Justo antes de la puesta de sol, indicaba a sus hombres que montasen el campamento. Willis, el cocinero, estaba a cargo de la preparacion de la cena y complementaba la sopa en polvo con los animales que el grupo hubiese cazado. El hambre lo convertia todo en un manjar: armadillos, pastinacas, tortugas, anacondas, ratas. «A los monos se los considera una buena comida -observo Fawcett-. Su carne tiene un sabor bastante agradable, pero al principio la idea me repugnaba porque, extendido sobre el fuego para quemarle el pelo, su aspecto parecia horriblemente humano.»46
Mientras avanzaban por la selva, Fawcett y sus hombres eran mas vulnerables a los depredadores. En una ocasion, una piara de cerdos salvajes corrieron en estampida hacia Chivers y el interprete, que dispararon sus armas en todas las direcciones mientras Willis se encaramo rapidamente a un arbol para evitar recibir un disparo de sus companeros. Incluso las ranas podian resultar mortales al tacto: un solo ejemplar de
Pero no eran los grandes depredadores lo que mas preocupaba a Fawcett y a sus companeros: eran las interminables plagas. Las hormigas bravas podian reducir a jirones la ropa y los morrales de los hombres en una sola noche. Las garrapatas, que se adherian como sanguijuelas (otro azote), y las niguas rojas peludas, que consumian tejido humano. Los milpies, secretores de cianuro. Los gusanos parasitos que causaban ceguera. Las moscas torsalo, que introducian el ovopositor a traves de la ropa y depositaban los huevos bajo la piel, donde eclosionaban y luego anidaban las larvas. Las casi invisibles moscas llamadas pium, que dejaban el cuerpo de los exploradores sembrado de heridas. Y tambien estaban las «chinches besadoras», que picaban a la victima en los labios, transfiriendole un protozoo denominado
Fawcett y sus hombres se protegian con mosquiteras, pero incluso estas resultaban insuficientes. «Las moscas pium caian sobre nosotros en nubes -escribio Fawcett-. Nos veiamos obligados a cerrar con mosquiteras los dos extremos del cobertizo de hojas de palmera [del barco] y a cubrirnos la cabeza con velos, y pese a ello nuestras manos y nuestra cara enseguida se convertian en un tapiz de ampollas diminutas y sangrantes que picaban horrores.»49 Mientras tanto, las
20/10: Atacados en las hamacas por jejenes diminutos de poco mas de dos milimetros de longitud; las mosquiteras no ofrecen proteccion contra ellos; los jejenes pican toda la noche y no dejan dormir.
21/10: Otra noche en vela debido a los jejenes succionadores de sangre.
22/10: Mi cuerpo es una masa de bultos por las picaduras de insectos; munecas y manos hinchadas por las picaduras de los diminutos jejenes. Dos noches casi sin dormir: simplemente horrible. […] Lluvia al mediodia, toda la tarde y casi toda la noche. Se me empaparon los zapatos desde que empezo. […] Lo peor hasta ahora, las garrapatas.
23/10: Noche espantosa con las peores picaduras de jejen hasta ahora; ni siquiera el humo los ahuyenta.
24/10: Mas de la mitad de los hombres enfermos por las picaduras. Munecas y manos hinchadas. Me embadurno las piernas con yodo.
25/10: Me he despertado y he encontrado cubierto de termitas todo lo que dejamos en el suelo. […] Los jejenes succionadores de sangre siguen con nosotros.
30/10: Abejas del sudor, jejenes y
2/11: Veo borroso con el ojo derecho a consecuencia de los jejenes.
3/11: Abejas y jejenes peor que nunca; ciertamente, «no hay descanso para el cansado».
5/11: Mi primera experiencia con las abejas comedoras de carne y carrona. Jejenes en nubes (los peores que hemos encontrado), que estropean la comida porque se llena de cuerpos repugnantes, con el vientre rojo y asquerosamente hinchado con la sangre de uno.51
A los seis meses de expedicion, la mayoria de los hombres, entre ellos Chivers, estaban enfermos y con fiebre. Les aquejaba una sed insaciable, jaquecas insufribles y temblores incontrolables. Sus musculos palpitaban de tal modo que les resultaba dificil caminar. Habian contraido, en la mayor parte de los casos, fiebre amarilla o malaria. Si se trataba de fiebre amarilla, lo que los hombres mas temian era esputar sangre -el llamado «vomito negro»-, lo cual significaba que la muerte les rondaba. Cuando se trataba de malaria -que, segun una estimacion,52 contraian mas del ochenta por ciento de las personas que trabajaban en el Amazonas-, los hombres experimentaban a veces alucinaciones, y podian entrar en coma y morir. En un momento dado, Fawcett compartio una embarcacion con cuatro pasajeros que enfermaron y murieron. Con la ayuda de los remos, los demas cavaron sus tumbas en la orilla. Su unico monumento, comento Fawcett, consistio en «un par de ramas cruzadas y atadas con hierba».53
Una manana, Fawcett advirtio una serie de hendiduras en una ribera fangosa. Se agacho para inspeccionarlas. Eran huellas humanas. Fawcett inspecciono el entorno, y encontro ramas rotas y hojas pisoteadas. Los indigenas seguian sus pasos.
A Fawcett le habian informado que los indios pacaguara vivian a lo largo de las orillas del rio Abuna, y que eran conocidos por secuestrar a los intrusos y llevarselos a la selva.
De otras dos tribus -los parintinin, mas al norte, y los kanichana, en los llanos meridionales de Mojo- se decia que eran canibales. Segun el relato de un misionero que databa de 1781: «Cuando [los kanichana] capturaban prisioneros en sus guerras, bien los conservaban como esclavos, bien los asaban para devorarlos en sus banquetes. Utilizaban a modo de vasos los craneos de aquellos a quienes mataban».54 Aunque los occidentales tenian una fijacion obsesiva con el canibalismo (Richard Burton y otros amigos habian creado el Cannibal Club e inaugurado sus veladas) y con frecuencia exageraban al respecto para justificar la captura de indigenas, no cabe duda de que algunas tribus amazonicas lo practicaban, ya fuera por motivos rituales o por venganza. La carne humana se ingeria siempre de dos formas: asada o hervida. Los guayaki, que practicaban el canibalismo ritual cuando los miembros de la tribu morian, despedazaban los cuerpos en cuartos con un cuchillo de bambu, separando la cabeza y las extremidades del tronco. «Con la cabeza y los intestinos no se sigue la misma 'receta' que con las partes musculosas y los organos internos -explico el antropologo Pierre Clastres, que a principios de la decada de 1960 dedico cierto tiempo al estudio de la tribu-. La cabeza en primer lugar se afeita con sumo esmero […], luego se hierve, como los intestinos, en recipientes de ceramica. En cuanto a la carne en si y a los organos internos, se colocan sobre una gran parrilla que se pone al fuego […]. La carne se asa despacio y la grasa que desprende se vierte de nuevo sobre ella con un
Fawcett inspecciono la zona en busca de indigenas guerreros. Las tribus amazonicas eran expertas en el acecho a sus enemigos. Mientras que a algunas les gustaba anunciar su presencia antes de un ataque, muchas otras se ayudaban de la densa vegetacion para ocultarse mejor. Se pintaban el cuerpo y la cara de negro, con carbon, y de rojo, con unguentos elaborados a partir de bayas y frutos. Sus armas -flechas y dardos soplados con