(No era la primera vez que se llamaba farsante a Landor: tras culminar un pico del Himalaya, Douglas Freshfield, uno de los escaladores mas celebres de su tiempo y futuro presidente de la RGS, dijo que «ningun montanero puede aceptar las maravillosas gestas de velocidad y resistencia que el senor Landor cree haber llevado a cabo» y que su «historia sensacionalista» afecta al «honor, tanto en el pais como en el continente, de los viajeros, los criticos y las sociedades cientificas inglesas».)82 El doctor Rice, por su parte, encontro en un principio «ininteligible»83 el relato de Roosevelt, pero, despues de que este le proporcionase mas detalles, se disculpo. Aunque Fawcett nunca dudo del hallazgo del ex presidente, lo desestimo con aspereza como un buen viaje «para un anciano».84

«No deseo menospreciar otros trabajos de exploracion en Sudamerica -puntualizo Fawcett a la RGS-, sino tan solo senalar la inmensa diferencia que existe entre los viajes por rio, libres del gran problema de la comida, y los viajes a pie por la jungla, cuando uno se ve obligado a soportar sus condiciones y a penetrar de forma deliberada en santuarios indigenas.»85 Tampoco le impresiono Landor, a quien consideraba «un embaucador desde el principio».86 Fawcett dijo a Keltie que no albergaba deseo alguno de ser «incluido junto con los salvajes Landores y Roosevelts en la supuesta fraternidad de la exploracion».87

Fawcett habia expresado a menudo admiracion por Rondon, pero finalmente acabo sospechando tambien de el. Sostenia que sacrificaba demasiadas vidas viajando con partidas numerosas. (En 1900, Rondon se embarco en una expedicion con ochenta y un hombres y regreso solo con treinta; el resto habia muerto o habia sido hospitalizado, o bien habia desertado.)88 Rondon, un hombre orgulloso y profundamente patriotico, no entendia por que Fawcett -que habia dicho a la RGS que preferia incorporar en sus equipos a «caballeros [ingleses], debido a su mayor capacidad de resistencia y entusiasmo por la aventura»-89 siempre se resistia a llevar soldados brasilenos en sus expediciones. Un colega de Rondon comento que al coronel le disgustaba «la idea de que un extranjero venga aqui a hacer lo que los brasilenos podian hacer por si mismos».90

Pese a su invulnerabilidad frente a las condiciones mas brutales de la jungla, Fawcett era hipersensible a la menor critica personal. Un alto cargo de la RGS le aconsejo: «Creo que le preocupa en exceso lo que la gente diga de usted. En su lugar, yo no me inquietaria por eso. Nada tiene mas exito que el mismo exito».91

Aun asi, mientras recababa pruebas de la existencia de una civilizacion perdida en el Amazonas, a Fawcett le angustiaba que alguien como el doctor Rice pudiera ir tras la misma pista. Cuando Fawcett insinuo a la RGS el nuevo derrotero de sus investigaciones antropologicas, Keltie le contesto por carta que el doctor Rice estaba «decidido a volver a ir» y que podria estar «dispuesto a hacerse cargo de la tarea que usted indica».92

En 1911, la cohorte de exploradores de Sudamerica, junto con el resto del mundo, se quedo atonita ante el anuncio de que Hiram Bingham, antiguo companero de viaje del doctor Rice, habia descubierto con la ayuda de un guia peruano las ruinas incas de Machu Picchu, a casi dos mil quinientos metros de altitud sobre el nivel del mar, en los Andes. Aunque Bingham no habia encontrado una civilizacion desconocida -el imperio inca y sus obras arquitectonicas monumentales estaban bien documentadas-, si habia ayudado a arrojar luz sobre este mundo ancestral de un modo asombroso. La revista National Geographic, que dedico todo un ejemplar al hallazgo de Bingham, observo que los templos, los palacios y las fuentes de piedra de Machu Picchu - con toda probabilidad, un lugar de retiro del siglo xv para la nobleza inca- podrian «resultar el conjunto de ruinas mas importante descubierto en Sudamerica».93 El explorador Hugh Thomson posteriormente lo denomino «el culmen de la arqueologia del siglo xx».94 Bingham fue catapultado a la estratosfera de la fama. Fue incluso elegido senador de Estados Unidos.

El descubrimiento espoleo la imaginacion de Fawcett. Sin duda tambien le mortifico. Pero Fawcett creia que las pruebas que el habia reunido indicaban algo potencialmente mas trascendental: los restos de una civilizacion aun desconocida en el corazon del Amazonas, donde durante siglos los conquistadores habian buscado un reino ancestral, un lugar llamado El Dorado.

