Se creia que los indios kalapalo -entre ellos los que aparecen en esta fotografia que tomo un misionero en 1937- sabian lo que realmente les ocurrio a Fawcett y su partida.

(Abajo) James Lynch y su hijo de dieciseis anos, James Jr., partieron a la jungla en 1996 con la esperanza de resolver el misterio de Fawcett de una vez por todas.

Cortesia de James Lynch

Paolo Pinage (izquierda), que guio al autor al Amazonas, descansa en el hogar de un indio bakairi durante el Viaje.

El autor (en primer plano) camina con indios bakairi por la jungla siguiendo la misma ruta que Fawcett recorrio ochenta anos atras.

Dos indios kuikuro danzan para celebrar el espiritu «torbellino». Cortesia de Michael Heckenberger

Indios kuikuro participan en uno de sus rituales mas sagrados, el Kuarup, que venera a los difuntos.

El arqueologo Michael Heckenberger charla con Afukaka, jefe de los indios kuikuro.

Cortesia de Michael Heckenberger

Toma aerea del asentamiento kuikuro con una plaza circular y casas abovedadas a lo largo de su perimetro.

Cortesia de Michael Heckenberger

Fawcett a Keltie a principios de 1918. Ese mismo ano afirmaria en la revista Travel: «Sabiendo lo que estos viajes por el corazon de la selva significan para hombres mucho mas jovenes que yo, no quiero demorar la accion».36

El 28 de junio de 1919, casi cinco anos despues de que Fawcett regresara del Amazonas y poco antes de cumplir cincuenta y dos anos, finalmente los alemanes firmaron un tratado de paz y se rindieron. Unos veinte millones de personas habian muerto y al menos otros veinte millones habian quedado heridas. Fawcett describio «todo el asunto» como un «suicidio»37 para la civilizacion occidental, y pensaba que «muchos miles [de personas] habran sobrevivido a esos cuatro anos de barro y sangre con un desencanto similar».38

De regreso en su hogar, en Inglaterra, vio a su esposa y a sus hijos con regularidad por primera vez en anos. Le sorprendio cuanto habia crecido Jack, como se le habian ensanchado los hombros y fortalecido los brazos. Jack habia celebrado recientemente su decimosexto cumpleanos y era «?casi tres centimetros, como minimo, mas alto que su padre!»,39 escribio Nina en una carta dirigida a Harold Large, un amigo de la familia que vivia en Nueva Zelanda. Jack se habia convertido en un atleta de fuerte complexion y preparaba su cuerpo para el dia en que fuera lo bastante mayor para aventurarse con su padre en la jungla. «Todos asistimos a los juegos deportivos y le vimos ganar el segundo premio en salto de altura y en alzamiento de pesas»,40 dijo Nina.

Fawcett y Jack practicaban juntos sus deportes habituales, pero ahora el hijo a menudo superaba al padre en habilidad. Jack escribio a Large, alardeando: «He jugado un partido de criquet fantastico, pues soy el segundo capitan del equipo [de la escuela] y he ganado el promedio de bolas y he quedado segundo en promedio de bateo. Tampoco he fallado recogiendo la bola ni una sola vez en toda la temporada». Escribia con una mezcla de petulancia e inocencia juveniles. Tambien le conto que se habia aficionado a la fotografia y que habia hecho «algunas fotos fantasticas».41 Ocasionalmente, en sus cartas incluia una caricatura en tinta de su hermano o hermana.

Pese a su desparpajo y a su complexion atletica, en muchos sentidos Jack seguia siendo un adolescente torpe que se sentia inseguro a la hora de relacionarse con las chicas y que se empenaba desesperadamente en respetar los dictados monacales de su padre. Solo parecia realmente comodo en la compania de su amigo de la infancia, Raleigh Rimell. Brian Fawcett dijo que Raleigh era el «capaz y voluntarioso teniente»42 de Jack. Durante la guerra, los dos amigos disparaban a los estorninos que se posaban en los tejados de las casas aledanas, escandalizando con ello a los vecinos y a la policia local. Una vez, Raleigh destrozo un buzon y fue requerido por la policia, que le impuso una multa de diez chelines para reemplazarlo por uno nuevo. Siempre que Raleigh pasaba junto al buzon nuevo, le sacaba brillo con un panuelo y proclamaba: «Eh, ?sabeis?, es mio».43

