Varios dias despues, con todo el grupo sumido en la inconsciencia y la vigilia, Fawcett atisbo un ciervo practicamente fuera de su alcance. Solo tenia una oportunidad de disparar, luego el animal desapareceria. «?Por el amor de Dios, no falles, Fawcett!»,14 susurro uno de los hombres. Fawcett se descolgo el rifle; se le habian atrofiado los brazos y sus musculos se tensaron para mantener el canon firme. Tomo aire y apreto el gatillo. El ruido resono en la selva. El ciervo desaparecio como si hubiese sido fruto de su imaginacion delirante. Despues, cuando se acercaron, lo vieron en el suelo, sangrando. Lo asaron y engulleron hasta el ultimo resto de carne, succionando hasta el ultimo hueso. Cinco dias despues encontraron un asentamiento. Aun asi, cinco hombres de la expedicion -mas de la mitad- estaban ya demasiado debiles para recuperarse y murieron poco despues. Cuando regreso a La Paz, Fawcett vio que la gente lo senalaba y lo miraba con descaro: era un esqueleto andante. Envio un telegrama a la Royal Geographical Society en el que informaba: «Infierno verde conquistado».

11. El Dead Horse Camp

– Aqui -dije a mi mujer, senalando la pantalla de mi ordenador, en la que se veia una imagen de satelite del Amazonas-. Aqui es adonde voy.

La imagen reproducia las hendiduras de la tierra alli donde el inmenso rio y sus afluentes la habian excavado sin piedad. Mas tarde fui capaz de mostrarle las coordenadas de forma mas clara con el programa Google Earth, que se dio a conocer en el verano de 2005 y permite aproximarse, en cuestion de segundos, a practicamente cualquier lugar del planeta y a tan solo unos metros de distancia. En primer lugar, teclee nuestra direccion de Brooklyn. La imagen de la tierra empezo a aproximarse, como un misil teledirigido, hacia un conjunto de edificios y calles, hasta que reconoci el balcon de nuestro apartamento. La nitidez era increible. Luego teclee las ultimas coordenadas publicadas de Fawcett y contemple el recorrido de la pantalla por el Caribe y el oceano Atlantico, luego sobre un debil perfil de Venezuela y la Guayana, y por ultimo un borron verde sobre el que se detuvo: la jungla. Lo que antiguamente era un espacio en blanco en el mapa ahora resultaba visible al instante.

Mi mujer me pregunto como sabia adonde tenia que ir, y le hable de los diarios de Fawcett. Le indique en el mapa la primera y presunta ubicacion del Dead Horse Camp, la que hasta entonces todo el mundo habia dado por autentica, y despues las coordenadas que habia encontrado en el cuaderno de bitacora de Fawcett, situadas a mas de ciento sesenta kilometros al sur. A continuacion le mostre un documento que llevaba impresa la palabra «confidencial» y que habia hallado en la Royal Geographical Society. A diferencia de otros escritos de Fawcett, este estaba pulcramente mecanografiado. Databa del 13 de abril de 1924 y se titulaba Case for an Expedition in the Amazonas Basin («Argumentos para una expedicion en la cuenca del Amazonas»).

Desesperado por conseguir una financiacion, al parecer Fawcett habia accedido a ser mas explicito con respecto a sus planes, algo que la Royal Society le habia exigido. Tras casi dos decadas de exploracion, dijo, habia concluido que en la cuenca meridional del Amazonas, entre los afluentes Tapajos y Xingu, se encontraban «los vestigios mas extraordinarios de una civilizacion ancestral».1 Fawcett habia esbozado un mapa de la region y lo habia entregado junto con una propuesta. «Esta region representa la mayor area de territorio inexplorado del mundo -escribio-. La exploracion portuguesa, y toda la subsiguiente investigacion llevada a cabo por brasilenos y extranjeros, se ha limitado invariablemente a las vias fluviales.»2 Por el contrario, el pretendia abrir un camino por tierra entre el Tapajos, el Xingu y otros afluentes, donde «nadie ha penetrado». (Admitio lo peligrosa que resultaba esta empresa, de modo que pidio mas dinero para «traer de vuelta a Inglaterra a los supervivientes», pues «a mi podrian matarme».)3

En una pagina de la propuesta, Fawcett habia incluido varias coordenadas.

– ?Para que son? -pregunto mi mujer.

– Creo que se trata del rumbo que emprendieron despues de dejar el Dead Horse Camp.

