puerta del automovil y entorno los ojos hacia el sol tardio que brillaba sobre la playa.

– Parece tan tranquila despues de las terribles tormentas que ha habido -comento.

– He leido en el periodico que los socorristas sacaron del agua a ciento cincuenta personas el dia de Ano Nuevo -le explique.

Harry se coloco en el asiento del conductor y arranco el motor.

– Si, tu playa fue una de las que mas impacto sufrieron. Dijeron que la tormenta revolvio tanto las algas que uno de los socorristas se engancho en ellas. Le arrastraron bajo el agua y comenzo a ahogarse. El barco de rescate no podia atravesar las olas para llegar hasta el.

– Dios mio -exclame-, no habia oido nada.

– Uno de sus companeros lo saco -anadio Harry, doblando la esquina de Bondi Road-. Un tipo grandote que acaba de llegar de Victoria. Dicen que se abrio camino por el agua como un torpedo. Es ruso, como tu. A lo mejor, le conoces.

Negue con la cabeza.

– Probablemente no. Parece que solo llego a la playa esto dias cuando ya se ha ido todo el mundo.

Harry se echo a reir.

– Diana me cuenta que te dedicas a trabajar duro -comento.

Diana y Harry vivian en una casa estilo tudor que tenia vistas al mar en Rose Bay. Cuando nos aproximamos al camino de entrada de la casa, Diana, estupenda, con un vestido de seda roja, corrio a saludarnos.

– ??Ven conmigo, Anya!! -me dijo, llevandome hacia la casa como un bailarin de tango-. Ven a conocer a Keith.

El interior de la casa era espacioso con un moderno techo blanco y paredes del mismo color. Unos estantes empotrados se alineaban en el recibidor, y sobre ellos se mostraban diferentes fotografias de Diana junto con famosos y cachivaches variados que habia ido recopilando de todas partes del mundo. Me pare a contemplar una coleccion de cerditos de porcelana que habia traido de Londres y me eche a reir. Por muy glamurosa que fuera, Diana no se tomaba a si misma demasiado en serio.

Diana tiro de mi hacia el salon y casi me envio volando hasta el regazo de un joven que estaba sentado en el tresillo. En cuanto nos vio entrar, se levanto, con una amplia sonrisa en un rostro cuidadosamente afeitado.

– Hola -saludo, extendiendo la mano para estrecharmela-, soy Keith.

– Muy bien -dijo Diana, dandome unas palmaditas en la espalda-. Voy a ver que tal va la cena, mientras, vosotros aprovechais para charlar un rato.

Con estas palabras, Diana se apresuro a salir de la habitacion. En ese momento, Harry estaba entrando en el salon con una botella de vino en la mano. Diana le agarro y tiro de el hacia el recibidor, como si fuera un mal actor al que estuvieran retirando a toda prisa de escena.

Keith se volvio hacia mi. Era guapo, con ojos azul cobalto, pelo rubio, una nariz bonita y labios carnosos.

– Diana me ha estado diciendo lo maravillosa que eres -comento-. Y, por lo visto, tienes una anecdota sobre arroz que tengo que oir durante la cena.

Me sonroje. Diana no me habia contado nada sobre Keith. Pero tampoco es que yo hubiera preguntado.

– Keith trabaja para la seccion de deportes -explico Harry, entrando en la habitacion con una tabla de quesos y ahorrandome el bochorno de ponerme en ridiculo. Me di cuenta entonces de que debia de haber estado escuchando detras de la puerta.

– ?De verdad? ?Que interesante! -dije, pareciendome mas a Diana que a mi misma.

Harry me guino el ojo sin que Keith lo viera. Diana aparecio con una bandeja de galletitas saladas que llevaban encima aceitunas cortadas por la mitad. Tambien debia de haber estado esperando detras de la puerta.

– Si -comento-, Keith gano un premio por su cobertura de la Melbourne Cup.

– ?Es genial! -dije, volviendome hacia Keith-. Yo no gane. Obviamente, debieron de pensar que mi reportaje sobre los sombreros de los asistentes al acontecimiento no era lo suficientemente impresionante.

Keith abrio los ojos de par en par, hasta que Harry y Diana se echaron a reir y entonces considero que el podia tambien unirse a sus risas.

– Una chica con sentido del humor -comento-. Eso me gusta.

