– Anya, esto es una gran conmocion para ti -dijo Dan-. ?Quieres que pida un conac?

Dan parecia estar mejor. Lo que habia estado temiendo ya habia pasado. De repente, volvia a ser el de nuevo, mi buen amigo, ayudandome en otra crisis.

– No -le respondi, mientras toda la estancia del restaurante se balanceaba ante mis ojos-. Solo quiero un poco mas de agua.

Le hizo un gesto al camarero para que llenara mi copa. El camarero mantuvo la mirada apartada, tratando de ser discreto. Pero habia algo morboso en el. Sus palidas manos sirviendome el agua apenas parecian humanas. Su ropa olia como a iglesia antigua. Tenia mas aspecto de director de funeraria que de camarero.

– Por favor, continua -le pedi a Dan-. ?Que paso cuando viste a Dimitri? ?Esta bien?

Dan se revolvio en su asiento. No contesto a mi pregunta. Me poseyo la sensacion de que todo estaba a punto de cambiar. De que todo lo que habia sentido desde Shanghai iba a invertirse en un instante. No habia sabido entender a Dimitri. El hombre sobre el que Dan me estaba hablando no era el que yo habia imaginado durante tanto tiempo. ?Donde se habia quedado su vida facil? ?Y su club nocturno? ?Donde estaba Amelia?

– Llegue a Los Angeles el dia despues de ver el articulo en el periodico -relato Dan-. Me encamine directamente al hospital. El sacerdote me estaba esperando alli. Desde que le proporcione el nombre de Dimitri a la policia, habian hecho una investigacion de antecedentes. Parece ser que trabajaba para un ganster llamado Ciatti, le ayudaba a regentar un garito de apuestas ilegales en el centro de Los Angeles.

»La noche que le dispararon, estaba en la casa de algun pez gordo en las colinas. El tipo no se fiaba de los bancos, por lo que se rumoreaba que tenia montones de dinero y joyas por toda la casa. Ciatti se entero de algun modo y se imagino que podria hacer un trabajito en un visto y no visto. Dinero facil cuando su negocio de apuestas estaba de capa caida. Utilizo a un par de sus matones para allanar el lugar. Dimitri se limitaba a conducir. Lo dejaron en el coche. Pero algo salio mal cuando la nieta de diecisiete anos del pez gordo aparecio en la puerta. Aquello no estaba previsto en el plan. Dimitri la vio subir corriendo las escaleras de la casa, sabiendo que se dirigia directamente a una trampa mortal. De hecho, Ciatti ya la habia golpeado con la cacha de la pistola cuando Dimitri irrumpio en la casa. Hubo una discusion. Dimitri forcejeo con Ciatti, recibiendo un disparo en el pulmon y otro que le atraveso la parte superior de la cabeza. Los gritos y los disparos llamaron la atencion de los vecinos y Ciatti y sus hombres huyeron de la casa.

– ?Salvo a alguien? -le pregunte-. ?Dimitri salvo a una chica que no conocia?

Dan asintio.

– Anya, cuando le vi en el hospital, proferia incoherencias la mayor parte del tiempo. Cuando le pregunte que habia sucedido aquella noche, parecia convencido de que la chica a la que habia salvado eras tu.

Senti un desgarro en mi interior, como si algo que hubiera estado enterrado durante anos se estuviera volviendo a despertar. Me frote la cara con las manos, pero no pude notar el tacto de los dedos contra las mejillas.

Dan me observo. No tenia ni idea de lo que significaba la tensa expresion de su rostro. Ya no tenia idea de que significaba nada.

– Pero Dimitri tambien pasaba por momentos de lucidez -me dijo-. Y entonces, me hablo sobre una chica a la que una vez habia amado. Una joven que habia bailado boleros con el. Era casi como si entendiera quien era yo, como si supiera que yo habia acudido a representarte. «Se lo dira usted, ?verdad? -me rogo-, ?le dira que siempre he estado pensando en ella? Hui porque fui un cobarde, no porque no la amara.»

»'?Como lo sabra ella? -le pregunte-. ?Como convencere a Anya de eso cuando tu la dejaste alli para que muriera?' Dimitri no me contesto durante un largo rato. Se hundio en su almohada y se le pusieron los ojos en blanco. Pense que estaba cayendo de nuevo en coma, pero de pronto me miro y me dijo: 'Tan pronto como llegue a Estados Unidos, me di cuenta de que habia sido un estupido. ?Aquella mujer? ?Cree que ella me amaba? Me dejo en quince dias. Cuando le pregunte el porque, me dijo que lo habia hecho para vencer a Anya. Nunca podre explicarle el poder que ejercia sobre mi. Como podia invocar lo peor de la vida en mi. No como la dulce Anya, que me aportaba lo mejor. Pero, entre las dos cosas, debia de haber mas oscuridad en mi interior, porque ?como, si no, gano Amelia?'.

