En segundo lugar, debera proceder con el mayor sigilo posible. Fawcett tenia razon: las partidas numerosas llaman demasiado la atencion. -Me advirtio que tuviese mucho cuidado-. Recuerde que mi hijo y yo tuvimos suerte. La mayoria de las exploraciones que van tras el rastro de Fawcett nunca regresan.
14. La teoria de Z
No se produjo ninguna epifania, no hubo ningun destello esclarecedor. De modo que la teoria fue desarrollandose con el tiempo, a partir de un dato aqui y otro alli, a trompicones, con giros inesperados, y el rastreo de las pruebas se remonto incluso hasta los dias de Fawcett en Ceilan. En Fort Frederick, supo por vez primera de la posible existencia de una antigua civilizacion oculta en la jungla, cuyos palacios y calles, con el inexorable paso del tiempo, habrian desaparecido bajo una marana de plantas trepadoras y raices. Pero el concepto de Z -de una civilizacion perdida oculta en el Amazonas- realmente empezo a cuajar cuando Fawcett topo con los indigenas hostiles a los cuales le habian advertido que evitara a toda costa.
En 1910, junto con Costin y otros companeros, exploraba una seccion desconocida del rio Heath, en Bolivia, cuando empezo a caer sobre ellos una lluvia de flechas de dos metros de largo envenenadas y que perforaron el costado de las canoas en las que viajaban.1 Un fraile espanol describio en una ocasion lo que vio cuando un arma semejante hirio a un companero: «En el instante en que se clavo en el le produjo un intenso dolor […], pues el pie en el que habia sido herido se torno muy negro, y el veneno fue ascendiendo gradualmente por la pierna, como un ente vivo, sin que fuera posible detenerlo, aunque le aplicaron numerosas cauterizaciones con fuego […], y cuando le llego al corazon, el hombre murio, victima de un inmenso padecimiento hasta el tercer dia, cuando entrego su alma a Dios, que la habia creado».2
Un miembro del equipo se tiro al agua, gritando: «?Retirada! ?Retirada!»,3 pero Fawcett insistio en llevar las canoas hasta la orilla opuesta, mientras las flechas seguian cayendo del cielo en forma de cascada. «Una de ellas paso a unos treinta centimetros de mi cabeza, y llegue a ver la cara del salvaje que la habia disparado»,4 recordo Costin tiempo despues. Fawcett ordeno a sus hombres que bajaran los rifles, pero la cortina de flechas persistio. El explorador pidio entonces a uno de sus hombres que, como muestra de sus intenciones pacificas, sacara el acordeon y tocara. El resto de la partida, ante la orden de permanecer en pie y afrontar la muerte con resignacion, cantaron mientras Costin, al principio con voz tremula y luego con mayor fervor, entonaba la letra de «Los soldados de la reina»: «En la lucha por la gloria de Inglaterra, muchachos / por su gloria mundial dejadnos cantar».
A continuacion, Fawcett hizo algo que impacto de tal modo a Costin que este lo recordaria vividamente hasta el final de sus dias: el comandante se desato el panuelo que llevaba anudado al cuello y, agitandolo por encima de la cabeza, se encamino hacia el rio, directamente hacia la descarga de flechas. Con los anos, Fawcett habia adquirido ciertas nociones de los dialectos indigenas. Por las noches garabateaba los terminos en sus cuadernos de bitacora y los estudiaba. En aquel momento pronuncio algunas palabras que conocia, repitiendo «amigo, amigo, amigo», sin estar seguro siquiera de que ese fuera el termino correcto, mientras el agua del rio empezaba a llegarle a la altura de los hombros. La lluvia de flechas ceso. Por un instante, nadie se movio mientras Fawcett seguia en el rio, con las manos sobre la cabeza, como un penitente en su bautismo.5 Segun Costin, un indio aparecio de detras de un arbol y se acerco a la orilla. Fue remando en una balsa hasta Fawcett y cogio el panuelo que este tenia en la mano. «El comandante indico con gestos que le llevara con el», relato mas tarde Costin en una carta dirigida a su hija, y el indigena «regreso a su orilla impulsandose con una pertiga y con Fawcett arrodillado en su endeble embarcacion».6
«Al ascender por la ribera opuesta -dijo Fawcett-, tuve la desagradable impresion de que iba a recibir un disparo en la cara o una flecha en el estomago.»7
Los indigenas se lo llevaron consigo. «[Fawcett] desaparecio en la selva, ?y nosotros nos quedamos alli, preguntandonos que seria de el!»,8 dijo Costin. La partida temia que hubiesen matado a su jefe hasta que, una hora despues, este aparecio de nuevo junto a un alegre indio que llevaba calado su sombrero Stetson.
