Muchos antropologos, incluso Burton, practicaban la frenologia: el estudio de las protuberancias del craneo humano, que se consideraban indicativas de la inteligencia y de las peculiaridades del caracter. Un frenologo que comparo dos craneos indios con otros europeos dijo que los primeros se caracterizaban por la «dureza» y el «hermetismo»,37 y que su forma explicaba «la magnanimidad que mostraban los indios en su resistencia a la tortura». Francis Galton, en su teoria de la eugenesia, que en un tiempo conto entre sus adeptos con John Maynard Keynes y Winston Churchill,38 sostuvo que la inteligencia humana era hereditaria e inmutable, y que los pueblos nativos del Nuevo Mundo eran, en esencia, «mentalmente ninos».39 Incluso muchos Victorianos que creian en una «unidad psiquica de toda la humanidad» asumian que las sociedades indigenas se encontraban en una etapa distinta del desarrollo evolutivo. A principios del siglo xx, la entonces popular escuela difusionista de antropologos sostenia que si en algun momento habia existido en Sudamerica una civilizacion ancestral sofisticada, sus origenes se habrian encontrado bien en Occidente bien en Oriente Proximo -en las tribus perdidas de Israel,40 por ejemplo, o en los marineros fenicios-. «Existe toda clase de teorias entre los antropologos respecto de la distribucion de la especie humana», observo Keltie, de la Royal Geographical Society, anadiendo que los antropologos difusionistas «afirman que los fenicios navegaron por todo el oceano Pacifico y que muchos de ellos penetraron en Sudamerica».41

Fawcett estaba profundamente influido por estas ideas; sus escritos estan plagados de imagenes que retrataban a los indios como «ninos joviales» y salvajes «simiescos».42 La primera vez que vio llorar a un indigena se mostro aturdido, pues estaba convencido de que desde un punto de vista fisiologico los indigenas tenian que ser estoicos. Se esforzo por reconciliar lo que observaba con todo cuanto le habian ensenado, y sus conclusiones estaban repletas de circunvoluciones y contradicciones. Creia, por ejemplo, que la jungla albergaba a «salvajes de la mas barbara condicion, hombres mono que viven en agujeros en la tierra y que solo salen de noche»;43 pese a ello, casi siempre describia a los indigenas a quienes conocia como seres «civilizados», con frecuencia mas que los europeos. («Mi experiencia es que pocos de estos salvajes son 'malos' por naturaleza, a menos que el contacto con 'salvajes' del mundo exterior les haya hecho serlo.») 44 Se oponia energicamente a la destruccion de las culturas indigenas por medio de la colonizacion. En la jungla, el absolutista se transformaba en relativista. Tras haber presenciado como una tribu practicaba el canibalismo con uno de sus muertos como parte de una ceremonia religiosa -el cuerpo «asado sobre un gran fuego» y «cortado y repartido entre varias familias»-,45 Fawcett imploro a los europeos que no deplorasen aquel «sofisticado ritual».46 Detestaba clasificar a los indigenas no aculturados como «salvajes» -la terminologia comun en aquel entonces-, y observo que los afables y decentes echoja eran «una prueba evidente de lo injustificada que esta la condena general de todos los pueblos que habitan la selva».47 Ademas de adoptar costumbres de los indios, aprendio a hablar un sinfin de lenguas indigenas. «Conocia a los indios como pocos hombres blancos han llegado a conocerlos, y tenia el don de las lenguas -observo Thomas Charles Bridges, escritor de obras de aventuras y colega de Fawcett-. Pocos hombres han poseido en la historia ese don en un grado tan notable.»48 Costin, resumiendo la relacion de Fawcett con los nativos del Amazonas, se limito a decir: «Los comprendia mejor que nadie».49

Con todo, Fawcett nunca consiguio encontrar el camino de salida en lo que el historiador Dane Kennedy ha denominado el «laberinto mental racial».50 Cuando Fawcett se encontraba con una tribu altamente sofisticada, a menudo intentaba buscar indicadores raciales -mas «blancura» o «rojez»- que pudieran reconciliar la nocion de una sociedad indigena avanzada con sus creencias y actitudes victorianas. «Existen tres tipos de indigenas -escribio en una ocasion-. Los primeros son dociles y pusilanimes […]; los segundos, canibales peligrosos y repulsivos, dificiles de encontrar, y los terceros, un pueblo robusto y de piel clara que debe de tener un origen civilizado.»51

La idea de que las Americas albergaran a una tribu «de piel clara» o «indios blancos» pervivia desde que Colon aseguro haber visto a varios nativos que eran tan «blancos como nosotros».52 Mas tarde, varios conquistadores dijeron que habian encontrado una sala azteca llena de «hombres, mujeres y ninos con la caramel cuerpo, el pelo y las pestanas blancos de nacimiento».53 La leyenda de los «indios blancos» tal vez habia arraigado con mayor fervor en el Amazonas, donde los primeros exploradores espanoles que descendieron el rio describieron a mujeres guerreras «muy blancas y altas».54 Muchas de estas leyendas encuentran, sin duda, sus origenes en la existencia de tribus de piel marcadamente mas clara. Una comunidad de indios insolitamente altos y palidos del este de Bolivia recibio el nombre de «yurucare», que literalmente significa «hombres blancos». Los yanomami del Amazonas fueron tambien conocidos como «indios blancos» debido a su tez clara, al igual que ocurrio con los wai-wai de la Guayana.

