sido refugio de bandidos, fugitivos y cazadores de fortuna que llevaban un arma sobre cada cadera, cazaban jaguares al lazo por puro aburrimiento y mataban sin vacilar.
Fawcett y Chivers siguieron sumergiendose en ese mundo y alcanzaron la lejana avanzada de Riberalta. Alli, Fawcett observo que un barco amarraba en la ribera. Un obrero grito: «?Aqui llega el ganado!»,28 y Fawcett vio a guardias con latigos que hacian desembarcar a unos treinta hombres y mujeres indigenas encadenados. Una vez en tierra, los compradores empezaron a inspeccionarlos. Fawcett pregunto a un oficial de aduana quienes eran aquellas personas. «Esclavos», contesto el oficial.
Fawcett se quedo conmocionado al oir aquello, porque eran tantos los obreros que morian en la jungla que los magnates del caucho, para nutrir sus reservas de mano de obra, enviaban partidas de hombres armados a la selva para secuestrar y esclavizar a tribus enteras. En una ocasion, a orillas del rio Putumayo, en Peru, los horrores infligidos a los indigenas se hicieron tan notorios que el gobierno britanico puso en marcha una investigacion que revelo que los autores habian vendido acciones de su compania en la Bolsa de Londres.29 Las pruebas demostraban que la Peruvian Amazon Company habia cometido un genocidio al tratar de pacificar y esclavizar a la poblacion nativa: castraron y decapitaron a indigenas, los rociaron con gasolina y les prendieron fuego, los crucificaron boca abajo, los golpearon, los mutilaron, los hicieron morir de hambre, los ahogaron y los convirtieron en comida para perros. Los secuaces de la empresa tambien violaron a todas las mujeres, y abrieron la cabeza de ninos a golpes. «En algunos sectores, los numerosos cuerpos de las victimas emanan un hedor tal de carne putrefacta que el lugar debe abandonarse temporalmente»,30 comento un ingeniero que visito la region, apodada como el «paraiso del demonio». Sir Roger Casement, consul general britanico a cargo de la investigacion, calculo que unos treinta mil indigenas habian muerto a manos de esta compania cauchera. Un diplomatico britanico concluyo: «No es una exageracion afirmar que esta informacion, al igual que los metodos empleados en la recoleccion de caucho por parte de los agentes de la compania, sobrepasa en horror a todo lo conocido del mundo civilizado durante el ultimo siglo».31
Mucho antes de que, en 1912, el informe de Casement se hiciera publico, Fawcett denuncio estas atrocidades en editoriales de un periodico britanico y en reuniones con altos cargos del gobierno. En una ocasion llamo a los traficantes de esclavos «salvajes» y «escoria». Ademas, sabia que el boom del caucho habia hecho que su propia mision resultara mucho mas dificil y peligrosa. Tribus anteriormente amistosas se mostraban hostiles con los extranjeros. A Fawcett le hablaron de una partida de ochenta hombres en la que «tantos miembros murieron por flechas envenenadas que los demas abandonaron el viaje y se retiraron»;32 a otros viajeros se los encontro enterrados hasta la cintura para que fueran devorados por las hormigas de fuego, los gusanos y las abejas. En la revista de la Royal Geographical Society, Fawcett escribio que «la espantosa politica que generaba el comercio de esclavos, y que fomentaba abiertamente la despiadada matanza de los indios indigenas, muchos de ellos razas inteligentes»33 habia imbuido a los indigenas de una sed de «venganza mortal contra el extranjero», y constituia uno de «los grandes peligros para la exploracion en Sudamerica».34
El 25 de septiembre de 1906, Fawcett y Chivers partieron de Riberalta, acompanados por veinte forajidos y guias nativos que habian reclutado en la frontera. Con ellos iban un cateador jamaicano llamado Willis, quien, pese a su aficion al alcohol, era un cocinero y un pescador de primera («Era capaz de oler la comida y la bebida como el sabueso huele al conejo»,35 bromeo Fawcett), y un antiguo oficial militar boliviano que hablaba ingles con fluidez y hacia las veces de interprete. Fawcett se habia asegurado de que todos los hombres comprendieran en que se estaban metiendo. Cualquiera que se rompiera una pierna o enfermara en el interior de la jungla tendria pocas probabilidades de sobrevivir. Cargar con esa persona supondria arriesgar la supervivencia de toda la partida. La logica de la selva dictaba que fuera abandonada, o, segun las sombrias palabras de Fawcett: «Puede elegir entre las pastillas de opio, el hambre o la tortura si los salvajes le encuentran».36
