banos de las artistas estaban bajo un tramo de escaleras que comenzaba en un lateral del escenario. Me levante la falda y corri escaleras arriba. Habia una rendija entre el telon y la pared, asi que me asome por alli. La sala se estaba llenando rapidamente. La CWA local habia invitado a las organizaciones hermanas de los pueblos cercanos, y mujeres de todas las edades iban de aqui para alla, tomando asiento. Muchas de las mujeres venian acompanadas de sus maridos, agricultores de complexion curtida, que parecian estar almidonados como sus