alto, pero volaras mas alto aun. Ahora haras lo que sea bueno y justo. Tienes toda la vida por delante. No te inquietes, dulce bien, me alegro de morir. Estare junto a mi Pedro, pues dicen algunos que seguimos viviendo despues de morir. No siempre lo crei, pero quiero creerlo ahora… y como casi todos, creo lo que quiero creer. Vamos, carino mio, no llores. Debo irme y tu quedarte, pero te dejo feliz. Eres libre, mi amor. El hombre de tu corazon te aguarda. No importa donde esten, mientras esten juntos. No te preocupes por la pobre abuelita Be cuando tienes al hombre a quien amas.
—Abuelita, quiero que vivas y estes con nosotros. Quiero que conozcas a nuestros hijos. No puedo perderte, porque algo me dice que nada sera igual sin ti.
—Ah, hubo un tiempo en que eras tan orgullosa y feliz, cuando acababas de convertiria en la senora Saint Larston… Entonces no creo que pensaras en otra cosa sino en hacer la gran dama. Pues ahora, preciosa, seras de nuevo la misma, salvo que esta vez no sera por una mansion y por el hecho de ser una elegante dama; sera por amor a tu hombre… y no hay en el mundo felicidad que se compare con esa. Ahora, querida mia, poco tiempo nos queda, asi que debemos decir lo que se debe decir. Sueltame el cabello, Kerensa. —Te molestaria, abuelita.
—No, sueltamelo, te digo. Quiero sentirlo en torno a mis hombros —insistio ella, y la obedeci—. Es negro todavia… Aunque en los ultimos tiempos he estado demasiado cansada para darle el tratamiento adecuado. El tuyo debe quedar igual, Kerensa. Debes permanecer bella, porque el te ama en parte por eso. La cabana esta tal como la deje, ?no es cierto?
—Si, abuelita —repuse, pues era verdad.
Al irse a vivir con Essie y Joe, ella habia estado ansiosa por conservar su cabana. En los primeros tiempos habia ido alla con frecuencia, y aun utilizaba las hierbas que alli guardaba para sus preparados. Mas tarde habia enviado a Essie en busca de lo que necesitaba, o a veces me habia pedido que lo fuese a buscar.
Nunca me habia gustado ir a la cabana. Habia odiado mis recuerdos de otras epocas, porque uno de mis mayores deseos habia sido olvidar que alguna vez habia vivido en tan humilde situacion. Eso era necesario, me decia yo, para que pudiese representar con exito mi papel de gran dama.
—Entonces ve alla, carino mio, y en el aparador del rincon hallaras mi peineta y mi mantilla, que son tuyas, y alli estara tambien la receta para tu cabello, que lo conservara negro y brillante todos los dias de tu vida. Es facil de preparar con las hierbas adecuadas; ?vieja como soy, no tengo un solo cabello gris! Prometeme que iras, preciosa…
—Lo prometo.
—Y quiero que me prometas otra cosa, mi nina adorada. No apesadumbrarte. Recuerda lo que dije. Llega un momento en que las hojas se marchitan en los arboles y yo no soy mas que una pobre hoja seca a punto de caer.
Hundi la cara en su almohada y empece a sollozar. Ella me acariciaba los cabellos como a una nina, mientras yo le imploraba que me consolara.
Pero la muerte estaba en el recinto; habia ido en busca de abuelita Be y ella no tenia ningun poder, ninguna pocion lista para contener a la muerte.
Murio esa noche. Cuando fui a verla por la manana siguiente se la veia tan tranquila, alli acostada, con la cara rejuvenecida, el negro cabello pulcramente trenzado, como una mujer que esta lista para irse en paz porque su labor esta cumplida.
* * *
Fue Kim, junto con Carlyon y Mellyora, quienes me consolaron despues de morir abuelita Be. Todos hicieron lo posible por arrancarme de mi melancolia; yo me console porque durante esos dias tuve la certeza de que Kim me amaba, y estaba convencida de que el esperaba a que yo me recobrara de la impresion sufrida por el descubrimiento del cadaver de Johnny y la muerte de abuelita.
Solia encontrarlos a el y a Mellyora hablando, de mi, planeando como distraer mis pensamientos de los sucesos recientes. Como resultado se nos agasajaba a menudo en el Abbas y Kim visitaba con frecuencia la Casa Dower. Nunca hubo un dia en que no nos reunieramos.
Carlyon tambien hacia lo posible. Siempre habia sido dulce, pero durante esos dias fue mi acompanante constante; entre los tres me sentia rodeada de amor.
