sentido mejor en toda mi vida.
– Es por los medicos franceses -bromeo Betty, bizqueando-. Creo que podrian arreglarte cualquier cosa.
Ruselina se echo a reir por la insinuacion de Betty. Me sorprendio que lo hubiera entendido tan facilmente.
– Por supuesto que lo hubieran hecho, si tan solo hubiera tenido veinte anos de nuevo…
De postre, tomamos parfait, servido en copas altas. Al mirar las capas de helado y mermelada, con frutas y nueces por encima, me di cuenta de que no tenia ni idea de como me iba a caber todo aquello despues de la pantagruelica comida. Me recline en mi asiento, reposando las manos sobre el vientre. Betty le estaba hablando a Ruselina sobre la playa de Bondi y le decia que le encantaria mudarse alli cuando se jubilara. Mientras tanto, Irina escuchaba, con mas entusiasmo del que yo habria podido esperar, el pormenorizado relato de Vitaly sobre los largos que habia nadado aquella manana en las marismas.
– Esta claro que a ti no te afecta el frio -le comento Irina. Contemple las caras sonrientes de todo el mundo y senti un hormigueo de alegria en mi interior. A pesar de la nostalgia que sentia por mi madre, me di cuenta de que, en ese momento, era mas feliz que en los meses anteriores. Habia estado preocupada por tantas cosas, pero todo parecia estar saliendo bien. Ruselina habia llegado con buena salud y muy animada. Irina parecia disfrutar trabajando en la cafeteria y yendo a las clases de ingles en una escuela tecnica. Por mi parte, me encantaba el pequeno piso de Betty. Me sentia mas comoda alli que en la mansion en Shanghai. Habia querido mucho a Serguei, pero su casa se habia convertido en un antro de angustia y enganos. Aqui, en Potts Point, todo era tan tranquilo y acogedor como en Harbin, incluso aunque ambas ciudades, al igual que los gustos de mi padre y los de Betty, no podrian haber sido mas diferentes.
– Anya, estas llorando -dijo Ruselina.
Todo el mundo se quedo silencioso y se volvieron para mirarme. Irina me entrego su panuelo y me cogio las manos.
– ?Que sucede? -inquirio.
– ?Algo te ha disgustado, carino? -pregunto Betty.
– No -les respondi, negando con la cabeza y sonriendo, a pesar de las lagrimas-. Soy feliz. Eso es todo.
Los esfuerzos de Ruselina por dedicarse a la costura empezaron a surtir efecto muy lentamente. Muchas mujeres inmigrantes que nunca habian trabajado antes se dedicaban a la costura para complementar los salarios de sus maridos y, aunque las puntadas de Ruselina eran casi perfectas, las mujeres mas jovenes que ella trabajaban mas deprisa. El unico tipo de encargo de costura que le ofrecieron a Ruselina fue trabajo externo para fabricas. Sin decirnoslo, acepto hacer diez vestidos de coctel por semana para una fabrica en Surry Hills. Pero los bordados de los vestidos requerian tanto trabajo que se veia obligada a coser desde las seis de la manana hasta tarde por la noche para cumplir los plazos y, en menos de quince dias, volvio a tener un aspecto palido y debil. Irina le prohibio que aceptara mas trabajo de la fabrica, pero Ruselina podia ser muy testaruda cuando queria.
– No quiero que me mantengas cuando me las puedo arreglar por mi cuenta -discutio-. Quiero que ahorres tu dinero para que puedas retomar la carrera de cantante.
Fue Betty la que tomo las riendas de la situacion.
– Solo llevas en el pais unas semanas, carino -le dijo a Ruselina-. Se tarda un tiempo en conocer gente. Te saldra mas trabajo de costura con el tiempo. Anya y yo necesitaremos uniformes nuevos muy pronto, asi que ?por que no los haces tu? Y luego, creo que a este piso le vendrian muy bien unas bonitas cortinas.
Mas tarde, cuando estaba leyendo el periodico en la cocina, oi por casualidad que Betty le decia a Ruselina:
– No tienes que preocuparte tanto por ellas. Son jovenes. Se las arreglaran. La cafeteria esta funcionando mejor que nunca, y todas vosotras teneis un techo bajo el que guareceros. Estoy contenta de que esteis aqui.
