Poco a poco, Costin fue recobrando la salud, y cuando Fawcett anuncio que tenia previsto regresar al Amazonas, decidio acompanarle. Segun sus propias palabras: «Es el infierno absoluto, pero a uno en cierto modo le gusta».79 Tambien Manley, pese a su flirteo con la muerte, se comprometio a ir con Fawcett. «El y Costin eran los unicos ayudantes a quienes siempre podre considerar de confianza y que se adaptan perfectamente al entorno, y nunca he deseado mejor compania»,80 dijo Fawcett.
Para Murray, sin embargo, aquella experiencia con el tropico habia sido mas que suficiente. Anhelaba la conocida desolacion del hielo y la nieve, y en junio de 1913 se alisto en una expedicion cientifica canadiense al Artico. Seis semanas despues, el barco en el que viajaba, el
13. Rescate
Cuando aterrice en Sao Paulo, fui a ver a la persona que, estaba seguro, podria ayudarme en mi expedicion: James Lynch. Era el explorador brasileno que en 1996 habia encabezado la ultima gran expedicion en busca de indicios de la partida de Fawcett y que, junto con su hijo de dieciseis anos y otros diez exploradores, habia sido secuestrado por indigenas. Habia oido que, despues de conseguir que lo liberaran y regresar a Sao Paulo, Lynch habia dejado su empleo en el Chase Bank y fundado una empresa de asesoria financiera. (Parte de su nombre era, acertadamente, Phoenix.) Cuando le telefonee, accedio a recibirme en su despacho, que estaba ubicado en un rascacielos del centro de la ciudad. Parecia mayor y de apariencia mas fragil de lo que yo habia imaginado. Llevaba un traje elegante y el pelo, rubio, pulcramente peinado. Me llevo hasta su despacho, situado en la novena planta, y miro por la ventana. «Sao Paulo hace que Nueva York casi parezca pequena, ?no le parece?», dijo, y apunto que en el area metropolitana vivian dieciocho millones de personas. Sacudio la cabeza, maravillado, y se sento a su escritorio.
– Y bien, ?como puedo ayudarle? -Le hable de mis planes para rastrear la ruta de Fawcett-. Tiene el gusanillo de Fawcett, ?eh? -concluyo.
Para entonces, lo tenia ya mas de lo que me atrevia a admitir, y me limite a contestar:
– Parece una historia interesante.
– Oh, lo es, lo es.
Cuando le pregunte como habia conseguido que los liberasen, se puso tenso. Me explico que, despues de que los llevaran a el y a su grupo rio arriba, los indios los habian obligado a desembarcar y a subir por un inmenso terraplen de barro. En lo alto del mismo, apostaron vigias y montaron un campamento provisional. Lynch dijo que habia intentado observar detenidamente el entorno y a sus captores -en busca de algun punto debil-, pero que la oscuridad pronto los envolvio, y a partir de entonces solo pudo diferenciar a los indios por la voz. Ruidos extranos surgian de la selva.
– ?Ha oido alguna vez el sonido de la jungla? -me pregunto Lynch. Negue con la cabeza-. No es lo que uno se imagina -prosiguio-. No es que sea muy bulliciosa, pero siempre habla.
Recordo que habia dicho a su hijo, James Jr., que intentara dormir y que el tambien acabo sucumbiendo al sueno por puro agotamiento. No estaba seguro de cuanto tiempo habia dormido, dijo, pero cuando abrio los ojos, vio, a la luz de la manana, la punta de una lanza que refulgia en la selva.
Se dio media vuelta y vio otra punta brillante, y otra, a medida que mas indios, todos armados, emergian de la selva. Superaban el centenar. James Jr., que tambien se habia despertado con el ruido, susurro: «Estan en todas partes».
– Le dije que todo iria bien, aunque sabia que no era asi -recordo Lynch.
Los indigenas formaron un circulo alrededor de Lynch y de su hijo, y otros cinco, que parecian ser los jefes, se sentaron en tocones frente al grupo.
– Fue entonces cuando supe que nuestro sino estaba a punto de decidirse -dijo Lynch.
