Dan lo observo mientras se alejaba y me sonrio.

– Anya, lo has dejado aturdido. Estas totalmente maravillosa. Me sienta bien que me vean contigo, y eso que llevo muchisimo tiempo casado.

Estaba a punto de preguntarle donde estaban Polly y los ninos cuando el camarero volvio demasiado rapido con la cafetera y perdi la oportunidad.

– Dios, me entra apetito solo de ver todo lo que hay -comento Dan, mirandome por encima del borde de su carta-. ?Te apetece que almorcemos temprano? He oido que el pollo asado esta muy bueno.

Era la primera vez que lo miraba directamente. Era el mismo Dan alegre de siempre, pero habia algo en su expresion; un brillo en sus ojos que lo hacia parecer intranquilo.

El camarero vino con su libreta y se marcho con el pedido de Dan de pollo y el mio, de sopa de champinones. De nuevo, volvi a percibir aquello. La expresion agitada en el rostro de Dan.

Una opresion nerviosa en su garganta. Por primera vez aquel dia, tuve un presentimiento. Temi que algo hubiera sucedido, que algun desastre les hubiera ocurrido a Polly y a los ninos. Pero, seguramente, Dan me habria escrito una cosa asi antes de venir. Quizas era solamente el cansancio. El viaje entre Nueva York y Sidney era muy largo.

Cogio uno de los bollos de la cesta del pan y comenzo a untarlo con mantequilla, levantando la mirada de vez en cuando y sonriendome.

– No puedo acostumbrarme al buen aspecto que tienes, Anya. Ya entiendo por que el negocio de la belleza te pega tanto. Dime, ?que sueles hacer en un tipico dia de trabajo en el periodico?

Si, habia algo raro en todo aquello. Ese era Dan, pero no un Dan despreocupado. Decidi que, fuera lo que fuese lo que le preocupara, tendria que esperar hasta que la comida llegara. Tenia que decirme algo importante, pero yo no queria que el camarero nos interrumpiera. Asi que deje que la charla cordial me tranquilizara, y hable con el sobre mis costumbres rutinarias. Sobre Sidney y los australianos, sobre Diana, sobre el cafe de Betty, el apartamento de Potts Point y mi pasion por la moda australiana.

Me dio la sensacion de que tardaban siglos en traer la comida. Cuando por fin llego, Dan la ataco inmediatamente y parecio que no me iba a contar lo que tenia en mente.

– Bueno, ?como esta la sopa? -me pregunto-. Aqui estamos, en este caluroso pais, comiendo comida caliente. No parece correcto, ?verdad? ?Quieres probar el pollo?

– Dan. -Levanto la mirada hacia mi, con la sonrisa todavia en los labios-. ?Donde esta Polly?

– En Estados Unidos. Con los ninos. Estan todos bien -me dijo mientras cortaba un trozo de pollo y me lo ponia en un borde del plato-. Elizabeth ya tiene tres anos, ?te lo puedes creer?

– ?Entonces estas aqui por negocios? -le pregunte. Me fallo la voz.

Dan me observo fijamente. Me dirigio una mirada honrada y compasiva. Su expresion era la de un hombre que no deseaba decepcionar a una amiga. Dejo a un lado el tenedor. Sus ojos se nublaron. El cambio de humor entre nosotros fue tan repentino que me sorprendi. Note que mi cara empalidecia y la sangre empezaba a zumbarme en los oidos. Fuera lo que fuera lo que tenia que contarme, estaba alli, oculto, interponiendose entre nosotros, como un cadaver en el deposito, esperando a que alguien lo identificara. Dan tomo aliento. Yo me prepare.

– Anya -comenzo-. No he venido por negocios. He venido porque tengo algo importante que decirte.

No habia modo de detener lo que vendria a continuacion. Yo misma lo habia desencadenado. Quizas no habria habido necesidad de que surgiera si yo no hubiera preguntado. Eran malas noticias. Lo sabia por el extrano tono de voz de Dan. Era un tono que nunca le habia escuchado antes. Ibamos a hablar de algo angustioso, algo tabu. Sin embargo, ?que demonios podia ser?

– Anya, no he podido dormir durante toda la semana pasada -me dijo-. Me he atormentado pensando en que debo hacer contigo. Por las cartas que me has enviado y, ahora, al verte aqui, se que eres feliz con tu nueva vida y con tu pais de adopcion. He tratado de escribirte como minimo diez cartas y, al final, las he acabado destruyendo todas. Lo que tengo que comunicarte no puede escribirse en una carta. Por eso he venido en persona, creyendo en tu fortaleza y con el consuelo de que aqui estas rodeada de amigos de verdad.

Su discurso era tan incomprensible que casi me eche a reir por los nervios.

– ?Que sucede? -Mi voz era tranquila, pero en mi interior, estaba gritando de panico.

Dan extendio el brazo por la mesa y me cogio la mano.

