si habria sido buena idea meterse en aquello.
El club nocturno Chequers se situaba en Goulburn Street y, a diferencia del Moscu-Shanghai con su escalinata ascendente, estaba a nivel del sotano. En el momento en que puse el pie en la escalera, Judith se volvio y me sonrio, y supe que habia empezado el espectaculo. Aunque varias mujeres se volvieron para admirar mi vestido, ningun fotografo de prensa me hizo una foto. Sin embargo, si oi que los reporteros comentaban: «Oye, ?esa no es aquella nueva actriz recien descubierta en Estados Unidos?».
– No te preocupes por los fotografos -me dijo Judith, enlazando su brazo con el mio-. Si no te conocen, no te haran fotos. ?Has visto a todas esas mujeres admirando tu vestido? Eres la belleza del baile.
El club estaba lleno hasta los topes. Alla donde mirara, veia bordados de seda, gasa, tafetan y pieles de vison y de zorro. No habia visto nada parecido desde la epoca del Moscu-Shanghai. Sin embargo, habia algo diferente en los asistentes al Chequers. Con su animada charla y su aspecto impoluto, carecian de la faceta oscura y oculta que se percibia entre los habitantes de Shanghai. No parecian gente que viviera al filo de la fortuna o la ruina. O, por lo menos, eso creia yo.
Nos condujeron a una mesa situada una fila por detras de la pista de baile y no demasiado lejos del escenario. A juzgar por aquella ubicacion, segun me diria mas tarde Judith, uno se percataba de que la madre de Charles tenia buenas influencias.
– Deberiamos ver a Adam -comento Judith, escudrinando la muchedumbre-. Creo que le ha echado el ojo a la hija de un entrenador hipico.
– ?Como ha podido entrar? -le pregunte.
Sonrio.
– Oh, se que viene como reportero de hipica, pero es muy habil con la gente. Ha logrado conseguir buenos contactos.
De nuevo aparecia aquella palabra.
Hubo un redoble de tambores, y un foco de luz se movio por toda la estancia hasta el maestro de ceremonias, un comediante australiano llamado Sam Mills que llevaba un traje de terciopelo rojo y un clavel blanco en el ojal de la solapa. Pidio que todo el mundo tomara asiento y comenzo diciendo: «Distinguido publico, damas y caballeros, nuestra artista de esta noche tiene mas capacidad pulmonar que
Sam anuncio que Louise Tricker habia llegado a Australia despues de una triunfante temporada en Las Vegas, y que todos debiamos «chocar una mano contra la otra para recibirla». Las luces disminuyeron de intensidad, y el foco se movio hacia Louise, que camino lentamente por el escenario hasta tomar asiento frente al piano. Varias personas entre el publico se quedaron boquiabiertas. Con un nombre como Louise, todo el mundo habia pensado que se trataba de una mujer. Pero la corpulenta persona que estaba sentada ante el piano, con el pelo al cero y un traje a rayas, tenia que ser un hombre.
Louise presiono las teclas del piano y comenzo a cantar, sumiendo de nuevo al publico en la confusion. Su voz era totalmente femenina. Antes de que hubiera terminado los primeros compases de su numero de jazz, ya se habia metido al publico en el bolsillo.
– ?Que tal estan ustedes? -pregunto Louise despues de su primer numero. La mitad del publico no dijo nada y la otra mitad grito:
– ?Estamos bien, Louise! ?Y tu?
Judith se rio cerca de mi oreja:
– La gente de buena familia frente a los del teatro y a los aficionados a las carreras.
– ?Que tipo de artistas suelen actuar aqui? -le pregunte.
– Normalmente hay buenos espectaculos de cabaret y de variedades.
Louise comenzo un nuevo numero, una pieza de ritmos caribenos. Me recline en mi asiento y pense en Irina. Si Chequers tenia espectaculos de cabaret, quizas ella podria presentarse a alguna audicion. Era tan buena como algunas de las mejores estrellas de cabaret en Estados Unidos y Europa que habian actuado en el Moscu- Shanghai. Si a los australianos de un pueblo rural les habia gustado, sin duda en Sidney la adorarian.