En las raras ocasiones en que Raleigh no estaba con Jack, era Brian Fawcett quien le seguia a todas partes. Brian era diferente de su hermano mayor; de hecho, era diferente de la mayoria de los varones Fawcett. Carecia de su destreza atletica, y con frecuencia, tal como el mismo admitio, era victima de los abusos de otros ninos «hasta el estupor». Sufriendo a la sombra de su hermano, Brian recordo: «En la escuela, siempre era Jack quien destacaba en los juegos, en las peleas y soportando los severos azotes del director».44

Aunque Nina creia que sus hijos no albergaban «sentimientos ocultos de miedo o desconfianza»45 para con ella o con Fawcett, a Brian le afectaba la actitud de su padre, pues daba la impresion de que siempre queria jugar con Jack y que trataba a este como a un futuro explorador; incluso le regalo el mapa del tesoro de Ceilan. En una ocasion, Brian comento en una carta a su madre que al menos cuando su padre estaba de viaje no habia «favoritos»46 en casa.

Un dia, Brian siguio a Jack hasta la habitacion en la que su padre guardaba su coleccion de artefactos. Entre ellos habia una espada, hachas de piedra, una lanza con punta de hueso, arcos y flechas, y collares de conchas. Los chicos ya habian devorado una bolsa de frutos que el jefe de los maxubi habia regalado a Fawcett. Aquel dia, Jack saco un hermoso mosquete artesanal llamado jezail que Fawcett habia conseguido en Marruecos. Intrigado por saber si dispararia de verdad, Jack llevo afuera el jezail y lo cargo con polvora. Dado lo oxidado que estaba y lo viejo que era, habia muchas probabilidades de que el arma detonara por la culata con consecuencias letales, y Jack propuso a Brian que se jugaran a cara o cruz quien apretaria el gatillo. Perdio Brian. «Mi hermano mayor se aparto bien lejos y me acoso para que cumpliera con mi honrosa obligacion de correr el riesgo de suicidarme -recordo Brian-. Aprete el gatillo, la cazoleta refulgio y crepito… y no paso nada. Pero si estaba pasando algo. Un buen rato despues de haber apretado el gatillo, se oyo una especie de tos fuerte y asmatica, ?y la boca del arma vomito una inmensa nube de polvo rojo!»47 El arma no se disparo, pero Brian habia demostrado, al menos durante un instante, que era tan osado como su hermano mayor.

Mientras tanto, Fawcett intentaba freneticamente organizar lo que el llamaba su «camino a Z». Ya no podia contar con sus dos companeros de mayor confianza: Manley habia muerto a consecuencia de una dolencia cardiaca poco despues de la guerra, y Costin se habia casado y habia decidido asentarse. La perdida de estos hombres fue un golpe que quiza solo Costin podia apreciar en su justa medida. Dijo a su familia que el unico talon de Aquiles de Fawcett como explorador era que detestaba demorarse en su avance por la selva, y que necesitaba a alguien en quien confiara lo bastante para que cuando esa persona dijera: «?Basta!», el accediera a parar. Sin el y sin Manley, temia Costin, no habria nadie que detuviera a Fawcett.

Fawcett sufrio entonces un contratiempo aun mas grave: la RGS y varias instituciones mas le denegaron la financiacion que habia solicitado. La guerra habia dificultado la consecucion de fondos para la exploracion cientifica, pero ese no era el unico motivo. Antropologos y arqueologos formados en universidades empezaban a desplazar a los aficionados a Hints to Travellers; la falta de especializacion habia provocado que los hombres y las mujeres que osaban intentar proporcionar una autopsia de toda la tierra quedaran en cierto modo obsoletos. Otro explorador sudamericano y contemporaneo de Fawcett se quejo amargamente de que «en este mundo cotidiano nuestro, el practicante

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