Diana miro de nuevo el reloj y luego a mi.

– Anya, ?te ves capaz? Sera mejor que vayas a coger algo del armario. No te dejaran entrar si llegas tarde.

El armario al que Diana se referia era el guardarropa comun de la seccion femenina. Diana, Caroline y Ann podian permitirse sus propios vestidos, pero las otras reporteras eran chicas normales de familias de clase media que no podian comprarse vestidos de noche formales para mas de una ocasion. Para ayudarlas, Diana recopilaba vestidos de pases de moda, muestras y desfiles. Rebusque entre los percheros. Yo era mas alta que las otras chicas, pero tambien estaba mas delgada. Saque un vestido sin tirantes y me lo probe, pero la cremallera estaba rota. Garabatee una nota en la que escribi «Necesita arreglo» y la prendi con un alfiler al vestido. Desee que la persona que se habia puesto el vestido por ultima vez hubiera tenido el mismo tipo de cortesia. No habia tiempo de volver a casa para ponerme el vestido que Judith me habia regalado, asi que tuve que conformarme con un vestido de tafetan rosa con lazos en los hombros. Habia una ligera mancha de oxido cerca del cinturon, pero espere que nadie se diera cuenta en la oscuridad. Los otros vestidos eran demasiado pequenos o demasiado grandes. Habia llevado durante todo el dia el pelo recogido, y aunque algunos pequenos mechones habian empezado a salirseme del mono, no habia tiempo de hacer nada con ello. No me apetecia nada enfrentarme a una estancia llena de Carolines y Anns sin mi mejor aspecto, pero tampoco queria decepcionar a Diana.

El fotografo me estaba esperando abajo, en el vestibulo. Casi me eche a llorar cuando le vi. Llevaba un chaleco de tela reflectante y pantalones con ribetes. Podia verle los calcetines blancos en el espacio entre el dobladillo y los zapatos. Llevaba grandes patillas y el pelo negro engominado. Parecia un roquero del Cross.

– Hola, soy Jack -me dijo, estrechandome la mano. Apestaba a humo de cigarrillo.

– Yo, Anya -le conteste, haciendo todo lo posible por sonreir.

El Prince's estaba a unas pocas manzanas, asi que decidimos ir andando. Jack me explico que la fiesta que ibamos a cubrir era una gran ceremonia, aunque no necesitaba que me lo repitiera. Sentia suficientes nauseas sin recordatorio alguno. El evento era un baile con cena celebrado por Philip Denison en honor del vigesimo primer cumpleanos de su hija. Los Denison eran duenos de la cadena de grandes almacenes mas grande de Australia, asi que eran importantes para el periodico por motivos de publicidad. Por eso, el dueno de nuestro periodico, sir Henry Thomas, iba a acudir tambien.

– Nunca he hecho nada parecido, Jack -le dije-. Asi que confio en ti para que me digas a quien debemos fotografiar.

Jack saco un cigarrillo de un bulto en forma de caja que tenia en el bolsillo de la chaqueta. Lo olfateo y se lo coloco detras de la oreja.

– Seguro que todas las personas mas importantes de Sidney van a estar alli -dijo-. Pero ?sabes lo que si va a ser noticia sobre este acontecimiento?

Negue con la cabeza.

– Sera la primera vez que Henry Thomas y Roland Stephens se encuentren en la misma habitacion desde hace mas de veinte anos.

El significado de aquello se escapaba a mi comprension. Mire inexpresivamente a Jack.

– Ah -me dijo, sonriendo-, olvidaba que eres nueva en el pais. Roland Stephens es el mayorista mas importante de Australia de tela y lana. Probablemente sea uno de los hombres mas ricos del pais, pero depende del apoyo de Denison tanto como sir Henry.

Me encogi de hombros.

– Sigo sin enterarme -le conteste-. ?Por que es tan importante que se vayan a encontrar en la misma habitacion? No es como si se hicieran la competencia.

Jack me dedico una sonrisa maliciosa.

– Esos dos no estan enfrentados por los negocios precisamente. Se trata de una desavenencia por una mujer. Una hermosa mujer llamada Marianne Scott. Era la prometida de sir Thomas… antes de que Roland Stephens se la robara.

– ?Ella va a estar aqui tambien? -le pregunte, pensando que aquel acontecimiento empezaba a parecerse mas a una noche en el Moscu-Shanghai que a una fiesta de la alta sociedad de Sidney.

– No -dijo Jack-. Hace tiempo que se marcho. Ahora ambos estan casados con otras mujeres.

Sacudi la cabeza.

