brecol y acelgas alinado con cebolla y ajo y servido con acompanamiento de berenjenas y yogur. Ademas, negarse a beber cuando uno come con rusos es realmente complicado, y negarse a hacerlo en compania de un hombre ruso es abiertamente insultante. Asi que Vitaly consiguio convencer a los policias de que la unica manera de desarrollar una verdadera «amistad internacional» y pagarle por la «mejor comida» que habian probado en toda su vida era vaciar unos cuantos vasos de vodka. Cuando los policias se pusieron tan borrachos que sus rostros comenzaron a retorcerse en muecas extranisimas, los metimos en un taxi y los enviamos de vuelta a la comisaria, donde, como os podreis imaginar, su sargento no se puso demasiado contento de verles. Y, aunque la senora Dolen del numero doce aun llama para delatarnos de vez en cuando, no hemos vuelto a recibir ninguna visita de la policia desde entonces.
– ?Dios mio! -rugio Harry, guinandole un ojo a Keith-. ?Anya es una granuja! ?Ten cuidado con ella!
– Lo hare -dijo Keith, sonriendome abiertamente, como si no hubiera nadie mas en la habitacion-. Creeme que lo hare.
Despues, cuando Harry estaba sacando el coche del garaje para llevarme a casa, Keith me acompano hasta la puerta. Diana paso a nuestro lado corriendo, buscando a un gato invisible.
– Anya -me dijo Keith-, la semana que viene es el cumpleanos de mi amigo Ted. Me gustaria llevarte a la fiesta. ?Vendras conmigo?
– Si, me encantaria. -Aquellas palabras salieron de mi boca antes de que tuviera tiempo de pensarlas. Pero me sentia comoda con Keith. No parecia tener ningun secreto. No como yo. Yo estaba llena de secretos.
Despues de que Harry me dejara en casa, abri las ventanas y me tumbe en la cama, escuchando el sonido del mar. Cerre los ojos y trate de acordarme de la sonrisa de Keith. Pero ya habia empezado a olvidarme de como era. Me preguntaba en serio si me interesaba, o si solo me estaba obligando a mi misma a que me gustara porque pensaba que debia hacerlo. Despues de un rato, en el unico en el que podia pensar era en Dimitri. Era como si, justo cuando me estaba preparando para desprenderme de su influencia para siempre, mis recuerdos sobre el regresaran mas nitidos que nunca. Me revolvi y di varias vueltas en la cama, con la escena de nuestra noche de bodas reproduciendose en mi cabeza una y otra vez. Aquel fue el unico momento feliz de nuestro matrimonio. Antes de la muerte de Serguei. Antes de Amelia. Mi cuerpo humedo y suave cubierto de petalos, apretado contra la dureza de la piel ardiente de Dimitri.
La fiesta a la que Keith me llevo el fin de semana siguiente fue mi primera fiesta verdaderamente australiana. Nunca habia ido a una con gente de mi edad y de mi nivel economico, y resulto ser muy revelador para mi.
Mi experiencia en Australia habia sido diferente a la del resto de los rusos de Shanghai. Mariya y Natasha consiguieron trabajo en la lavanderia de un hospital y sus maridos, aunque ambos eran hombres cultos, trabajaban en la construccion. Pero mi estilo de vida tampoco era tipico para las chicas australianas de mi edad. Debido a mi cargo en el periodico, me invitaban a algunos de los eventos mas elegantes de la ciudad. Conocia a politicos, a artistas y a actrices famosas, e incluso me habian pedido que formara parte del jurado de Miss Australia. Pero no tenia una autentica vida social propia.
Ted era el fotografo de Keith de la seccion de deportes y vivia en Steinway Street en Coogee. Cuando llegamos, la gente se habia echado a la calle por las puertas y ventanas de la casa de fibrocemento.
– Hola, preciosa. ?Tu eres la chica de la que Keith me ha estado hablando? ?La reina de la moda rusa?
– Dale un respiro, Ted -le dijo Keith, echandose a reir. Volviendose hacia mi, anadio-: Hace falta un poco de tiempo para acostumbrarse a su humor. No te preocupes.
– Asi que es tu cumpleanos, Ted -le dije yo, tendiendole el regalo que Keith y yo le habiamos traido: un disco de Chuck Berry envuelto en un papel de regalo estampado y atado con un lazo.
