– Hablenos del Comite de Defensa de Sleepy Lagoon -dijo Buzz-. Paso algo raro, ?verdad?

Loftis se enjugo el sudor de la frente.

– ?Que cosa rara?-pregunto con voz quebrada.

– Las cartas que recibio el Comite, diciendo que un blanco grandote habia despachado a Jose Diaz. Un colega nuestro suponia que estas muertes se relacionaban con Sleepy Lagoon. Todas las victimas sufrieron heridas de estaca cortante.

Loftis se froto las manos, manando mas sudor; tenia la mirada vidriosa. Mal comprendio que Meeks habia querido darle un respiro -material poco relevante de la documentacion- pero le habia asestado un golpe brutal. Buzz se quedo desconcertado, Mal adopto de nuevo el papel de policia bueno.

– Loftis, ?quien lo esta chantajeando?

– No -chillo Loftis.

Mal vio que el sudor le empapaba la ropa.

– ?Que paso con el Comite de Defensa?

– ?No!

– ?Gordean lo esta chantajeando?

– Me niego a contestar, dado que mi resp…

– Es usted una asquerosa mierda comunista. ?Que clase de traicion estan planeando en estas reuniones? ?Hable sobre eso!

– ?Claire dijo que no tenia que hacerlo!

– ?Quien era el maricon por el que usted y Chaz Minear discutieron durante la guerra? ?Quien es esa florecilla?

Loftis sollozo, gimio y logro emitir un sonsonete chillon.

– Me niego a contestar, dado que mi respuesta podria incriminarme, pero nunca he hecho dano a nadie y tampoco lo hicieron mis amigos, asi que, por favor, dejenos en paz.

Mal apreto el puno: el anillo de piedra de Stanford causaria un dano demoledor. Buzz se apoyo la mano en su propio puno y lo apreto, una nueva sena: «No le pegues o yo te pego a ti.» Mal se asusto y busco argumentos verbales: Loftis no sabia que Chaz Minear lo habia delatado al HUAC.

– ?Esta protegiendo a Minear? No deberia hacerlo, pues el lo delato a los federales. Gracias a el usted figuro en las listas negras.

Loftis se doblo formando una bola, murmuro que se amparaba en la Quinta Enmienda, como si el interrogatorio fuera legal y la defensa pudiera lanzarse al rescate.

– Imbecil -mascullo Buzz-, ya lo teniamos.

Mal se volvio y vio a Claire de Haven tras ellos. Claire repetia Chaz» una y otra vez.

36

Los piquetes eran un hervidero.

Buzz contemplaba los acontecimientos desde el tercer piso de Variety International. Jack Shortell y Mal tenian que llamarlo; Ellis Loew lo habia llamado a casa, despertandolo de otra pesadilla sobre Danny. Orden del fiscal de distrito: convencer a Herman Gerstein de que aportara cinco mil dolares mas al fondo del gran jurado. Herman estaba en alguna otra parte -tal vez encima de Betty Grable- y Buzz no tenia nada que hacer salvo recordar el traspie de Considine y estudiar el preludio de una carniceria callejera.

Estaba claro:

Un maton de los Transportistas con un bate de beisbol merodeaba cerca de la camioneta donde estaba la camara de la UAES; cuando estallara la violencia y empezara el rodaje, el se encargaria de neutralizar al camara y destrozarle el equipo. Los piquetes de los Transportistas llevaban carteles de dos y tres estacas, con mangos envueltos en cinta adhesiva, un buen armamento. Cuatro tipos musculosos remoloneaban junto al camion de comida de los rojos, el numero apropiado para volcarlo y escaldar con cafe al que estaba en el interior. Un momento antes un enviado de Cohen habia repartido, subrepticiamente, armas antidisturbio con balas de goma, envueltas en panos como el Nino Jesus. En De Longpre, los Transportistas tenian preparado su propio equipo de cine: falsos manifestantes que provocarian al piquete de la UAES para recibir una tunda, tres camaras en la parte trasera de una camioneta tapada con lona. Cuando se despejara el polvo, los chicos de Mickey quedarian en el celuloide como los buenos.

