peinarme. Me cepillo el cabello y puso en el su preparado especial, para que resplandeciese y brillase. Luego vinieron la peineta y la mantilla. Cuando vio el efecto, Mellyora palmoteo admirada.
—Todos se fijaran en la senorita Carlyon —dijo.
—Se ve bien aqui, en el dormitorio —le recorde—. Pero piensa en tantas bellas vestiduras que luciran esas personas ricas. Diamantes y rubies…
—Y ustedes dos solo tienen juventud —comento abuelita, riendo—. Colijo que algunas de esas personas estarian dispuestas a dar sus diamantes y sus rubies a cambio de eso.
—Kerensa se ve distinta —hizo notar Mellyora—. Y aunque todas tendran el mejor aspecto posible, ninguna se parecera del todo a ella.
Nos pusimos nuestras mascaras y, una junto a la otra, reimos al examinar nuestras imagenes en el espejo.
—Ahora tenemos un aire misterioso —dijo Mellyora.
Abuelita volvio a su casa mientras la senorita Kellow nos conducia al Abbas. El cochecito parecia incongruente entre tantos bellos carruajes, pero eso no hizo mas que divertirnos; por mi parte, me estaba acercando a la culminacion de un sueno.
Al entrar en el salon quede anonadada; trate de ver todo al mismo tiempo y, en consecuencia, no tuve mas que una confusa impresion. Un candelabro con velas que parecian miles; tapices colgados en las paredes; jarrones con flores cuyo aroma llenaba el aire; gente por todas partes. Era como haberse introducido sin darse cuenta en una de esas cortes extranjeras de que habia oido hablar en las lecciones de historia. Mas tarde supe que muchos vestidos de las damas eran italianos del siglo XIV, y varias de ellas llevaban el cabello sujeto con redecillas enjoyadas. Brocados, terciopelos, sedas y rasos. Era una esplendorosa congregacion; y lo que aumentaba el interes eran las mascaras que todos llevabamos puestas. Yo estaba agradecida por ellas; podia sentirme mas como una de ellos cuando no habia peligro de ser descubierta.
Debiamos quitarnos las mascaras a medianoche; pero entonces el baile habria terminado y aquella situacion, similar a la de Cenicienta, habria dejado de preocuparme.
En un extremo del salon habia una ancha y bella escalinata, por la cual subimos en pos de la multitud hasta el sitio donde Lady Saint Larston, con su mascara en la mano, estaba recibiendo a sus invitados.
Nos encontrabamos en un recinto largo y alto, a ambos lados del cual habia retratos de los Saint Larston. Pintados con sus suntuosas sedas y terciopelos, habrian podido ser participantes de la fiesta. Por todo el salon habia plantas perennes, y sillas doradas como yo nunca habia visto antes. Yo queria examinarlo todo con atencion.
Percibia junto a mi la presencia de Mellyora. Comparada con casi todas las mujeres, ella estaba ataviada con suma sencillez, pero yo pense que estaba mas hermosa que cualquiera de las otras, con su dorado cabello y el oro que cenia su esbelta cintura.
Un hombre de verde jubon de terciopelo y largas calzas verdes se nos acerco diciendo:
—Dime si me equivoco, pero creo haber adivinado. Es por los rizos dorados.
Supe que esa voz era la de Kim, aunque no lo habria reconocido con esa ropa.
—Se te ve hermosa —continuo—. Y tambien a la dama espanola.
—Kim, no debiste adivinar tan pronto —se quejo Mellyora.
—No, debi haber simulado perplejidad. Debi haber hecho muchas preguntas, y luego adivinado poco antes de la medianoche.
—Al menos solo adivinaste mi identidad —dijo Mellyora.
Kim se volvio hacia mi y vi sus ojos a traves de la mascara; los supuse risuenos, con las arrugas a su alrededor; casi desaparecian cuando el reia.
—Me confieso desconcertado.
Mellyora lanzo un suspiro de alivio.
—Pense que vendrias con tu padre —prosiguio Kim.
—Su salud no le permite venir.
—Lo lamento. Pero me alegro de que eso no te haya impedido venir.
—Gracias a mi… dama de compania.