De ese modo Fawcett entablo amistad con un grupo de guarayo. «[Los indios] nos ayudaron a montar el campamento, se quedaron toda la noche con nosotros y nos dieron mandioca, platanos, pescado, collares, loros y, de hecho, todo cuanto tenian»,9 escribio Fawcett en uno de sus comunicados.
Fawcett no llevaba consigo ningun craneometro y se baso en su capacidad de observacion para tomar nota del aspecto que presentaban los indigenas. Se habia acostumbrado a encontrar tribus que se hallaban bajo el dominio de los blancos y sometidos a un proceso de aculturacion, con sus miembros debilitados a consecuencia de las enfermedades y de la brutalidad con que se los trataba. Aquellos aproximadamente ciento cincuenta indigenas de la selva, en cambio, parecian robustos. «Los hombres estan correctamente desarrollados, tienen una cabellera castana oscura, buen aspecto y van bien vestidos, con camisas de algodon tenido que ellos mismos confeccionan en gran parte en sus chozas»,10 escribio Fawcett. Le impresiono el hecho de que, a diferencia de los exploradores, demacrados y debilitados, dispusieran de sustanciosos recursos alimentarios. Un guarayo trituro una planta con una piedra y vertio su jugo en un arroyo hasta que este formo una pequena nube lechosa. «A los pocos minutos aparecio en la superficie un pez nadando en circulos y boqueando; acto seguido, se dio la vuelta y quedo con el vientre arriba, aparentemente muerto -recordo Costin-. Pronto habia una docena de peces flotando del mismo modo.»11 Los habian envenenado. Un nino indigena entro en el agua y saco los mas grandes para la comida. Aquella cantidad de veneno tan solo los aturdia y no suponia ningun riesgo para las personas una vez cocinados. De forma igualmente asombrosa, los peces que el chico habia dejado en el agua enseguida revivieron y se alejaron, ilesos. El mismo veneno era utilizado en ocasiones para mitigar el dolor de muelas. Observando a los indigenas, Fawcett descubrio que eran maestros en farmacologia, expertos en la manipulacion del entorno para satisfacer sus necesidades, y llego a la conclusion de que los guarayo eran «una raza en extremo inteligente».12
Tras la expedicion de 1910, Fawcett, que sospechaba que los indigenas del Amazonas guardaban secretos que los historiadores y los etnologos habian pasado por alto, empezo a buscar varias tribus, sin importarle lo feroz que fuese su reputacion. «Aqui hay problemas por resolver […] que piden a gritos que alguien se haga cargo de ellos -informo a la RGS-, pero la experiencia resulta esencial. Sin ella, es una locura internarse en las regiones inexploradas, y en estos tiempos es tambien suicida.»13 En 1911 presento su renuncia a la comision fronteriza para llevar a cabo pesquisas en el nuevo y pujante terreno de la antropologia. En una ocasion, no lejos del rio Heath, Fawcett almorzaba con Costin y el resto de su equipo cuando un grupo de indigenas los rodearon con los arcos alzados. «Sin la menor vacilacion -escribio Costin-, Fawcett dejo caer el cinturon y el machete, para mostrar que estaba desarmado, y avanzo hacia ellos, con las manos por encima de la cabeza. Se produjo una pausa vacilante y luego uno de los
Con el tiempo, esta se convirtio en la tactica de aproximacion habitual de Fawcett. «Siempre que se encontraba con salvajes -dijo Costin-, caminaba despacio hacia ellos […] con las manos en alto.»15 Al igual que su manera de viajar en grupos muy reducidos, sin la proteccion de soldados armados, su forma de establecer contacto con las tribus, algunas de las cuales nunca habian visto a un hombre blanco, sorprendio a muchos, pues la consideraban tan heroica como suicida. «Se, por personas que me han informado, que cruzaba el rio frente a toda una tribu de salvajes hostiles, y recurriendo unicamente a su valentia los inducia a dejar de disparar, para luego acompanarlos a su poblado -informo un oficial boliviano a la Royal Geographical Society al respecto del encuentro de Fawcett con los guarayo-. Debo decir que son de hecho muy hostiles, porque yo mismo he estado entre ellos, y en 1893 el general Pando no solo perdio a algunos de sus hombres sino tambien a su sobrino, y al ingeniero, el senor Muller, quien, fatigado por el viaje, decidio atajar desde uno de los rios hasta Modeidi, y a fecha de hoy aun no hemos sabido nada de ellos.»16
La capacidad de Fawcett para salir airoso donde tantos otros habian fracasado contribuyo al creciente mito de su invencibilidad, en la que el mismo empezaba a creer. ?Como podia explicarse, se preguntaba, «estar deliberadamente de pie delante de salvajes con quienes era crucial trabar amistad, con flechas volando sobre la cabeza, entre las piernas, incluso entre los brazos y el cuerpo, durante varios minutos, y aun asi seguir ileso»?