– Unos minutos de su tiempo, senor Ancelet. Hara usted un valioso contacto con el LAPD.
– ?Hijo de puta desgraciado! -Mas calmado.
Le ensene la lista de clientes.
– Aqui hay nombres de fulanos sacados de un archivo policial.
– No voy a identificar ninguno de los nombres o seudonimos de mis clientes.
– Ex clientes, entonces; son lo unico que me interesa.
Una mirada furtiva. Unos dedos escudrinadores:
– Aqui esta: «Joseph Arden.» Fue cliente hace varios anos.
Le recuerdo porque mi hija vive cerca de la granja Arden, en Culver City. ?Ese hombre trata con vulgares chicas de la calle?
– Exacto. Y los fulanos siempre conservan el mismo alias. Bien, ?trato ese hombre con la chica de nombre armenio?
– No recuerdo. Pero recuerde lo que le he dicho: no tengo fichas de clientes y mi foto de archivo de esa guarra trasmisora de purgaciones es historia pasada, se lo aseguro.
Una jodida mentira: archivos apilados de pared a pared.
– Escuche una cinta. Seran dos minutos.
Ancelet dio unos golpecitos con la yema del dedo indice sobre la esfera de su reloj de pulsera.
– Un minuto. Tengo que presentarme en el tee de Hillcrest.
Rapido, colocar las bobinas, pulsar
Pulse
– Ese es Joseph Arden. La chica tambien me resulta algo familiar. ?Satisfecho?
– ?Como puede estar seguro? Solo ha escuchado diez segundos.
Mas golpecitos en el reloj.
– Mire, llevo la mayor parte de este negocio por telefono y reconozco las voces. Le explicare mi linea de pensamientos: Yo padezco de asma y ese hombre de la grabacion tenia un ligero resuello asmatico. Enseguida me ha venido a la memoria que hace algunos anos tuve una llamada suya, sin referencias previas. El hombre jadeaba y hablamos del asma. Me dijo que habia oido a dos hombres hablando de nuestros servicios en un ascensor y que habia encontrado el telefono de la agencia en las paginas amarillas de Beverly Hills, donde anuncio abiertamente mi tapadera legal de servicio de azafatas. Le concerte unas cuantas citas, y eso fue todo. ?Satisfecho?
– Y no recuerda a que chicas selecciono, ?verdad?
– Verdad.
– Y el hombre nunca acudio a echar un vistazo a su album de fotos, ?verdad?
– Verdad.
– Y, por supuesto, no guarda ningun archivo de seudonimos de sus clientes…
Golpecitos.
– No. ?Dios, voy a llegar tarde al golf! Bien, senor Policia Amigo de Pete, ya le he complacido mas alla de lo obligado por cortesia; ahora, me hara el favor…
Yo, a la cara:
– Sientese. No se mueva. No descuelgue el telefono.
Ancelet obedecio asustado, crispado, casi amoratado de colera. Los archivos: nueve cajones. Adelante.
Abiertos: carpetas con papeles, etiquetas de identificacion. Nombres masculinos, desmintiendo las afirmaciones del viejo alcahuete. Orden alfabetico: «Amour, Phil», «Anon, Dick», «Arden, Joseph»…
La abri.
Sin nombre verdadero/sin direccion/sin numero de telefono. Ancelet:
– ?Esto es una grosera invasion de la intimidad!
Citas:
14/7/56, 1/8/56, 3/8/56: Lacey Kartoonian (Lucille, probablemente). 4/9/56, 11/9/56: Susan Ann Glynn. Una nota al pie: «Obligar a la chica a usar seudonimo. Me parece que intenta que los clientes puedan localizarla a traves de canales normales para evitar pagar comision.»
– ?Ya estaran en el hoyo dos!
Abri los demas cajones. Uno, dos, tres, cuatro: solo nombres masculinos. Cinco, seis, siete: carpetas con iniciales/fotos de prostitutas desnudas.
– ?Larguese ahora mismo, maldito miron salido, antes de que llame a Mort Riddick!
Saque las carpetas de un tiron: ninguna L.K., ninguna foto de Lucille…
– ?Karen, llama a Mort Riddick, en la comisaria!
De otro tiron, arranque el cable del telefono del despacho del tipo. A Ancelet le temblo el
– ?Senor Ancelet, Mort esta en camino!
La pila de carpetas, menguando, y ninguna L.K. Por fin,
exito con G.B.; entre comillas, «Gloria Benson». El nombre artistico de Glenda; elegido por ella misma, me habia dicho.
Cogi la carpeta, cogi la grabadora y cogi la puerta. Fuera, el coche; quemando llanta camino de mi jurisdiccion.
Un vistazo: dos fotos desnuda, con fecha 3/56. Glenda parecia incomoda. Cuatro «citas» apuntadas y una nota: «Una chica testaruda que volvio a servir mesas.»
Hice pedazos todo aquello.
De pura jodida alegria, hice sonar la sirena.
22
Una Susan Ann Glynn en los archivos de Trafico. Direccion: Ocean View Drive, Redondo Beach.
Veinte minutos en direccion sur. Una casa de tablones de madera, sin vista; una mujer embarazada en el porche.
Aparque y me encamine hacia ella. Rubia, veintitantos anos;
– ?Es usted Susan Ann Glynn?
Me invito a sentarme con un gesto. Expectante: cigarrillos, revistas.
– ?Es usted el policia del que me ha hablado Doug?
Tome asiento.
– ?El la ha avisado?
– Aja. Ha dicho que habia revisado un viejo archivo de clientes en el que aparecia mi nombre. Tambien ha dicho que quiza vendria y me causaria problemas como ha hecho con el. Yo le he dicho que ojala lo hiciera antes de las tres y media, cuando mi marido llega a casa.
Era mediodia.
– ?Su marido no sabe a que se dedicaba antes?
Un llanto de nino dentro de la casa. Susan encendio un cigarrillo por reflejo.
– No. Y apuesto a que si colaboro con usted, no se lo dira.
– Exacto.
Ella carraspeo y sonrio.
– El bebe daba patadas. Bien, esto… Doug ha dicho que el cliente era Joseph Arden, de modo que me he puesto a pensar. Esto no es un asunto de asesinatos ni nada parecido, ?verdad? Porque el hombre se comportaba como un caballero.
– Investigo un robo.