– Chicos, no teniais que haberos molestado… pero ponedlo en la mesa -dijo Ted sonriendo-. Lucy quiere que los abra mas tarde todos a la vez.
– Te va a convertir en toda una nena -bromeo Keith.
El salon estaba hecho un invernadero, humedo y caluroso por el sofoco de los cuerpos apinados y el bochorno de la noche de verano. La gente se habia repantingado por la alfombra y el sofa, fumando y bebiendo refrescos o cerveza directamente de la botella. Algunas de las chicas se volvieron a mirarme. Me habia puesto un vestido ajustado al torso y sin mangas, con cuello de barco. Las otras chicas llevaban pantalones pirata y camisetas ajustadas. Tenian el pelo corto, con el estilo que se llevaba mucho entre las mujeres australianas por aquella epoca: cepillado hacia delante, como duendecillos. Yo lo tenia largo y con las puntas en forma de bucle. Sus miradas me hicieron sentir incomoda. No parecian amistosas.
Segui a Keith a la cocina, estrujandome al pasar contra la gente, que olia a gomina Brylcreem y a caramelo. La encimera estaba llena de un desorden de botellas pegajosas de cola y vasos de plastico.
– Toma, prueba esto -me dijo Keith, tendiendome una botella.
– ?Que es? -le pregunte.
– Pruebalo y veras -me dijo, mientras abria una botella de cerveza para el. Tome un sorbo de la bebida. El liquido era dulzon y potente. Hizo que se me revolviera el estomago. Lei la etiqueta de la botella: ponia «Cherry pop».
– Oye, Keith -llamo una chica. Se abrio paso entre la gente a empujones y lo agarro dandole un gran abrazo. Keith puso los ojos en blanco. La chica lo solto y siguio la direccion de su mirada. Fruncio el entrecejo y pregunto:
– ?Quien es esta?
– Rowena, quiero presentarte a Anya.
La chica me dirigio un breve saludo con la cabeza. Tenia la piel palida y pecosa. Sus labios eran grandes y encarnados, y sus cejas eran como espesas aranas sobre unos bonitos ojos.
– Encantada de conocerte -le dije, extendiendo la mano hacia ella. Pero Rowena no la cogio. Se quedo mirandome los dedos.
– ?Eres extranjera? -me pregunto-. Tienes acento.
– Si, soy rusa -le conteste-, nacida en China.
– Asi que no tu no te conformas con las chicas australianas, ?no? -le bufo a Keith, alejandose de el y volviendo a introducirse entre la multitud que salia al jardin.
Keith hizo un gesto avergonzado.
– Me temo que te estoy mostrando lo ignorantes que son algunos de los amigos de Ted -comento, mientras se sentaba en la encimera. Aparto las botellas y los platos sucios, limpiandola para hacerme hueco.
– Creo que no voy vestida para la ocasion -le dije.
– ?Tu? -replico, riendose-. Me he sentido celoso porque los hombres te han estado lanzando miradas toda la noche. Estas preciosa.
Escuchamos unas risotadas provenientes del salon y nos apinamos con los demas para ver que pasaba. Un grupo de hombres y mujeres estaban sentados en circulo en el suelo, con una botella tumbada en el centro. Cada participante tenia una cerveza a su lado, y cuando la botella giraba y se paraba delante de una persona del otro sexo, el que le habia dado la vuelta tenia la posibilidad de besar a esa persona o beber un trago de cerveza. Si optaban por beber, la persona a la que no habian querido besar tenia que beberse dos tragos de cerveza. Localice a Rowena en el grupo. Levanto los ojos, dedicandome una mirada desagradable. ?O iba dirigida a Keith?
– Otra excusa mas de los australianos para beber -comento Keith.
– Los rusos son iguales. Bueno, por lo menos, los hombres son asi.
– ?De verdad? Apuesto a que los rusos preferirian besar a las chicas antes que beberse la cerveza, si les dan a elegir.
Keith me estaba observando de aquella manera tan directa otra vez, pero no pude mantener su mirada. Me mire a los pies.
Keith me llevo a casa en su Holden. Senti la tentacion de preguntarle quien era aquella Rowena, pero no lo hice. Me di cuenta de que no importaba. El era joven y atractivo, por supuesto que estaria saliendo con otras mujeres. La rara era yo. La que se habia pasado la mayor parte de su juventud sola. Siempre que Keith no miraba, le observaba disimuladamente. Estudiaba la textura de su piel, percatandome por primera vez de que