Despues del ultimo numero, que combinaba una letra improvisada con musica swing, Louise se levanto de un salto y saludo a un publico que se habia puesto en pie para ovacionarla. Independientemente de lo que pensaran sobre su aspecto, nadie podia negar que su actuacion habia sido excepcional.
A medianoche, una banda se instalo en el escenario y la gente se apresuro a saltar sobre la pista de baile, o bien porque les aliviaba que se hubiera terminado la actuacion de Louise Tricker de aquella noche, o bien porque tenian un exceso de adrenalina corriendoles por las venas y necesitaban desfogarse.
Contemple a las parejas dando vueltas en la pista de baile, entre las que habia algunos bailarines muy buenos. Me fije en un hombre cuyos pies se deslizaban tan suavemente que el resto del cuerpo no se movia en absoluto y en una mujer tan liviana que su manera de moverse me recordaba a una pluma mecida por la brisa. La musica romantica me devolvio el recuerdo del Moscu-Shanghai. Evoque como Dimitri y yo habiamos bailado durante los ultimos dias, despues de que le hubiera perdonado por su infidelidad con Amelia. Que cercanos parecia que estabamos. Mucho mas que cuando eramos mas jovenes o justo despues de la boda. Me preguntaba si mi vida como refugiada hubiera sido mas facil de haberle tenido a mi lado. Me sobresalte. ?No era esa la razon por la que la gente se casaba? Para apoyarse mutuamente. Empezaba a pensar que todos y cada uno de los aspectos de nuestra relacion habian sido un espejismo. ?Como, si no, me habia dejado con tanta facilidad?
– Hola -oi que saludaba una voz familiar. Levante la mirada para ver a Adam Bradley sonriendonos.
– ?Te ha gustado el espectaculo? -le pregunto Charles.
– Si -respondio-, pero no me sentiria demasiado seguro al lado de una mujer que pudiera ganarme en un combate de boxeo.
– ?Oh, venga ya! -le dijo, entre risas, Judith-. ?Que ha pasado con la hija del jinete?
– Bueno -comento Adam, mientras contemplaba mi vestido-. Esperaba que Anya bailara conmigo para ponerla celosa.
– Si su padre lo descubre, vas a conseguir que te rompa la nariz, Adam -le advirtio Judith-. Y solamente voy a dejar que Anya baile contigo porque es una buena oportunidad de exhibir el modelo que lleva.
Adam me condujo a la atestada pista de baile. Me deshice de mis tristes pensamientos sobre Dimitri. No tenia sentido arruinar la velada lamentandome por algo que no podria cambiar, ademas mi vestido, que atraia las miradas apreciativas de algunos de los otros bailarines, no me sentaria tan bien si ponia cara de pocos amigos. El color era atrevido en comparacion con el resto de los vestidos blancos, negros o de colores pasteles, y la gasa brillaba como una perla bajo las luces de la pista de baile.
– De hecho -comento Adam, mirando a su alrededor-, podria hacerle mucho bien a mi carrera que me vean contigo. Todo el mundo nos esta mirando.
– Espero que no sea porque se me ha bajado la cremallera -bromee.
– Espera un segundo, voy a comprobarlo -replico, deslizando la mano por mi espalda.
– ?Adam! -Alcance su mano y me la volvi a colocar en un lugar mas decente-. Eso no era una invitacion.
– Lo se. -Sonrio abiertamente-. No quiero que Judith y Betty se me echen encima.
La banda empezo a tocar un numero mas lento, y Adam estaba a punto de comenzar a llevarme cuando escuche una voz detras de nosotros que decia:
– ?Me permite el siguiente baile?
Levante la vista para ver a un hombre mayor de cejas cortas y una mandibula cuadrangular que me estaba mirando. Su protuberante labio inferior le hacia parecer un simpatico buldog. Los ojos de Adam casi se le salieron de sus orbitas.
– Ah, si, si, claro -respondio. Sin embargo, por el modo en el que se aferraba a mi, me di cuenta de que no le agradaba que le hubieran interrumpido.
– Me llamo Harry Gray -me dijo el hombre, llevandome con elegancia-. Mi esposa me envia con estrictas instrucciones de salvarla a usted de las garras de Adam Bradley y para averiguar quien ha confeccionado su