—Oh, ?de modo que la hermosa espanola es tu dama de compania? —pregunto, fingiendo atisbar detras de mi mascara—. Parece demasiado joven para ese papel.
—No hables de ella como si no estuviese aqui. Eso no le agradara.
—Y yo ansio tanto obtener su aprobacion. ?Solo habla espanol?
—No, habla ingles.
—Pues todavia no ha dicho nada.
—Es posible que hable unicamente cuando tiene algo por decir.
—Oh, Mellyora, ?estas reprendiendome? Dama espanola —continuo, dirigiendose a mi—, confio en que mi presencia no te ofenda.
—No me ofende.
—Vuelvo a respirar. ?Me permiten ustedes conducirlas al buffet?
—Seria muy agradable —dije, hablando con lentitud y' cautela, pues tenia miedo, ahora que estaba alli, entre las personas con quienes siempre habia anhelado alternar, de que con alguna inflexion de mi voz, algun rastro de acento o entonacion, pudiera delatar mis origenes.
—Vengan, entonces —dijo Kim, y poniendose entre las dos, nos tomo por los codos y nos guio entre la muchedumbre.
Nos sentamos a una de las mesitas junto a la plataforma donde se habian instalado grandes mesas repletas de comida. Jamas habia visto yo tanta comida en mi vida. Como las empanadas y los pasteles eran el plato principal tanto para los ricos como para los pobres, habia mas de estos que de cualquier otra cosa. Pero… ?que empanadas y que pasteles! La corteza era de un vivo color pardo dorado, y algunos pasteles habian sido hechos en formas fantasticas. En el centro habia uno que era un modelo del Abbas, con las torres almenadas y el portal en arcada. Todos lo miraban expresando su admiracion. Los pasteles estaban decorados con figuras de animales, que indicaban lo que contenian: ovejas, cerdos, aves. Habia grandes fuentes de crema cuajada…. pues la gente acomodada, que podia conseguirla, siempre comia sus pasteles con crema. Habia carnes de todas clases; tajadas de vaca y de jamon; habia sardinas servidas de distintas maneras. Habia toda clase de bebidas; hidromiel, ginebra y vinos traidos de todas partes del mundo. Era gracioso ver a Haggety a cargo de ellas, inclinandose obsequiosamente, tan distinto del vanidoso mayordomo que habia pretendido emplearme en la feria de Trelinket. Cuando pense en lo que el habria dicho si supiese que ahora tendria que servir a la muchacha a quien pudo haber empleado, ganas tuve de reventar de risa.
Cuando se es joven y se ha conocido el hambre, siempre se puede comer con— fruicion, por mas alterada que se este. Yo hice justicia al pastel de oveja y las sardinas en aceite que nos trajo Kim, mientras sorbia el hidromiel servido por Haggety.
Era la primera vez que lo probaba y me gusto el sabor a miel; pero sabia que era embriagador y no tenia ninguna intencion de embotar mis sentidos en aquella velada, la mas estimulante de mi vida.
Kim nos miraba comer complacido, y yo sabia que estaba intrigado conmigo. Intuia que el se daba cuenta de que me habia conocido con anterioridad, y que se estaba preguntando donde. Me regocijaba obligarle a adivinar.
—Miren, aqui viene el joven Borgia —dijo mientras nosotras bebiamos hidromiel.
Mire y lo vi; vestia de terciopelo negro; tenia una gorrita en la cabeza y un bigote postizo. Miro a Mellyora, luego a mi. Su mirada se detuvo en mi. Inclinandose, dijo en actitud teatral:
—Creo haber conocido a la bella griega en nuestros senderos de Saint Larston.
Supe de inmediato que era Johnny Saint Larston porque reconoci su voz, como antes la de Kim.
—Pero estoy seguro de no haber visto antes a la beldad hispana —agrego.
—Nunca deberias estar demasiado seguro de nada —adujo Mellyora.
—Si la hubiera visto una vez, nunca la habria olvidado, y ahora su imagen permanecera conmigo todos los dias de mi vida.
—Que extrano, no se puede ocultar realmente la identidad poniendose simplemente una mascara — comento Mellyora.
—La voz, los gestos delatan —anadio Kim.