– ?Es el asunto Herrick? -Es todo junto, maldita sea.

36

Reuben Ruiz: convencerle con palabras o por la fuerza. Lo que fuera preciso. Investigaciones me facilito su direccion: South Loma, 229. Bastante cerca. Llegue enseguida; su hermano Ramon, en el porche.

– Reuben esta en Chavez, haciendo de puto para la ciudad de Los Angeles.

Otra vez al coche: Chavez Ravine.

Muy concurrido, ahora; desahucios inminentes. «Aparcamiento Policia»: un solar de tierra. Coches policiales apretujados morro contra cola: de la oficina del sheriff, del LAPD, de los federales. Frente a la calle principal, unas colinas; chiquillos mexicanos arrojando piedras desde ellas. Coches patrulla abollados y llenos de aranazos.

Un camino de acceso, estrecho y polvoriento. Lo recorri hasta llegar a la cumbre. Desde alli, observe el panorama:

Provocadores cargando contra la linea de contencion de los uniformados. La calle principal, acordonada. Chabolas flanqueando calles/laderas/barrancos; todo lleno de notificaciones de desahucio. Equipos de camaras filmando puerta a puerta: federales y un sombrero de ala ancha agitado en alto.

Y un monton de chabolistas apretujados en torno al sombrero. Baje la ladera hacia alli; unos patrulleros me franquearon el paso en el control policial. Contemple el panorama: Shipstad, Milner, Ruiz vestido de torero.

Reuben:

Repartiendo dinero, envuelto por los pachucos.

– ?Dinero!

– ?El jefe Ruiz!

Algarabia de gritos en mexicano. Incomprensibles.

Milner, con cara de asombro: ?que es esto?

Me abri paso a empujones, agitando la mano. Shipstad me vio. Tembloroso y sofocado. Henstell, probablemente, se habia ido de la lengua.

Me hizo senas de que me acercara. Chocamos: las manos a la americana, instintivamente.

– ?Gracias al jefe Reuben! -Ruiz arrojando billetes.

Un solar de tierra a un lado de la calle. Shipstad senalo el lugar. Le segui. La sombra de un arbol, un rotulo: «Notificacion de Desalojo.»

– Justifique esa quema de papeles antes de que Noonan revoque su inmunidad y le haga detener.

Un iman para el ojo: Reuben distribuyendo billetes verdes.

– Mireme, Klein.

A el, jerigonza legal:

– Eran evidencias incriminatorias ajenas al caso. No tenian nada en absoluto que ver con la familia Kafesjian ni estaban relacionadas con aspecto alguno de sus investigaciones o de mi testimonio ante el gran jurado. Noonan ya tiene suficiente contra mi y no he querido proporcionarle mas informaciones por las que podria perseguirme.

– De abogado a abogado, ?como puede llevar esta vida?

Me mordi la lengua.

– Mire, Klein, estamos intentando ayudarle a salir de esto con vida. Estoy desarrollando un plan para trasladarle despues de que testifique y, con franqueza, Noonan opina que no deberia esforzarme tanto en mis preparativos.

– ?Y eso significa…?

– Eso significa que Noonan me desagrada ligeramente mas de lo que me desagrada usted. Y significa que esta a punto de detenerle y designarle testigo hostil, y luego soltarle para que Sam Giancana o quien sea le haga matar.

En tecnicolor: Meg encarcelada/maltratada/cosida a tiros.

– ?Trasladaran a mi hermana?

– Imposible. Esta ultima travesura le ha costado la credibilidad ante Noonan, el trasladar a su hermana no entraba en el compromiso y no existe ningun precedente de que los hampones hagan dano a los parientes de los testigos fugitivos.

COGE DINERO.

Ruiz, arrojandolo a la gente.

– Nosotros somos su unica esperanza. Arreglare las cosas con Noonan, pero presentese en el Edificio Federal pasado manana, a las ocho en punto de la manana, o daremos con usted, detendremos a su hermana e iniciaremos los tramites para una acusacion de fraude a Hacienda.

Griterio de la multitud, polvo. Reuben, mirandonos.

Agite las llaves en alto. El sol se reflejo en el metal. Reuben asintio. Shipstad:

– Klein…

– Estare.

– A las ocho en punto.

– Ya le he oido.

– Es su unica…

– ?Que esta haciendo Ruiz?

El federal volvio la cabeza:

– Expiar sus culpas o algo parecido. ?Puedes culparle? ?Todo esto por un estadio de beisbol?

Reuben se acerco. Shipstad:

– ?Ha venido a verle? ?Y que son esas llaves?

– Dejeme un momento a solas con el.

– ?Es personal?

– Si, es personal.

Shipstad se alejo; Ruiz se cruzo con el y guino un ojo.

Reuben, con el disfraz de torero y una sonrisa:

– Eh, teniente.

Agite las llaves ante el:

– Empieza a hablar.

– No. Antes de hacerlo, asegureme que esto solo es una charla informal entre dos testigos colegas; y asegureme tambien que no tiene interes por endosarle a un pobre peso gallo mexicano una denuncia por robo.

Calle abajo, ruido de excavadoras. Una chabola derribada.

– Las llaves, Reuben. Viste las originales, aprendiste los numeros de memoria e intentaste que el cerrajero te hiciera un duplicado. Y habia marcas de ganzuas y de palancas en las taquillas de la consigna.

– No le he oido decir nada parecido a «Esto es solo una charla entre dos tipos que quieren ahorrarse problemas mutuamente».

Chirridos de la pala excavadora/crujidos de la madera/polvo. El ruido me hizo fruncir el entrecejo.

– No estoy en condiciones de ir deteniendo gente.

– Ya me lo imaginaba, despues de lo que he oido decir a los federales.

– Canta, Reuben. Me da la ligera sensacion de que tienes ganas de hacerlo.

– De hacer penitencia, tal vez. De cantar, no lo se.

– ?Cogiste alguna piel de ese almacen, Reuben?

– Tantas como yo y mis probos compinches de robo nos pudimos llevar. Y ya no queda ninguna. Lo digo por si queria usted un vison para su hermana, la casera.

Flores creciendo entre malas hierbas; el aire, saturado de contaminacion.

– De modo que robas unas cuantas pieles, las vendes y repartes el dinero entre tus pobres hermanos explotados, ?no es eso?

– No. Primero le regalo unas pieles de zorro plateado a la senora Mendoza, que vive en la puerta de al lado,

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