Harry instalo una mesa grande en la terraza cubierta. Diana puso un mantel de color crema y un servicio de mesa azul marino. Doblo ramitas de fucsias alrededor de la base de las velas. Hacia mucho tiempo que no disfrutaba de una elegancia tan distendida. Era un efecto que mi padre lograba crear con facilidad. Frote entre mis dedos el borde del mantel de lino y sopese la vajilla de plata. Como centro de mesa, Diana habia colocado un cuenco con rosas centifolias. Aspire su dulce fragancia. La vela parpadeo y me dio la sensacion de ver a Serguei de pie, entre las sombras, con los brazos cargados de flores nupciales. Dimitri floto desde la oscuridad hacia mi y cogio mis manos entre las suyas. «Dejame marchar, Dimitri, por favor», dije para mis adentros. Sin embargo, un instante despues, descubri que estaba dentro de una banera llena de petalos. Dimitri estaba bebiendose el agua de entre las palmas de sus manos. Pero cuanta mas agua bebia, mas ligero se volvia. Hasta que, finalmente, comenzo a desvanecerse.

– Anya, ?te encuentras bien? Estas terriblemente palida -exclamo Diana, dandome unos golpecitos en el brazo. La mire con ojos entornados, desorientada.

– Es el calor -dijo Harry, levantandose de la mesa para abrir mas las ventanas.

Keith cogio mi copa.

– Te servire un poco de agua.

Me frote la frente.

– Lo siento. Todo es tan precioso que se me ha olvidado donde estaba.

Keith puso un vaso frente a mi. Una gota de agua se resbalo por el lateral y se cayo sobre el mantel. Parecia una lagrima.

La cena consistia en escalopes escalfados con salsa mornay y champinones a la crema. La conversacion era superficial y Diana cambiaba continuamente de tema con habilidad. «Keith, tienes que hablarle a Anya sobre la granja de tus padres. Le he oido decir a Ted que es preciosa» o «Anya, el otro dia vi el samovar antiguo mas maravilloso que he visto nunca en casa de Lady Bryant, pero ninguna de las dos teniamos ni idea de como funcionaba. ?Podrias explicarnoslo, querida?». Era consciente de que la mirada de Keith estaba fija en mi y trataba de prestarle cortesmente atencion cuando hablaba, para no desanimarle, como Diana me habia acusado de hacer en otras situaciones similares. No me habia enamorado perdidamente como con Dimitri. Me sentia como una flor a la espera de una abeja.

Despues de recoger los platos de la mesa, pasamos a la sala de estar para tomar el postre: pastel de mousse de albaricoque y helado de vainilla.

– Y ahora -dijo Diana, moviendo su cuchara en el aire-, solo falta que le cuentes tu historia sobre arroz a Keith.

– Si -dijo Keith, echandose a reir y acercandose a mi-, tengo que oirla.

– Esa no la he oido yo tampoco -comento Harry-. Cada vez que Diana intenta contarmela, comienza a reirse tanto… que nunca llego a enterarme del final.

La comida y el vino me habian relajado, y me senti menos timida. Estaba contenta de que Keith se hubiera sentado mas cerca de mi. Me caia simpatico. Me alegraba que no le preocupara demostrar que yo a el tambien le gustaba. Mi regreso al mundo del romance no estaba siendo tan desastroso como yo me temia.

– Muy bien -comence-, un dia fui a visitar a mi mejor amiga y a su marido, y empezamos a hablar sobre la comida que echabamos de menos de China. Por supuesto, el arroz probablemente sea el ingrediente mas dificil de encontrar en este pais, y casi todos los platos de nuestra ninez contenian arroz. Asi que decidimos ir al barrio chino un dia y llevarnos a casa suficiente arroz como para que nos durara al menos tres meses.

»Eso fue en 1954, cuando Vladimir Petrov y su esposa recibieron asilo en Australia a cambio de haber delatado a espias rusos, por lo que denunciar a espias se convirtio en una actividad de vital importancia para mucha gente, incluida la anciana vecina de mis amigos. Nos vio arrastrando sacos de arroz para introducirlos en la casa y hablando en ruso, y llamo a la policia.

Keith se echo a reir y se froto la barbilla. Harry se rio entre dientes.

– Continua -me dijo.

– Asi que dos jovenes policias vinieron y nos preguntaron si eramos espias comunistas. Pero Vitaly, de algun modo, los convencio de que se quedaran a cenar. Cocinamos risotto Volgii, que esta hecho de salteado de bulgur,

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