anadio-: Para [Chivers] y para mi, resulto una toma de contacto muy util con un aspecto de la vida que hasta entonces no conociamos, y gran parte de nuestras reservas britanicas desaparecieron en el proceso.»15

El barco fondeo en Panama, donde la construccion del canal -la tentativa mas audaz emprendida hasta entonces por el hombre de domenar la naturaleza- estaba en proceso, y el proyecto proporciono a Fawcett la primera senal de lo que estaba a punto de encontrar: docenas de ataudes apilados en el muelle. Desde el comienzo de la excavacion del canal, en 1881, mas de veinte mil obreros habian muerto victimas de la malaria y de la fiebre amarilla.16

En Ciudad de Panama, Fawcett subio a bordo de un barco con destino a Peru, y luego prosiguio en tren hacia los reverberantes y nevados Andes. A unos tres mil seiscientos metros de altitud, Fawcett abandono el tren y tomo otro barco para cruzar el lago Titicaca («?Que extrano resulta ver vapores transitando aqui arriba, en el techo del mundo!»),17 antes de embutirse en otro tren traqueteante, que le llevo por el altiplano hasta La Paz, capital de Bolivia. Alli espero durante mas de un mes a que el gobierno le proporcionara varios miles de dolares, una suma bastante mas magra de la que habia previsto, para las provisiones y los gastos del viaje. Su impaciencia provoco una discusion con oficiales locales en la que tuvo que mediar el consul britanico. Finalmente, el 4 de julio de 1906, Chivers y el estuvieron listos para partir. Cargaron sus muias con te, leche en conserva, Edwards Desiccated Soup [2], sardinas en salsa de tomate, limonada en polvo efervescente y galletas de semillas de cola, que, segun Hints to Travellers, producian «un maravilloso efecto en la preservacion de la resistencia durante el esfuerzo fisico».18 Tambien compraron instrumentos de topografia, rifles, sogas para descenso de canones, machetes, hamacas, mosquiteras, recipientes para muestras, sedales, una camara estereoscopica, un cernedor para cribar oro y regalos tales como cuentas para establecer contacto con las tribus. Confeccionaron asimismo un botiquin con gasas para hacer vendajes, yodo para las picaduras de los mosquitos, permanganato de potasio para lavar la verdura y las heridas de flecha, un bisturi para cercenar la carne envenenada por las picaduras de serpiente o la gangrena, y opio. En su morral, Fawcett incluyo un ejemplar de Hints to Travellers y su diario, junto con sus poemas favoritos para recitarlos en la selva. Uno de los que solia llevar consigo era «El explorador», de Rudyard Kipling:

Hay algo oculto. Ve y descubrelo. Ve y mira

tras las montanas […]

Algo perdido tras las montanas. Perdido

y esperandote. ?Ve!

Fawcett y Chivers cruzaron los Andes e iniciaron el descenso hacia la jungla. Fawcett, que llevaba calzones de tela de gabardina, botas de cuero, un sombrero Stetson y un panuelo de seda anudado al cuello -su uniforme habitual de explorador-, avanzo por el borde de despenaderos que caian a centenares de metros. Viajaron con ventisca, por lo que los hombres apenas alcanzaban a ver varios metros al frente, aunque oian como las rocas resbalaban bajo los cascos de sus animales de carga y caian al abismo de los collados. Con el viento azotando los picos de seis mil metros de altitud, resultaba dificil creer que se dirigian a la jungla. La altura les provocaba mareos y nauseas. Los animales avanzaban tambaleantes, casi sin aliento, sangrando por el hocico por la falta de oxigeno. Anos despues, en las mismas montanas, Fawcett perderia la mitad de una recua de veinticuatro muias. «La carga de las muias a veces topaba contra los salientes rocosos y [el animal] acababa despenandose entre aullidos al precipicio»,19 escribio.

Fawcett y Chivers fueron encontrando puentes -confeccionados con listones de palmera y cables- de hasta cien metros de largo, que salvaban canones y oscilaban violentamente a merced del viento, como una bandera hecha jirones. Era preciso vendar los ojos a las muias, demasiado asustadas para cruzar. Tras convencerlas a base de artimanas para que cruzaran el puente, los exploradores proseguian con el descenso rodeando penascos y acantilados y avistando los primeros indicios de vegetacion: magnolias y arboles atrofiados. Hacia los mil metros de altitud, donde el calor ya era palpable, encontraron raices y plantas trepadoras que reptaban por las laderas. Y entonces Fawcett, banado en sudor, miro a lo lejos del valle y atisbo arboles con forma de arana y paracaidas, nubes y humo; vias fluviales serpenteando a lo largo de miles de kilometros; un dosel de jungla tan oscura que parecia casi negra: el Amazonas.