La semana siguiente, Betty me dio una tarde libre, en lugar de una manana, y la pase en la terraza, leyendo una novela titulada
– Es intensa e impactante -me explico-. De hecho, es una de mis favoritas.
Habia sido una buena eleccion. El trabajo en la cafeteria era tan agotador que, durante un temporada, me faltaba la energia hasta para leer. Pero aquella historia me devolvio uno de mis placeres predilectos. Aquella tarde, pretendia leer durante una hora y luego darme un paseo por los jardines botanicos, pero, despues del primer parrafo, el libro me engancho. El lenguaje era lirico, pero no demasiado dificil. Me deje arrastrar por el fluir de la escritura. Pasaron cuatro horas y casi no me di ni cuenta. Entonces, por alguna razon, levante la mirada y me llamo la atencion el ventanal del estudio de Judith. Tenia expuesto otro vestido. Era un traje de fiesta de seda de color verde salvia, cubierto por una capa de tul.
«?Por que no se me ha ocurrido antes?», me dije a mi misma, dejando el libro a un lado y poniendome en pie.
El rostro de Judith dibujo una sonrisa cuando abrio la puerta y me encontro en el escalon de entrada.
– ?Hola, Anya! -me dijo-. Me preguntaba si vendrias alguna vez a visitarme.
– Siento no haberlo hecho antes -le respondi-, pero una amiga ha venido a vivir con nosotras y hemos estado ayudandola a instalarse.
Segui a Judith a traves de la entrada embaldosada hasta la habitacion principal, donde habia dos sillones dorados a cada lado de un espejo banado en oro.
– Si, Adam me lo ha contado
– He venido a ver si podrias darle trabajo. Viene de una epoca en la que la costura era una noble forma de arte.
– Ah, eso suena bien -comento Judith-. De momento, tengo bastantes cortadores y costureras, pero es bueno saber que hay alguien que me puede ayudar en los periodos mas atareados. Dile que venga a verme en cuanto tenga una oportunidad.
Le di las gracias a Judith y contemple los jarrones de cristal llenos de rosas sobre la repisa de la chimenea.
– Esta habitacion es preciosa -senale.
– El probador esta por aqui. -Judith abrio unas puertas aba-tibies y me enseno una estancia con una alfombra blanca y lamparas de arana colgando del techo.
Habia dos sillas estilo Luis XV cubiertas de cretona rosa. Separo las cortinas de lame dorado y entramos en una zona del estudio con una atmosfera diferente. No habia cortinas en las ventanas, por lo que la luz de la tarde recaia directamente sobre los bancos de trabajo cubiertos de acericos y tijeras. Habia un grupo de maniquies de costura apoyados contra la pared trasera de la habitacion, que daban la impresion de estar celebrando una reunion. Ya eran mas de las cinco, por lo que el personal de Judith ya habia acabado su jornada laboral y se habia ido a casa. La estancia tenia un ambiente parecido al de una iglesia vacia.
– ?Que te parece si tomamos un te? -pregunto Judith, dirigiendose hacia una cocinilla que habia en la esquina-. No, tomemos un poco de champan.
La contemple mientras colocaba dos copas sobre un banco de trabajo y abria el corcho de la botella de champan.
– En esta habitacion me relajo mejor que en ninguna otra -comento, echandose a reir-. La sala principal es mas llamativa. Esta estancia me resulta mas intima.
Me tendio una copa, y el primer sorbo se me subio directamente a la cabeza. No habia vuelto a beber champan desde el Moscu-Shanghai. Alli, en el estudio de Judith, aquellos dias parecian haberse alejado una eternidad.
– ?Esos son tus ultimos disenos? -le pregunte, senalando un perchero de vestidos con fundas de organdi.
– Si. -Dejo a un lado la copa, cruzo la estancia y arrastro el perchero hacia mi. Bajo la cremallera de una de las fundas para ensenarme un vestido de encaje con mangas casquillo y un escote en forma de pico que se abria ampliamente para dejar al descubierto los hombros. El vestido tenia un forro de seda color bronce, lo cual lo hacia parecer tan caro como la parte exterior.
– La gente lleva enaguas rigidas -me explico-, pero a mi me gusta que la tela caiga sobre el cuerpo, para que envuelva la figura como si fuera una cascada. Por eso necesito modelos con buenas piernas.