El otono se habia asentado con los habituales ventarrones del sudoeste; los arboles eran rapidamente despojados de sus hojas. Solamente los cortos abetos se inclinaban y oscilaban al viento, tan verdes y brillantes como siempre; en los setos colgaban las telaranas, y en los finos hilos fulguraban las gotas de rocio como cuentas de cristal.
El viento amaino y la niebla llego flotando desde la costa. Esa tarde pendia en trozos cuando me encamine a la cabana de abuelita.
Le habia prometido que iria en busca de la formula que ella tanto habia deseado darme; me la llevaria junto con la peineta y la mantilla, y las guardaria con carino en recuerdo de ella. Joe habia dicho que no debiamos dejar abandonada la cabana. La ordenariamos bien y la alquilariamos. ?Por que no?, pense. Era agradable ser duenos de alguna propiedad, por pequena que fuese, y la cabana que fuera construida en una noche por el abuelo Be tenia cierto valor sentimental.
Siempre me habia parecido que la cabana, estando a cierta distancia del resto de la aldea y rodeado por un bosquecillo de abetos, se encontraba aparte. Me alegre de eso entonces.
Trataba de fortalecerme, porque desde la muerte de abuelita no habia visitado la cabana y sabia que iba a ser una dolorosa experiencia.
Debia tratar de recordar sus palabras. Debia tratar de hacer lo que ella querria. Es decir, olvidar el pasado, no entristecerme, vivir feliz y juiciosa como ella lo habria querido.
Tal vez fuese la quietud de la tarde; tal vez fuese mi mision, pero de pronto tuve una sensacion de inquietud, una extrana percepcion de que no estaba sola; de que en alguna parte, no lejos de alli, alguien me observaba… con perversas intenciones.
Tal vez oi algun ruido en esa tarde silenciosa; tal vez habia estado tan sumida en mis pensamientos, que no lo reconoci como una pisada; pero sin embargo tuve la incomoda sensacion de que era seguida, y mi corazon empezo a latir con rapidez.
—?Hay alguien alli? —pregunte en voz alta.
Escuche. Todo a mi derredor, el silencio era absoluto.
Me rei de mi misma. Me estaba obligando a visitar la cabana, cosa que no queria hacer. Tenia miedo, no de algo maligno, sino de mis propios recuerdos.
Apresure el paso hasta la cabana y entre. Debido a aquel susto repentino en el bosquecillo, eche el pesado cerrojo. Me quede apoyada en la puerta, mirando alrededor de mi esas paredes familiares de arcilla y paja. ?El talfat, donde yo habia pasado tantas noches! Que sitio acogedor me habia parecido durante mis primeros dias en la cabana, cuando habia traido a Joe en busca de un refugio con abuelita.
Las lagrimas me cegaban; no debia haber venido tan pronto.
Procuraria ser juiciosa. El sentimentalismo siempre me habia impacientado y alli estaba ahora, llorando. ?Era esa la muchacha que se habia abierto paso desde la cabana hasta la mansion? ?Era esa la muchacha que habia negado a Mellyora el hombre a quien esta amaba?
'Pero no estas llorando por otros', me dije. 'Estas llorando por ti misma.'
Entre en el deposito y encontre la formula, tal como me habia dicho abuelita. El cielo raso estaba humedo. Para que viviese alguien en la cabana, habria que repararlo. Sin duda seria necesario hacer algunas renovaciones. Tuve la idea de agregarle dependencias, convirtiendola en una casita acogedora.
Entonces, de pronto, me quede inmovil, porque estaba segura de que alguien probaba el picaporte de la puerta, sigilosamente.
Cuando se ha vivido muchos anos en una casa se conocen todos sus ruidos; el chirriar especial del talfat; la tabla del piso que esta suelta, el sonido peculiar del picaporte al levantarse, el crujido de la puerta.
Si alguien estaba afuera, ?por que no golpeaba? ?Por que probaban la puerta con tanto sigilo?
Sali del deposito, entre en la habitacion de la cabana, fui rapidamente a la puerta y alli aguarde a que el picaporte se moviese. No sucedio nada. Y entonces, de pronto, la ventana se oscurecio momentaneamente. Yo, que tan bien conocia la cabana, percibi de inmediato que alguien estaba alli de pie, mirando hacia adentro.
No me movi. Estaba aterrada. Me habian empezado a temblar las rodillas, y cubria mi piel un frio sudor, aunque no sabia por que tenia que estar tan asustada.