– ?Quien puede entender a los ricos?

Jack y yo llegamos al Prince's y nos dijeron que esperaramos con el resto de la prensa. Nos dejarian entrar despues de que todos los invitados importantes hubieran llegado. Contemple un Rolls Royce detras de otro acercandose a la alfombra roja. Las mujeres llevaban vestidos de Dior o Balenciaga, y los hombres, esmoquines, lo cual me hizo sentir aun mas avergonzada de mi desgastado vestido. Vi a sir Henry Thomas salir de un automovil en compania de su esposa. Habia visto su fotografia en el periodico muchas veces, pero nunca me lo habia encontrado en persona. Yo ocupaba un cargo demasiado bajo como para que me lo presentaran.

Los botones abrian las puertas a los invitados segun llegaban, y, aunque habia mas de cien personas entrando en el restaurante, todos les daban propinas. En particular, me fije en un hombre que se estaba aproximando a las puertas. Era alto y ancho de hombros, con una cabeza como un bloque de granito. Se rebusco en el bolsillo y echo unas monedas al aire, provocando que los botones se tiraran al suelo a por ellas.

Me di la vuelta, indignada.

Una vez que los invitados mas importantes hubieron entrado, le permitieron el acceso a la prensa. Bertha me habia llevado a comer unas cuantas veces al Prince's. La decoracion estaba compuesta por paredes y manteles blancos con espejos por todas partes. Igual que Romano's, tenia una pista de baile, pero la moqueta que la rodeaba era de color rosa. «Para resaltar la belleza de los rostros femeninos», me habia explicado Bertha.

Algunos de los invitados ya habian tomado asiento en las mesas ovaladas que rodeaban la pista de baile y contemplaban como la banda se estaba instalando. Pero la mayoria de la gente estaba todavia socializando, y Jack comento que debiamos trabajar deprisa, antes de que las conversaciones evolucionaran hacia temas mas privados y la gente se molestara porque intentaramos hacerles fotografias.

– Sydney Herald. ?Puedo hacerles una fotografia? -les preguntaba Jack a grupos de gente, aunque para cuando le respondian, ya habia disparado su camara.

Despues de que el sacara la foto, yo me apresuraba a disculparme y les pedia que me dijeran su nombre a las personas que aparecian en la imagen. Despues, anotaba la informacion en mi cuaderno y corria detras de Jack, que ya estaba ocupado con el siguiente grupo. La mayoria de los invitados eran educados, especialmente las esposas de los hombres de negocios, que querian promocionarse a si mismas y a sus maridos apareciendo en la prensa. A pesar de todo, un joven que estaba charlando con un grupo de amigos se volvio y nos contemplo con una mirada despectiva.

– Bueno, si no queda mas remedio… -nos dijo, haciendo un gesto con la mano-. Detestaria que perdierais vuestros trabajos por no hacerme una foto.

Fotografiamos a toda la familia Denison, incluyendo a Sarah, a la que su novio acababa de dejar, y a los amigos mas atractivos de la cumpleanera Ruth Denison. Jack miro a su alrededor para ver si se nos habia pasado a alguien.

Clavo su mirada en una persona, como un halcon eligiendo a su presa.

– Esto no saldra en el periodico, pero, para ser correctos, sera mejor que hagamos esta foto -comento, arrastrandome a traves de la muchedumbre. Vi que nos estabamos dirigiendo hacia el hombre que habia visto antes, el que habia lanzado las monedas a los botones. Estaba de pie, en compania de una pareja mayor. Hubiera querido que Jack me dijera quien era, pero el ya le habia preguntado si podia hacerle una fotografia. Los otros dos invitados se apartaron a un lado mientras el hombre elevaba la barbilla para entrar en el encuadre. El flash de la maquina de Jack relampagueo.

– Perdone, senor -le dije, adelantandome-. ?Seria usted tan amable de darme su nombre?

En aquel preciso instante, parecio como si toda la estancia se quedara en silencio. El hombre abrio mucho los ojos y movio la boca, pero no dijo nada. Mire de reojo a la pareja que estaba junto a el. Me estaban mirando, avergonzados.

Jack tosio y tiro del cinturon de mi vestido para apartarme.

– Anya -me dijo-, ese es Roland Stephens.

Primero note calor y luego frio. Jack me arrastro hacia la puerta. Senti como si todo el mundo me estuviera taladrando con la mirada. Nos cruzamos con una de las reporteras de sociedad de otro periodico. Su rostro estaba

Вы читаете La gardenia blanca de Shanghai
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату