magdalena de vainilla y, al otro lado de la mesa, habia otra magdalena similar.

– Estos son nuestros bizcochos de bienvenida a Sidney -explico Irina.

Me sente frente a ella y contemple como Betty nos servia el agua hirviendo de una tetera y la tapaba despues con un cubre-teteras. El piano de la planta baja comenzo a sonar de nuevo.

«I've got the Sunday evening blues… », canto Betty al ritmo de la musica.

– Ese es Johnny -nos explico, senalando con la barbilla hacia la puerta-. Vive con su madre, Doris. Toca en unos cuantos clubes de Kings Cross. Podemos ir a alguno de los mas decentes alguna vez, si os apetece.

– ?Cuanta gente vive en este edificio? -le pregunte.

– Dos en la planta baja y uno arriba. Os presentare a todo el mundo cuando os hayais instalado.

– ?Y en el cafe? -inquirio Irina-. ?Cuanta gente trabaja alli?

– De momento, solo un cocinero ruso -contesto Betty, trayendo la tetera a la mesa y sentandose con nosotras-. Vitaly. Es un buen chico. Un trabajador incansable. Os gustara. Pero no os enamoreis ninguna de vosotras de el y huyais, ?vale? No como lo que hizo mi ultima camarera con el ultimo pinche que tuve.

– ?Que ocurrio? -pregunto Irina, quitandole el papel de molde a su magdalena.

– Tal cual, me dejaron sola durante un mes. Asi que, si a una de vosotras, chicas, se le ocurre enamorarse de Vitaly, ?os cortare los meniques!

Irina y yo nos quedamos inmoviles, con las magdalenas a medio camino entre el plato y la boca. Betty nos dedico una mirada feroz, se llevo la mano al mono en forma de colmena y bizqueo.

Me desperte en plena noche, sobresaltada. Tarde varios segundos en recordar que no estaba en el campamento. Un rayo de luz proveniente de una ventana en el apartamento del tercer piso se reflejaba en una casa detras de la nuestra y brillaba a lo largo de mi cama. Respire el aroma de las sabanas recien lavadas. Hubo un tiempo en el que yo dormia en una cama con dosel, con edredon de cachemira y papel dorado en las paredes a mi alrededor.

Pero habia vivido entre lona y polvo tanto tiempo que incluso una cama individual con un colchon blando y sabanas limpias me parecia todo un lujo. Preste atencion a los sonidos de la noche, a los que me habia acostumbrado en el campamento: la brisa a traves de los arboles, los animales corriendo de un lado a otro, el grito de las aves nocturnas… Sin embargo, todo estaba en calma, excepto por el debil silbido de la respiracion de Irina y el insomne del piso de arriba, que estaba escuchando la radio. Intente tragar saliva, pero tenia la boca seca. Me deslice fuera de la cama y tantee hasta llegar a la puerta.

El apartamento estaba sumido en el silencio, excepto por el tictac del reloj del pasillo. Recorri con la mano el marco de la puerta de la cocina en busca del interruptor y lo encendi. Habia tres vasos vueltos del reves sobre un trapo de cocina en el escurridor. Cogi uno de ellos y abri el grifo. Alguien gimio. Mire dentro del salon y vi a Betty dormida en la zona de estar. Estaba tapada hasta el cuello con una colcha, y su cabeza descansaba sobre una almohada. Por el par de zapatillas que reposaban a un lado de la zona de estar y la redecilla del pelo que llevaba puesta, supuse que se habia ido a dormir alli intencionadamente. Me preguntaba por que no dormia en el otro dormitorio, y luego decidi que probablemente el salon estaba mejor ventilado. Regrese a nuestro cuarto y me tape con las sabanas. Betty nos habia dicho que tendriamos un dia y medio libre a la semana. Era domingo y mi medio dia libre seria el viernes por la manana. Ya habia mirado la direccion de la Cruz Roja. Tan pronto como pudiera, me dirigiria a Jamison Street.

A la manana siguiente temprano, Betty nos envio a Irina y a mi al patio trasero a recoger frutas de la pasion de un emparrado que se extendia por la valla.

– ?Que te parece Betty? -me susurro Irina, abriendome la bolsa de hilo para que pudiera echar la fruta violacea en ella.

– Al principio, pense que era extrana -le dije-, pero cuanto mas habla, mas me gusta. Creo que es agradable.

– Yo tambien -me dijo.