Buzz no podia quitarse a Mal de la cabeza. El capitan casi habia violado el secreto profesional del doctor Lesnick al revelar que Minear habia delatado a Loftis, justo cuando estaban cerrando el cerco sobre el chantaje y Felix Gordean. Se lo habia llevado de la casa a toda prisa, para que no siguiera poniendo en peligro al equipo. Si tenian suerte, De Haven y Loftis pensarian que una fuente del HUAC les habia dado ese dato sobre Minear. Por ser un policia listo, el capitan Malcolm Considine insistia en cometer tonterias: veinte contra uno a que habia llegado a un trato con Claire la Roja para el aplazamiento en el caso de la custodia; diez contra uno a que su ataque contra Loftis era como enterrar la investigacion. El veterano homosexual no era un asesino, pero la laguna de su ficha entre el 42 y el 44 -un periodo que le aterraba recordar- hablaba a gritos, y el y De Haven parecian los principales sospechosos en el robo de los documentos de Danny. Y la ausencia del doctor Lesnick empezaba a tener tan mala pinta como Mal estropeando su propia fantasia.

Los Transportistas se estaban repartiendo botellas, la UAES marchaba y canturreaba su vieja y triste letania: «Salarios justos ya», «No a la tirania de los estudios». Buzz penso en un gato a punto de saltar sobre un raton que mordisqueaba queso al borde de un precipicio; decidio perderse la sesion matutina y entrar en la oficina de Herman Gerstein.

El magnate aun no habia llegado; la recepcionista de la planta sabia que debia pasar las llamadas de Buzz a la linea de Herman. Buzz se sento al escritorio de Gerstein, olio la caja de cigarros, admiro las fotos de actrices de la pared. Estaba pensando en su recompensa cuando sono el telefono.

– Hola.

– ?Meeks?

Ni Mal ni Shortell, pero una voz familiar.

– Soy yo. ?Quien habla?

– Johnny.

– ?Stompanato?

– Que pronto olvidan.

– Johnny, ?para que llamas?

– Que pronto olvidan sus buenas obras. Te debo una, ?recuerdas?

Buzz recordo el asunto de Lucy Whitehall. Parecia que habia pasado un millon de anos.

– Dime, Johnny.

– Te la estoy pagando, imbecil. Mickey sabe que Audrey le sacaba dinero. Yo no se lo conte, e incluso le oculte tu triquinuela con Petey. Fue el banco. Audrey guardo el dinero en el banco de Hollywood donde Mick deposita el dinero de las apuestas. El gerente sospecho y lo llamo. Mickey envio a Fritzie a buscarla. Tu estas mas cerca, asi que estamos en paz.

Buzz imagino a Picahielo Fritzie escarbando.

– ?Sabias lo nuestro?

– Note que Audrey estaba nerviosa ultimamente, asi que la segui hasta Hollywood, donde se encontro contigo. Mickey no sabe que salias con ella, asi que quedate tranquilo.

Buzz beso ruidosamente el auricular, colgo y marco el numero de Audrey; comunicaban. Buzz corrio al aparcamiento y subio al coche. Se salto semaforos en rojo y en ambar y tomo todos los atajos que conocia; vio el Packard de Audrey en la calzada, trepo a la acera y patino en el cesped. Dejo el motor en marcha, desenfundo la 38, corrio a la puerta y la abrio de un empellon.

Audrey estaba sentada en un sillon de su despojado vestibulo, el cabello con rulos, crema hidratante en la cara. Vio a Buzz y trato de taparse; Buzz se lanzo sobre ella y se la comio a besos. Entre un beso y otro le dijo:

– Mickey sabe que fuiste tu.

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