A bordo de canoas que fabricaron con troncos, Fawcett y sus hombres navegaron hacia el oeste, siguiendo la ruta prevista de casi mil kilometros a lo largo de la frontera entre Brasil y Bolivia. El rio estaba repleto de arboles caidos, y desde las canoas Chivers y Fawcett intentaron abrirse paso con los machetes. Las piranas abundaban en aquella zona y los exploradores se cuidaban de que sus dedos no rozaran la superficie del agua. Theodore Roosevelt, tras explorar un afluente del Amazonas en 1914, describio la pirana como «el pez mas feroz del mundo. -Y anadio-: Desgarra y devora vivo a cualquier hombre o animal herido, ya que la presencia de sangre en el agua lo excita hasta la locura […]. La cabeza, con su boca pequena, sus penetrantes y malevolos ojos, y sus fauces blindadas, es la encarnacion de la ferocidad diabolica».37
Antes de banarse, Fawcett se inspeccionaba el cuerpo en busca de forunculos y cortes. La primera vez que nado en el rio, dijo: «Tenia un ligero nudo en la boca del estomago».38 No solo temia a la pirana, sino tambien al candiru y a la anguila electrica, o
Un dia, Fawcett atisbo algo en la orilla del perezoso rio. Al principio le parecio un arbol caido, pero de pronto el objeto empezo a ondularse en direccion a las canoas. Era mas grande que una anguila electrica y, al verlo, los companeros de Fawcett gritaron. Fawcett alzo el rifle y disparo al objeto hasta que el humo saturo el aire. Cuando la criatura dejo de moverse, los hombres acercaron a ella una canoa. Era una anaconda. En sus informes a la Royal Geographical Society, Fawcett insistio en que media mas de veinte metros («?Serpientes enormes!», anuncio a toda plana un titular de la prensa britanica), aunque gran parte de la anaconda estaba sumergida y seguramente era mas pequena: la mas larga de la que se tiene constancia oficial media ocho metros y medio. (Con esa longitud, una sola anaconda puede pesar mas de media tonelada y, gracias a los musculos elasticos de sus mandibulas, engullir un ciervo entero.) Mientras observaba la serpiente inmovil que tenia frente a el, Fawcett extrajo su cuchillo. Intento cortar un trozo de piel para guardarlo en un recipiente para muestras, pero al clavarle el cuchillo la anaconda dio una sacudida hacia el y los demas, que salieron despavoridos.
Mientras la expedicion avanzaba, sus miembros observaban la jungla. «Era uno de los viajes mas lugubres que habia hecho, pues la quietud del rio resultaba amenazadora, y la corriente calma y las aguas profundas parecian augurar males venideros -escribio Fawcett meses despues de partir de Riberalta-. Los demonios de los rios amazonicos estaban fuera de ellos, manifestando su presencia en cielos plomizos, lluvias torrenciales y umbrios muros de vegetacion.»43
Fawcett impuso un estricto regimen. Segun Henry Costin, antiguo cabo britanico que acompano en varias expediciones posteriores a Fawcett, la partida se levantaba con la primera luz del dia; una persona se encargaba de dar el toque de diana.
Luego los hombres se dirigian al rio, se aseaban, se lavaban los dientes y recogian el campamento, mientras la persona encargada del desayuno prendia una hoguera. «Viviamos de forma sencilla -recordo Costin-. El desayuno solia consistir en gachas, leche enlatada y mucho azucar.»44 En cuestion de minutos, los hombres estaban en marcha. La recopilacion de infinidad de datos para los informes de Fawcett a la RGS -entre otros, inspecciones del entorno, bocetos del paisaje, lecturas barometricas y de temperatura, y catalogos de la flora y fauna- requeria un trabajo concienzudo, y Fawcett se esforzaba con ahinco. «La inactividad era lo que no soportaba»,45 dijo en una ocasion. La jungla parecia exacerbar sus rasgos mas sobresalientes: el coraje y la resistencia, junto con la irascibilidad y la intolerancia frente a las debilidades ajenas. Permitia que sus hombres hiciesen una breve pausa para almorzar -un aperitivo consistente en varias galletas- durante caminatas que llegaban a prolongarse hasta doce horas al dia.