El joven indio que habia liderado el asalto avanzo unos pasos y hablo airado ante lo que parecia ser un consejo; ocasionalmente, tras alguno de sus argumentos, varios indigenas hacian chocar los palos de madera contra el suelo en senal de aprobacion. Otros se dirigian a los jefes, y cada poco un indio, que chapurreaba el portugues, traducia para Lynch y su grupo: les dijo que se les acusaba de intrusismo. Las negociaciones se prolongaron durante dos dias.
– Durante horas, que se nos hicieron eternas, debatieron entre ellos y nosotros no sabiamos que estaba pasando -recordo Lynch-. Despues el traductor lo resumia todo en una sola frase. Era algo asi como:
En ese instante la puerta del despacho de Lynch se abrio y entro un joven. Tenia un rostro redondeado, atractivo.
– Este es mi hijo James Jr. -dijo Lynch.
Tenia ya veinticinco anos y estaba prometido en matrimonio. Cuando James Jr. supo que estabamos hablando de la expedicion de Fawcett, dijo:
– ?Sabe?, yo tenia una idea romantica de la jungla, y aquello, de algun modo, hizo que mi perspectiva cambiara.
Lynch dijo que la tribu centro entonces la atencion en su hijo, tocandolo y provocandolo, y Lynch sintio el impulso de decirle que echara a correr hacia la selva, aunque alli tambien acechara la muerte. Pero entonces advirtio que cuatro de los jefes parecian diferir del quinto, quien parecia el menos afectado por las violentas exhortaciones. Mientras varios indigenas indicaban que tenian intencion de atar a su hijo y matarlo, Lynch se levanto ansioso y se dirigio al quinto jefe. Recurriendo al traductor indio, Lynch se disculpo por si sus hombres habian ofendido a su pueblo en algun sentido. Asumiendo la funcion de jefe, me relato Lynch, empezo a negociar directamente con el y accedio a entregarles las embarcaciones y el equipamiento a cambio de la liberacion del grupo. El anciano jefe se volvio hacia el resto del consejo y hablo varios minutos, y, mientras lo hacia, los indigenas se enfurecian cada vez mas. Luego todos guardaron silencio y el jefe supremo dijo algo a Lynch con voz inmutable. Lynch aguardo a que el traductor encontrara las palabras adecuadas, no sin cierta dificultad. Finalmente, dijo: «Aceptamos vuestros regalos».
Antes de que el consejo pudiera cambiar de opinion, Lynch recupero su radio, que la tribu habia confiscado, para enviar un mensaje de socorro senalando sus coordenadas. Se fleto una avioneta para rescatarlos. El valor del rescate ascendio a treinta mil dolares.
Lynch dijo que el fue el ultimo miembro de la partida en ser liberado, y que hasta que estuvo a bordo del avion y a salvo en el aire no volvio a pensar en el coronel Fawcett. Se pregunto si Fawcett y su hijo tambien habrian caido prisioneros, y si habrian intentado sin exito ofrecer un rescate. Mirando por la ventanilla vio el terraplen donde el y su equipo habian pasado tres dias retenidos. Los indios reunian sus pertrechos y Lynch los observo hasta que desaparecieron en el bosque.
– No creo que nadie consiga resolver nunca el misterio de la desaparicion de Fawcett -dijo-. Es imposible.
En la pantalla del ordenador que Lynch tenia sobre el escritorio, adverti una imagen de satelite de unas montanas escarpadas. Para mi sorpresa, tenia relacion con la siguiente expedicion de Lynch.
– Partire dentro de dos dias. Vamos al techo de los Andes.
– Yo no -dijo James Jr.-. Tengo una boda que organizar.
James Jr. se despidio de mi y salio del despacho, y Lynch hablo de su inminente aventura.
– Vamos en busca del avion que se estrello en los Andes en 1937 -dijo-. Nadie ha conseguido encontrarlo. - Parecia emocionado cuando, a media explicacion, se detuvo y dijo-: No se lo diga a mi hijo, pero no me importaria irme con usted. Si encuentra algo sobre Z, informeme, por favor.
Le dije que asi lo haria. Antes de marcharme, Lynch me dio varios consejos.
– En primer lugar, necesitara un guia de primera, alguien que tenga vinculos con las tribus de la region -dijo-.