»La enfermera vino a examinarle -relato Dan, pasandose los dedos por el pelo-. Le tomo el pulso y comprobo el nivel de suero, luego dijo que yo ya le habia hecho suficientes preguntas y que debia irme y dejarlo descansar. Me volvi una vez mas antes de abandonar la habitacion y contemple a Dimitri, pero ya estaba dormido.

»El sacerdote me estaba esperando fuera. 'Dimitri acudio a la oficina de la OIR el dia que llego a Los Angeles -me conto-, el nombre de Anya Lubenskaia no constaba en ningun archivo. Asi que les pidio que comprobaran si habia alguien que se llamara Anya Kozlova. Cuando descubrio que Anya habia vuelto a adoptar su nombre de soltera, dijo que tenia la certeza de que ella estaria bien. Que ella sabia como sobrevivir.' Le pregunte al sacerdote cuando le habia contado Dimitri todo aquello, y me dijo que habia sucedido aquella manana. Durante su confesion.

»Fui a ver a Dimitri al dia siguiente. Su estado habia vuelto a empeorar. Estaba muy debil. Yo no habia dormido nada durante la noche anterior, por lo mucho que habia estado pensando en el. 'Pero no trataste de volver con ella, ?no es cierto? -le pregunte-. ?No trataste de ayudarla mas que eso?' Dimitri me miro con una tristeza infinita en su rostro. 'La amaba lo bastante como para no querer volver a hacerle dano', me respondio.

Las lagrimas me escocian en los ojos. Durante todo el tiempo en el que Dan habia estado relatandome todo aquello, mi mente trabajaba a toda velocidad. Acudiria a Dimitri. Le ayudaria. Con su hazana, me habia demostrado que no era un monstruo. Habia salvado a una chica de diecisiete anos. Y la habia salvado porque le recordaba a mi.

– ?Cuanto tardaremos en volver a Estados Unidos? -le pregunte a Dan-. ?Cuanto tiempo pasara hasta que pueda volver a verle?

Las lagrimas brotaron de los ojos de Dan. De repente, me parecio que habia envejecido. Aquel era un momento de agonia. Nos miramos sin decirnos nada. Alargo el brazo para alcanzar su chaqueta, saco un paquete marron y me lo entrego. Con dedos temblorosos, maneje torpemente el envoltorio. Algo cayo del paquete y tintineo sobre la mesa. Lo recogi. Una llave de hierro forjado con un arco parisino. Aunque no la habia visto en anos, la reconoci inmediatamente. La llave de nuestro apartamento en Shanghai.

«Para toda la eternidad.»

– Se ha ido, ?verdad? -le pregunte, mientras las lagrimas me caian por las mejillas. Apenas era capaz de pronunciar una palabra.

Dan extendio los brazos sobre la mesa y me cogio las manos, apretandolas fuerte como si tuviera miedo de que me pudiera caer.

El restaurante se estaba llenando de gente, de la concurrencia que acudia a almorzar. A nuestro alrededor, solo veia rostros felices. Los clientes habituales charlaban por encima de sus cartas de menu, sirviendose vino, brindando, besandose las mejillas. El camarero parecio animarse repentinamente, corriendo de un lado para otro con los pedidos. Dan y yo nos aferramos mutuamente. Dimitri estaba muerto. Senti como la revelacion de su muerte se expandia por mi pecho y se introducia en mi corazon. La ironia de todo el asunto era demasiada. Dimitri habia huido en busca de riquezas y lo que en realidad habia encontrado habia sido dolor y muerte. Yo me habia convertido en refugiada y ni una sola vez tuve que pasar hambre. Durante todos aquellos anos, habia tratado de odiar a Dimitri, cuando el nunca habia dejado de pensar en mi.

Agarre con fuerza la llave en la palma de mi mano.

«Para roda la eternidad.»

Mas tarde, mucho mas tarde, cuando me mude a mi apartamento en Bondi y encontre las fuerzas para sacar la llave de la caja donde la habia escondido el dia que Dan me la entrego, me hice una cerradura para poder utilizarla. Fue la unica manera que se me ocurrio para compartir mi vida y mi dicha con Dimitri.

«Para toda la eternidad.»

TERCERA PARTE

16

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