Le entregamos a Betty dos bolsas llenas de fruta.

– Las uso para preparar la copa de helado tropical -nos explico.

Despues, todas cogimos el tranvia a la ciudad. La cafeteria de Betty se encontraba en el extremo de los grandes almacenes Farmers de la George Street, cerca de los cines. El decorado era una mezcla entre una tipica cafeteria estadounidense y un cafe frances. Estaba dividida en dos niveles. En el primer nivel, habia mesas redondas con sillas de paja. El segundo nivel, al que se llegaba tras subir cuatro escalones, tenia mesas de bancos corridos de color rosa almizcle y un mostrador con banquetas. Cada mesa tenia en la pared el retrato de una estrella de cine de Hollywood: Humphrey Bogart, Fred Astaire, Ginger Rogers, Clark Gable, Rita Hayworth, Gregory Peck y Bette Davis. Contemple el de Joan Crawford cuando pasamos al lado. Su mirada seria y su boca apretada me recordaron a Amelia.

Seguimos a Betty a traves de dos puertas abatibles con ventanas redondas en el medio y bajamos un corto pasillo hasta la cocina. Un joven con piernas delgaduchas y un hoyuelo en la barbilla estaba mezclando harina y leche sobre una encimera.

– Este es Vitaly -senalo Betty.

El hombre levanto la mirada y sonrio.

– Ah, ya estais aqui -exclamo-. Justo a tiempo para ayudarme con la mezcla de las tortitas.

– No os pongais a trabajar todavia -replico Betty, cogiendonos las bolsas de hilo y colocandolas en una mesa en el centro de la habitacion-. Sentaos y charlad un rato antes de que los clientes comiencen a llegar. Teneis que conoceros mejor.

La cocina del cafe estaba tan limpia como la propia casa de Betty, aunque aqui el suelo no estaba combado. Habia cuatro armarios, una cocina de gas con seis hornillos, un horno grande y dos fregaderos. Betty saco un delantal de uno de los armarios y se lo ato alrededor de la cintura. Me percate de que habia dos uniformes rosas colgando de un perchero, uno de los cuales me imagine que seria para mi. Iba a ayudar a Betty a servir mesas. Irina iba a ser la ayudante de Vitaly en la cocina.

Vitaly trajo unas sillas de una habitacion trasera y nos sentamos alrededor de la mesa.

– ?Que os parece si todos tomamos huevos? -pregunto Betty-. Chicas, solo habeis comido una tostada esta manana y no quiero que mis empleados se mueran de hambre y se pasen en pie todo el dia.

– Os conozco a las dos de Tubabao -nos dijo Vitaly.

– Ah, si, me acuerdo -se echo a reir Irina-. Me pediste un autografo despues del concierto.

Contemple las rubicundas mejillas de Vitaly, su pelo pajizo y los ojos saltones, pero no pude recordarle en absoluto. Le hablamos sobre nuestro campamento y el nos dijo que lo habian enviado a un lugar llamado Bonegilla.

– ?Cuantos anos tienes? -le pregunto Irina.

– Veinticinco, ?y vosotras?

Betty casco unos huevos en un cuenco y miro a su espalda.

– No trateis de hablar ingles porque yo este delante -dijo-. Podeis hablar ruso entre vosotros. -Se acaricio el pelo y bizqueo-. Eso siempre que no esteis intercambiandoos cotilleos jugosos. O, dado el caso, si entra uno de los clientes. No quiero que detengan a mi personal por espias comunistas.

Aplaudimos y nos echamos a reir.

– Gracias -le dijo Irina-. A mi me resulta mucho mas facil.

– Y tu, Anya -me dijo Vitaly, volviendose hacia mi-. Me resultas familiar de otro sitio, antes de Tubabao. Queria presentarme para decirtelo, pero oi que eras de Shanghai y supuse que entonces no nos conociamos, despues de todo.

– No soy de Shanghai -le dije-. Soy de Harbin.

– ?Harbin! -me dijo, con un brillo en los ojos-. Yo tambien soy de Harbin. ?Cual es tu apellido?

– Kozlova.

Vitaly cavilo profundamente durante un momento, frotandose las palmas de las manos, como si estuviera tratando de conjurar al genio de la lampara.

– ?Kozlova! ?La hija del coronel Victor Grigorovich Kozlov?

El nombre de mi padre me corto la respiracion. Habia pasado mucho tiempo desde la ultima vez que lo oi.

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