15. El dorado

Las cronicas estaban enterradas en los sotanos polvorientos de viejas iglesias y bibliotecas, y desperdigadas por el mundo. Fawcett, tras aparcar temporalmente su uniforme de explorador y vestido con ropa mas formal, investigo en todas partes en busca de esos manuscritos que narraban los viajes al Amazonas de los primeros conquistadores. Esta clase de documentos caian con frecuencia en el descuido y el olvido; unos cuantos, temia Fawcett, se habian perdido para siempre, y, cuando descubria alguno, copiaba pasajes cruciales en sus cuadernos de notas. Investigar aquello le llevo mucho tiempo, pero poco a poco Fawcett fue reconstruyendo la leyenda de El Dorado.

«El Gran Senor […] circula constantemente cubierto con una capa de polvo de oro tan fino como la sal molida. Considera que resultaria menos hermoso llevar cualquier otro ornamento. Seria ordinario ponerse armaduras de oro moldeadas o esculpidas, pues otros senores ricos las llevan cuando lo desean. Pero empolvarse con oro es algo exotico, insolito, novedoso y mas costoso, ya que por la manana reemplaza lo que lava la noche anterior, que de este modo se pierde, y lo hace todos los dias del ano.»1

Asi, segun relato el cronista Gonzalo Fernandez de Oviedo en el siglo xvi, comenzo la historia de El Dorado.2 Su nombre hace referencia al «hombre dorado». Los indigenas hablaron a los espanoles de este regente y de su gloriosa tierra, y el reino se convirtio en sinonimo de ambos. Otro cronista informo que el rey se embadurnaba con oro y flotaba en el lago, «refulgiendo como un rayo de sol», mientras sus subditos hacian «ofrendas de joyas de oro, exquisitas esmeraldas y otros ornamentos personales».3 Por si estas cronicas no hubiesen bastado para espolear los codiciosos corazones de los conquistadores, se creia ademas que el reino contenia larguisimas ringleras de canelos o arboles de la canela, una especia en aquel entonces casi tan preciada como el oro.

Por fantasiosas que resultasen estas historias,4 existian precedentes en la busqueda de fabulosas ciudades en el Nuevo Mundo. En 1519, Hernan Cortes cruzo el paso elevado que daba acceso a la capital azteca de Tenochtitlan, situada en medio de una isla, rodeada de un lago. Refulgia bajo el sol con sus innumerables piramides, palacios y elementos decorativos. «Algunos de nuestros soldados incluso preguntaron si lo que veiamos no seria un sueno»,5 escribio el cronista Bernal Diaz del Castillo. Catorce anos despues, Francisco Pizarro conquisto Cuzco, la capital de los incas, cuyo imperio llego a abarcar casi dos millones de kilometros cuadrados y albergo a mas de diez millones de personas. Haciendose eco de Diaz, Gaspar de Espinosa, gobernador de Panama, dijo que las riquezas de la civilizacion inca eran «como algo salido de un sueno».6

En febrero de 1541, Gonzalo Pizarro, el hermanastro pequeno de Francisco y gobernador de Quito, organizo la primera expedicion en busca de El Dorado. Desde alli escribio al rey de Espana: «Segun numerosas cronicas que he recibido en Quito y fuera de esa ciudad, procedentes de jefes prominentes y de edad muy avanzada, asi como de espanoles, cuyos relatos coinciden entre si, la provincia de La Canela y el lago El Dorado eran una tierra muy populosa y rica, y decidi ir a conquistarla y explorarla».7 Osado y apuesto, codicioso y sadico - el prototipo de conquistador-, Gonzalo Pizarro estaba tan seguro de su inminente exito que invirtio toda su fortuna en reunir un ejercito que supero incluso a aquel que habia capturado al emperador inca.

Mas de doscientos soldados partieron en procesion montados a caballo y ataviados como caballeros, con yelmos de hierro, espadas y escudos, acompanados de cuatro mil indigenas esclavizados, vestidos con pieles de animales, a los que Pizarra habia mantenido encadenados hasta el dia de la partida. Tras ellos avanzaban carretas tiradas por llamas y cargadas con unos dos mil bulliciosos cerdos y, por ultimo, cerca de dos mil perros de caza. Para los nativos, la escena debio de resultar tan asombrosa como la vision de El Dorado. La expedicion se dirigio al este desde Quito para franquear los Andes, donde un centenar de indigenas murieron de frio, para internarse finalmente en la cuenca del Amazonas. Abriendose camino por la jungla con la ayuda de las espadas, sudando dentro de la armadura, sedientos, hambrientos, empapados y abatidos, Pizarro y sus hombres

Вы читаете La ciudad perdida de Z
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату