reforzo la creencia de que los relatos de los conquistadores estaban «repletos de mentiras»,27 tal como un historiador habia afirmado con anterioridad en referencia a la cronica de Carvajal. Sin embargo, ?por que tantos cronistas proporcionaron testimonios tan similares? Recordando una expedicion liderada por alemanes, por ejemplo, un historiador del siglo xvi escribio:

Tanto el general como los demas vieron una ciudad de medidas desproporcionadas, bastante cerca […]. Era compacta y estaba bien ordenada, y en el centro habia una casa que sobrepasaba con creces a las demas en tamano y altura. Preguntaron al jefe que llevaban como guia: «?De quien es esa casa, tan extraordinaria y eminente entre las demas?». El hombre contesto que era la casa del jefe, llamado Qvarica. Tenia varias efigies o idolos de oro del tamano de ninos, y una mujer hecha por entero de oro, que era su diosa. El y sus subditos poseian otras riquezas. Pero, a poca distancia, habia otros jefes que superaban a este en cantidad de subditos y de riquezas.28

Un soldado de otra expedicion recordo mas tarde que «habian visto ciudades tan grandes que estaban atonitos».29

Fawcett se preguntaba adonde habria ido toda aquella gente. Especulaba con la idea de que la «introduccion de la viruela y las enfermedades europeas exterminasen a millones de indigenas».30 Aun asi, las poblaciones del Amazonas parecian desvanecerse de forma tan repentina y rotunda que Fawcett contemplaba la posibilidad de que hubiese ocurrido algo mas dramatico, incluso una catastrofe natural. Habia empezado a creer que el Amazonas contenia «los mayores secretos del pasado, aun vedados incluso a nuestro mundo actual». 31

16. La caja fuerte

– Me temo que no hay modo de que vea el documento. Esta guardado en una camara de seguridad.

Habia llegado a Rio de Janeiro y hablaba por telefono con un estudiante universitario que me habia ayudado a rastrear otro documento, lo que Fawcett consideraba la prueba ultima que corroboraba su teoria de la existencia de una civilizacion perdida en el Amazonas. El manuscrito se encontraba en la Biblioteca Nacional de Brasil, en Rio, y era tan antiguo y se hallaba en unas condiciones tan pesimas que lo conservaban en una caja fuerte. Yo habia cumplimentado solicitudes formales y efectuado otras tantas por correo electronico. Nada funciono. Finalmente, como ultima tentativa, fui a Rio en avion para solicitarlo en persona.

Ubicada en el centro de un edificio neoclasico con columnas y pilastras corintias, la biblioteca contiene mas de nueve millones de documentos: es el archivo mas grande de Latinoamerica. Fui escoltado escaleras arriba hasta el departamento de manuscritos, una sala tapizada de libros que se prolongaba a lo largo de varios niveles hasta el techo, un vitral por el que se filtraba una luz tenue que revelaba, entre la grandiosidad de la estancia, ciertos indicios de deterioro: escritorios en estado ruinoso y bombillas polvorientas. En toda aquella area reinaba el silencio, y hasta el roce de las suelas de mis zapatos contra el suelo resultaba audible.

Habia acordado una cita con la responsable del departamento de manuscritos, Vera Faillace, una erudita con media melena y gafas. Me saludo en la puerta de seguridad y, cuando le pregunte por el documento, dijo:

– Es, sin lugar a dudas, el manuscrito mas famoso y codiciado que tenemos en este departamento.

– ?Cuantos manuscritos tienen aqui? -le pregunte, sorprendido.

– Alrededor de ochocientos mil.

Comento que cientificos y cazadores de tesoros de todo el mundo habian querido estudiar aquel documento en particular. Despues de que se supiera que Fawcett se habia basado en el para elaborar su teoria, dijo, sus adeptos lo habian tratado casi como un icono religioso. Al parecer, era el Santo Grial para los freaks de Fawcett.

Recite todo lo que habia planeado decirle para convencerla de que me dejara ver el documento original, entre otras cosas, lo importante que era para mi comprobar su autenticidad y la promesa de no tocarlo; un discurso que comenzo con sobriedad pero que fue volviendose, para mi desesperacion, cada vez mas abstracto y grandilocuente. Aun asi, Faillace enseguida me interrumpio con un gesto de la mano y me indico que cruzara la puerta de seguridad.

– Esto debe de ser muy importante para usted. Ha venido de muy lejos sin saber si podria ver el documento -dijo-. Lo he dejado sobre la mesa.

Y alli, a solo unos metros de distancia, abierto como una Tora, estaba el manuscrito de apenas cuarenta por cuarenta centimetros. Sus paginas habian adquirido una tonalidad amarronada, casi dorada y tenia los bordes desgastados.

– Es pergamino -me explico Faillace-. Data de antes de que empezara a anadirse pulpa de madera al papel. Es una especie de tela.

Las paginas mostraban una bella caligrafia en tinta negra, pero muchos fragmentos se habian desvanecido o habian sido engullidos por gusanos e insectos.

Mire el titulo que encabezaba la primera pagina. Estaba escrito en portugues y decia: «Relato historico de una ciudad grande, escondida y muy antigua […] descubierta en el ano 1753».

– ?Entiende la siguiente frase? -pregunte a Faillace.

Ella nego con la cabeza, pero mas abajo las palabras volvian a ser legibles, y un bibliotecario que hablaba ingles con fluidez me ayudo a traducirlas poco a poco. Habian sido escritas por un bandeirante portugues, un «soldado de fortuna». (Su nombre resultaba indescifrable.) En la cronica describia como el y sus hombres, «incitados por una codicia insaciable de oro», habian partido hacia el interior de Brasil en busca del tesoro: «Tras una peregrinacion larga y problematica […] y casi perdidos durante muchos anos […], descubrimos una cadena de montanas tan altas que parecian llegar a las regiones etereas, y servian de trono al Viento o a las mismas Estrellas». Finalmente, decia el bandeirante, el y su partida encontraron un sendero entre las montanas, que parecian haber sido «cortadas en dos por el arte y no por la naturaleza». Cuando llegaron al final del sendero, alzaron la mirada y vieron una escena cautivadora: bajo ellos se extendian las ruinas de una ciudad antigua. Al alba, los hombres cargaron sus armas y descendieron. Entre enjambres de murcielagos, hallaron arcadas de piedra, una estatua, caminos y un templo. «Las ruinas mostraban bien el tamano y el esplendor de lo que debio de haber alli, y lo muy poblada y opulente que habia sido en la epoca en la que habia prosperado», escribio el bandeirante.

Cuando la expedicion regreso a la civilizacion, el bandeirante habia enviado ya el documento con la «informacion confidencial» al virrey, «en recuerdo de lo mucho que os debo». Instaba a su «Excelencia» a enviar una expedicion para encontrar y «hacer uso de estas riquezas».1

Se desconoce lo que el virrey hizo con el informe, o si el bandeirante intento volver a la ciudad. Fawcett habia encontrado el manuscrito mientras examinaba documentos en la Biblioteca Nacional de Brasil. Durante mas de un siglo despues de que se redactara, segun afirmo el mismo, el manuscrito habia permanecido «clasificado» en archivos burocraticos. «Para una administracion sumida en la ferrea intolerancia de una Iglesia omnipotente, resultaba dificil dar mucho credito a algo como una civilizacion ancestral»,2 escribio Fawcett.

La bibliotecaria senalo el final del documento.

– Mire eso -dijo.

Habia varios diagramas extranos que parecian jeroglificos. El bandeirante afirmaba que habia visto esas imagenes talladas en algunas de las ruinas. Me resultaban conocidas, y cai en la cuenta de que eran identicas a los dibujos que habia encontrado en uno de los diarios de Fawcett: debia de haberlos copiado tras ver el documento.

La biblioteca estaba a punto de cerrar, y Faillace vino a rescatar el antiguo manuscrito. Mientras observaba como lo llevaba con sumo cuidado de vuelta a la caja fuerte, comprendi por que Brian Fawcett, al ver el documento anos despues de que su padre y su hermano hubiesen desaparecido, habia proclamado: «?Parece

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