– Tengo noticias de tu marido, Dimitri Lubenski.

Unos puntos blancos comenzaron a bailarme frente a los ojos. Me eche hacia atras en mi asiento. Me envolvio una brisa calida proveniente del patio. Olia a salvia y a menta. Dimitri. Mi marido. Dimitri Lubenski. Repeti aquel nombre para mis adentros. Tenia conexion con mi pasado, pero no podia asociarlo a nada de mi presente. Su nombre evocaba el aroma del conac y el sonido de los trombones y la percusion de la banda de instrumentos de metal en el Moscu-Shanghai. Tambien lo asociaba a los esmoquines, los vestidos de terciopelo y las alfombras orientales. No formaba parte del restaurante en Sidney donde me encontraba, sentada frente a Dan. No tenia nada que ver con la calidez o el color azul del cielo australiano. Las imagenes se me aparecieron en la mente en fragmentos inconexos: un plato de sopa de aleta de tiburon, la rumba en una atestada pista de baile, una estancia llena de rosas nupciales… Bebi un sorbo de agua, casi incapaz de sostener la copa firmemente con mi temblorosa mano.

– ?Dimitri? -fue lo unico que logre pronunciar.

Dan se saco un panuelo del bolsillo y se seco ligeramente la frente.

– No tengo ni la menor idea de como decirte esto…

Dan me estaba hablando a traves de una bruma. Apenas podia escucharle. La mencion de Dimitri habia sido como un golpe. No estaba preparada para aquello. «Ibamos a tomar cafe y tarta. Dan habia venido por negocios. Ibamos a pasar la manana riendonos y charlando sobre nuestras vidas.» Todo parecia dar vueltas. Dan y yo no eramos las mismas personas que hacia diez minutos. Notaba algo parecido al sabor del metal en el fondo de la garganta.

– Anya, hace poco menos de una semana, mientras estaba sentado a la mesa tomando el desayuno, Polly trajo la correspondencia y el periodico. Iba a ser un dia normal como cualquier otro, excepto porque llegaba tarde y tendria que leer el periodico en la oficina. Despues de vestirme, lo cogi de la mesa para meterlo en el maletin. Me detuve cuando vi la fotografia de la portada. Reconoci el rostro de aquel hombre al instante. El articulo decia que la policia estaba tratando de identificarle. Le habian disparado en una especie de atraco que habia salido mal, y estaba inconsciente en el hospital.

Se me humedecieron las manos por el sudor, empapando el mantel con manchas en forma de mariposas. Dimitri. Atraco. Herido. Disparado. Trate de imaginarmelo, pero no pude.

– Cuando vi la fotografia, en quien primero pense fue en ti -continuo Dan-. ?Debia contartelo? En mi interior senti que no debia. Que tu tenias una nueva y feliz vida, y el modo en el que te habia tratado aquel hombre era poco menos que abominable. ?Abandonar a su joven esposa! ?Como pudo estar seguro de que ibas a coger el siguiente barco? Si hubieras esperado unas cuantas horas mas, te habrias quedado atras y habrias sido ejecutada por los comunistas.

Dan se reclino en su asiento, con el ceno fruncido. Recogio su servilleta, la volvio a doblar y, de nuevo, se la puso en el regazo. Se me ocurrio que aquella era la primera vez que lo veia enfadandose.

– Pero sabia que tenia un deber moral para con la policia y el gobierno y que debia acudir, por lo menos, a identificar a Dimitri -me explico-. Asi que llame al sargento de policia que se mencionaba en el articulo. Me tomo declaracion y me dijo que el sacerdote del hospital estaba interesado en hablar con cualquier persona que conociera a aquel hombre. No sabia a que venia todo aquello, pero me senti obligado a llamar, de todos modos. Telefonee al hospital y el sacerdote me dijo que Dimitri se encontraba en muy malas condiciones, que estaba consciente, pero la mayor parte del tiempo deliraba. Le habian disparado cuando trataba de defender a una chica de diecisiete anos. Cuando escuche aquello, me quede petrificado. «?Y quien es Anya? -me pregunto el sacerdote-, no para de llamar a Anya.» Le dije que acudiria en el siguiente vuelo.

Hacia tanto calor en el restaurante. El calor parecia aproximarse a mi en grandes olas. «?Por que no encienden un ventilador? -pense-, que hagan algo para que circule el aire.» Me manosee torpemente el sombrero. Me lo quite y lo deje en una silla a mi lado. Me parecio un objeto tan tonto y frivolo. Que estupida era por haberme sentido tan encantada por aquel sombrero. Todo estaba cambiando. Senti como si mi silla se estuviera elevando. Me dio la sensacion de que el techo se me acercaba. Era como si estuviera en equilibrio sobre la cresta de una ola y en cualquier momento pudiera ser arrastrada a las profundidades submarinas.

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