Fawcett y Chivers finalmente abandonaron sus animales de carga para seguir viajando en una balsa hecha con ramas y cordeles hasta la frontera del Amazonas, un conjunto de poblaciones al estilo de Dodge y con nombres socarrones, como Esperanza y Villa Hermosa, construidas recientemente en la selva a manos de colonos que habian sucumbido al hechizo del oro negro. Cristobal Colon fue la primera persona en informar que habia visto a indigenas haciendo botar una bola de esa sustancia extrana y pegajosa que brotaba de los arboles tropicales,20 pero fue en 1896, cuando B. F. Goodrich fabrico los primeros neumaticos de automovil en Estados Unidos, cuando la locura del caucho asolo el Amazonas, que albergaba un autentico monopolio de latex de la mejor calidad. En 1912, solo Brasil exporto caucho por valor de mas de treinta millones de dolares, el equivalente actual de casi quinientos millones de dolares.21 Los magnates del caucho habian transformado Manaos, ubicada a orillas del rio Amazonas, en una de las ciudades mas chabacanas del mundo. «No se detenian ante ninguna extravagancia, por absurda que fuera -escribio el historiador Robin Furneaux en The Amazon-. Si un magnate del caucho compraba un yate enorme, otro instalaba un leon amaestrado en su villa, y un tercero lavaba su caballo con champan.»22 Y nada era mas extravagante que el edificio de la opera, con su marmol italiano, su cristal de Bohemia, sus plateas doradas, sus aranas de cristal, sus murales Victorianos y su cupula banada con los colores de la bandera nacional. Prefabricada en Europa y con un coste aproximado de diez millones de dolares de fondos publicos, la opera fue trasladada por piezas en barco a lo largo de mas de mil quinientos kilometros por el Amazonas, donde los obreros trabajaron sin respiro hasta montarla, tambien de noche, bajo las primeras bombillas electricas de Brasil. No importaba que practicamente nadie de Manaos hubiese oido hablar de Puccini ni que mas de la mitad de los miembros de una compania teatral foranea acabara muriendo a consecuencia de la fiebre amarilla. Era la apoteosis del boom del caucho.

La perspectiva de amasar una fortuna habia atraido a miles de obreros analfabetos a la jungla, donde pronto se endeudaron con los magnates del caucho que les habian proporcionado el transporte, la comida y el equipamiento a credito. Pertrechado con una lampara de minero a modo de linterna, el cauchero se abria paso por la jungla a machetazos, trabajando sin respiro de sol a sol, buscando arboles del caucho, y despues, a su regreso, hambriento y afiebrado, pasaba horas encorvado sobre el fuego, inhalando humo toxico, mientras cocia el caucho sobre un asador hasta que este coagulaba. A menudo se tardaba semanas en producir una unica bola del tamano suficiente para ser vendida, y que raramente bastaba para saldar la deuda. Infinidad de caucheros murieron de inanicion, disenteria y otras enfermedades. El escritor brasileno Euclides da Cunha denomino este sistema «la mas criminal organizacion de mano de obra jamas concebida». Y observo que el cauchero «en realidad viene a encarnar una contradiccion colosal: ?es un hombre que trabaja para esclavizarse!». 23

La primera ciudad fronteriza a la que Fawcett y Chivers llegaron fue Rurrenabaque, en el noroeste de Bolivia. Aunque aparecia en letras mayusculas en el mapa de Fawcett, consistia en poco mas que una hilera de cabanas hechas con barro y bambu, que innumerables buitres sobrevolaban en circulos. «Se me cayo el alma a los pies - escribio Fawcett en sus diarios-, y empece a comprender lo ciertamente primitivo que era este pais fluvial.»24

La region no dependia de ningun centro de poder ni de ninguna autoridad gobernante. En 1872, Bolivia y Brasil habian intentado construir un ferrocarril que cruzara la jungla, pero fueron tantos los obreros que murieron a causa de las enfermedades y de los ataques de los indigenas que el proyecto acabo siendo conocido como el Ferrocarril de la Muerte. Se decia que por cada traviesa moria un hombre. Cuando Fawcett llego, mas de tres decadas despues, el ferrocarril se encontraba en fase de construccion a manos de una tercera compania; aun asi, solo se habian colocado ocho kilometros de una via que, segun comento Fawcett, iba «de ninguna parte a ninguna parte».25 Dado su aislamiento, la frontera del Amazonas estaba gobernada por sus propias leyes y, tal como lo definio un observador, si se comparaba con el Oeste americano, este resultaba «tan formal y correcto como una reunion de rezo».26 Cuando un viajero britanico cruzo la region en 1911, informo de un residente que le dijo: «?Gobierno? ?Que es eso? ?Aqui no conocemos gobierno!».27 La region habia

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