En los tiempos de Fawcett, la «cuestion de los indios blancos», como se la llamo, dio credito a la teoria de los difusionistas de que los fenicios o algun otro pueblo occidental, como los atlantes o los israelitas, habian migrado a la jungla miles de anos antes. En un principio, Fawcett se mostro esceptico ante la existencia de «indios blancos», considerando que las pruebas eran «debiles», pero con el tiempo parecieron proporcionarle una salida de su propio laberinto mental respecto a la cuestion racial: si los indios descendian de una civilizacion occidental, no cabia duda de que eran capaces de crear una sociedad compleja. Fawcett nunca consiguio dar el salto final de un antropologo moderno y aceptar que las civilizaciones complejas eran capaces de surgir de forma independiente unas de otras. Como resultado, mientras que algunos antropologos e historiadores actuales consideran a Fawcett un adelantado para su epoca, otros, como John Hemming, lo retratan como un «explorador nietzscheano»55 que peroraba «galimatias eugenesicos». En verdad, era ambas cosas. Por mucho que Fawcett se rebelara contra las costumbres victorianas -haciendose budista y viviendo como un guerrero indigena-, nunca consiguio trascenderlas. Esquivo toda clase de patologias en la jungla, pero no supo liberarse de la perniciosa enfermedad de la raza.

Lo que si resulta coherente en sus escritos es la creencia, cada vez mas solida, de que el Amazonas y sus pobladores no respondian al prototipo que se habia establecido al respecto. Faltaba algo. Durante sus autopsias se habia encontrado con muchas tribus cuyas caracteristicas no se ajustaban a las teorias expuestas por la etnologia europea.

En 1914, Fawcett viajaba con Costin y Manley por un rincon remoto del Amazonas brasileno, lejos de los grandes rios, cuando la jungla de pronto se abrio en un claro enorme. Bajo la repentina e intensa luz, Fawcett vio un conjunto de hermosas casas de paja con tejado abovedado; algunas superaban los veinte metros de altura y los treinta de diametro. Cerca de alli habia plantaciones de maiz, mandioca, platanos y patatas dulces. No parecia haber nadie en las proximidades, y Fawcett pidio a Costin que inspeccionase el interior de una de las casas. Cuando Costin llego a la entrada, vio en su interior a una solitaria anciana inclinada sobre un fuego, cocinando. El aroma a mandioca y patata llego flotando hasta el y, acuciado por el hambre, se sorprendio entrando a pesar del peligro que aquello conllevaba. Fawcett y Manley percibieron tambien el olor y le siguieron. Los hombres se llevaron una mano al estomago y la perpleja mujer les ofrecio cuencos con comida. «Probablemente ninguno de nosotros habia probado nunca nada tan bueno»,56 recordo Fawcett tiempo despues. Mientras los exploradores comian, a su alrededor empezaron a aparecer guerreros con el cuerpo pintado a franjas. «Entraron por varios accesos en los que no habiamos reparado, y por el que teniamos al lado vimos las sombras de mas hombres que permanecian fuera»,57 escribio Fawcett. Tenian la nariz y la boca perforadas por estaquillas de madera; llevaban arcos y cerbatanas.

Fawcett susurro a Costin y a Manley: «?No os movais!».58

Segun Costin, Fawcett se desato despacio el panuelo que llevaba al cuello y lo dejo en el suelo, a modo de presente, frente a un hombre que parecia ser el jefe. El hombre lo cogio y lo examino en un adusto silencio.

– Tienes que darle algo -dijo Fawcett a Costin.

«Yo cometi un error garrafal -recordo Costin mas tarde-. No solo saque un fosforo sino que lo prendi.»59

El panico cundio entre los indigenas y Fawcett se apresuro a hurgar en un bolsillo en busca de otro regalo: un refulgente collar. Un miembro de la tribu, a cambio, ofrecio a sus visitantes calabazas llenas de cacahuetes. «Nuestra amistad fue asi aceptada -escribio Fawcett-, y el propio jefe se sento sobre un escabel curvado y compartio los cacahuetes con nosotros.»60 Habian trabado amistad con un grupo de indios desconocidos hasta entonces y al que Fawcett clasifico como los maxubi.61 Durante su estancia alli, Fawcett descubrio algo que nunca antes habia visto: una poblacion grande, de varios miles de personas. Asimismo, el poblado estaba rodeado de asentamientos indigenas con otros tantos miles de pobladores. (El hallazgo de Fawcett de tantos indios desconocidos incito al presidente de la American Geographical Society a

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