A la manana siguiente, embuti mi equipamiento y mis mapas en la mochila, y me despedi de mi mujer y de nuestro bebe.

– No hagas tonterias -me dijo.

A continuacion me dirigi al aeropuerto y embarque en un avion con destino a Brasil.

12. En mano de los dioses

Oh, la «maravillosa perspectiva de volver a casa»,1 escribio Fawcett en su diario. Calles pavimentadas y pulcramente alineadas; casas de campo con techo de paja y tapizadas de hiedra; praderas llenas de ovejas; campanas de iglesia tanendo bajo la lluvia; comercios repletos de jaleas, sopas, limonadas, tartas, helados y vinos napolitanos; peatones subiendo y bajando a empellones de autobuses, tranvias y taxis. Era en lo unico que Fawcett podia pensar durante la travesia en barco, de regreso a Inglaterra, a finales de 1907. Y por fin llego a Devon, donde se reunio con Nina y con Jack, un Jack que ya habia cumplido cuatro anos, que ya corria y hablaba, y con el pequeno Brian, que observo al hombre que estaba en el umbral de la puerta como si fuera un extrano, lo que en realidad era para el. «Queria olvidar las atrocidades, dejar atras la esclavitud, el crimen y las enfermedades espantosas, y volver a estar rodeado de ancianas respetables, cuyas ideas sobre el vicio acababan con las indiscreciones de la criada de Fulana o Mengana -escribio Fawcett en A traves de la selva amazonica-. Queria escuchar la chachara cotidiana del parroco del pueblo, comentar con los paisanos las incertezas del tiempo, encontrar todos los dias el periodico en el plato del desayuno. Queria, en suma, ser una persona 'corriente'.»2 Se bano en agua caliente y se recorto la barba. Arreglo el jardin, acosto a los ninos, leyo junto a la chimenea y celebro la Navidad con su familia, «como si Sudamerica nunca hubiese existido».

Sin embargo, pronto se descubrio incapaz de amoldarse a la quietud. «En lo mas profundo de mi ser, una diminuta voz me llamaba -confeso-. Al principio apenas era audible, pero persistio hasta que ya no pude obviarla. Era la voz de los lugares salvajes, y sabia que ya formaria parte de mi de por vida. -Y anadio-: De forma inexplicable y sorprendente, sabia que amaba aquel infierno. Su garra feroz me habia apresado, y deseaba volver a verlo.»3

Asi, al cabo de solo unos meses, Fawcett volvio a hacer el equipaje y huyo de lo que denominaba «la puerta de una prision que lenta pero inexorablemente me iba confinando».4 A lo largo de los siguientes quince anos, llevo a cabo una expedicion tras otra, en las que exploro miles de kilometros cuadrados del Amazonas y ayudo a redibujar el mapa de Sudamerica. Durante ese tiempo, a menudo descuido tanto a su esposa y a sus hijos como lo habian hecho sus padres con el. Nina comparo su propia vida con la de la esposa de un marinero: una existencia «incierta y solitaria, sin objetivos personales, miserablemente pobre, sobre todo con hijos».5 En una carta enviada a la Royal Geographical Society en 1911, Fawcett manifesto que no «sometere a mi esposa a la ansiedad perpetua de estos arriesgados viajes».6 (En una ocasion le habia mostrado a ella las lineas de la palma de su mano y le habia dicho: «Fijate bien en ellas»; algun dia podrias tener que «identificar mi cuerpo sin vida».)7 Con todo, siguio sometiendola a sus peligrosas compulsiones. En ciertos aspectos, la vida debio de resultar mas facil para su familia cuando el se ausentaba, ya que, cuanto mas tiempo permanecia en casa, tanto mas se le agriaba el caracter. Tiempo despues, Brian confeso en su diario: «Me sentia aliviado cuando el no estaba».8

Nina, por su parte, renuncio a sus ambiciones por las de su marido. El salario anual de Fawcett, de unas seiscientas libras, que sufragaba la comision fronteriza, resultaba escaso para ella y los ninos, por lo que se vio obligada a trasladar a la familia de una casa de alquiler a otra, viviendo siempre en una refinada pobreza. Aun asi, se aseguro de que Fawcett no tuviera de que preocuparse: se encargo de toda clase de tareas -cocinar, limpiar, lavar- a las que no estaba habituada y educo a los ninos en lo que Brian denomino una «democracia

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