archivos a disposicion de los investigadores del HUAC en 1947, y ahora hare lo mismo con este gran jurado. Los archivos implican a miembros de la UAES esenciales para la investigacion, y si ustedes necesitan ayuda para interpretarlos, no tienen mas que acudir a mi.

El anciano casi se atraganto con las ultimas palabras. Busco el paquete de cigarrillos; Ellis Loew, con un vaso de agua, llego primero junto a el. Lesnick carraspeo y tosio, Dudley Smith entro en el comedor y tanteo las cajas y las maquinas de escribir con sus botas lustradas con saliva. Necesitaba estirar las piernas.

En la calle sono un bocinazo. Mal se levanto para dar las gracias a Lesnick y darle la mano. El hombre desvio la mirada y trato de levantarse, casi sin exito. La bocina sono de nuevo; Loew abrio la puerta y le hizo senas al taxista para que entrara en la calzada. Lesnick salio arrastrando los pies y aspiro el aire fresco de la manana.

El taxi se alejo; Loew encendio un ventilador de pared.

– ?Cuanto durara, Ellis?-pregunto Dudley Smith-. ?Le enviaras una invitacion para la celebracion de tu victoria en el 52?

Loew levanto fajos de archivos del suelo y los apoyo en la mesa del comedor; repitio la operacion hasta que hubo dos altas pilas de documentos.

– Durara el tiempo que lo necesitemos.

Mal se acerco y echo un vistazo a las pruebas: elementos para obtener informacion.

– Pero no atestiguara ante el gran jurado, ?verdad?

– Ni hablar. Le aterra perder su credibilidad como psiquiatra. El secreto profesional, ya sabes. Es un buen refugio para los abogados, y a los medicos tambien les gusta. Desde luego, para ellos no es legalmente vinculante. Lesnick estaria acabado como profesional si testificara.

– Pero parece que quiere ir al encuentro de su creador como un norteamericano bueno y patriotico -comento Dudley-. Se ofrecio voluntariamente, y eso deberia ser una gran satisfaccion para alguien que pronto pasara a mejor vida.

Loew rio.

– Dudley, ?alguna vez has dado un paso sin calcular todos los angulos?

– ?Y tu, abogado? ?Tu, capitan Considine?

– En algun momento de los Locos Veinte -respondio Mal, pensando que en un enfrentamiento personal preferia al maton callejero de Dublin antes que al Phi Beta Kappa de Harvard-. Ellis, ?cuando empezamos con los testigos?

Loew toco las pilas de archivos.

– Pronto, despues que hayais digerido esto. A partir de lo que aprendais aqui, dareis los primeros pasos. Buscareis puntos debiles y personas debiles que parezcan dispuestas a cooperar. Si pudieramos hacernos con un grupo de testigos voluntarios deprisa, seria perfecto. Pero si no obtenemos suficiente colaboracion inicial, tendremos que hacer una infiltracion. Nuestros amigos de los Transportistas han oido charlas en los piquetes. Parece que la UAES planea realizar mitines estrategicos destinados a plantear exigencias contractuales exorbitantes a los estudios. Si se nos presentan muchos obstaculos iniciales, daremos marcha atras e infiltraremos un senuelo en la UAES. Quiero que ambos penseis en policias listos, duros y de aire idealista que podamos usar si llegamos a este punto.

Mal sintio un escalofrio. Se habia granjeado su reputacion en Antivicio infiltrando senuelos, dirigiendo. Era su especialidad como policia.

– Lo pensare -dijo-. ?Dudley y yo somos los unicos investigadores?

Loew hizo un ademan que abarcaba su casa entera.

– Empleados de la ciudad se reunen aqui para encargarse del papeleo, Ed Satterlee para el uso de sus contactos, Lesnick para el asesoramiento psiquiatrico. Vosotros dos para los interrogatorios. Podria conseguir un tercer hombre para que busque material delictivo, situaciones comprometedoras.

Mal ansiaba leer, pensar, trabajar.

– Ire a atar algunos cabos sueltos en el Ayuntamiento, volvere a casa y me pondre a trabajar -dijo.

– Yo voy a entablar pleito a un agente de bienes raices por conducir borracho la motocicleta de su hijo.

Dudley Smith brindo en honor de su jefe con una copa imaginaria.

– Ten piedad. La mayoria de los agentes de bienes raices son buenos y patrioticos republicanos, y tal vez un dia necesites su ayuda.

En el Ayuntamiento, Mal hizo algunas llamadas para satisfacer su curiosidad acerca de sus dos nuevos colegas. Bob Cathcart, un experto agente de la Seccion Criminal del FBI con quien habia trabajado, le paso datos sobre Edmund J. Satterlee. Segun Cathcart el hombre era un fanatico religioso que tenia el comunismo entre ceja y ceja, y sus puntos de vista eran tan extremos que Clyde Tolson, el numero dos de Hoover en el FBI, a menudo le hacia cerrar el pico cuando actuaba como agente de la oficina de Waco, Texas. Se estimaba que Satterlee ganaba cincuenta mil dolares anuales por sus conferencias anticomunistas; Contracorrientes Rojas era «un mero engano»: «Dejarian libre a Karl Marx si les pagaran lo suficiente.» Se rumoreaba que habian echado a Satterlee de la Seccion de Inmigracion porque habia intentado montar una operacion ilegal: recibir talonarios de los prisioneros japoneses a cambio de hacerse cargo de su propiedad confiscada hasta que los liberasen. El resumen del agente Cathcart: Ed Satterlee estaba loco de remate, aunque era rico y competente, un experto en inventar teorias conspiratorias que resultaban convincentes en un tribunal; muy eficiente en reunir pruebas y en crear interferencias externas para los investigadores de un gran jurado.

Una llamada a un viejo companero del Escuadron Metropolitano del Departamento de Policia de Los Angeles y otra a un ex ayudante del fiscal de distrito que ahora estaba en la oficina de la Fiscalia General del Estado le proporcionaron la verdadera historia del doctor Saul Lesnick. El viejo era y seguia siendo miembro del PC; era soplon de los federales desde el 39. Dos agentes de la oficina de Los Angeles habian ido a verlo para proponerle un trato: el suministraria datos psiquiatricos confidenciales a diversos comites y agencias policiales, y su hija quedaria libre de su sentencia de cinco a diez anos por conducir en estado de embriaguez y atropellar a una persona sin detenerse. Habia pasado un ano en prision y le quedaban por lo menos cuatro. La muchacha estaba cumpliendo la sentencia en Tehachapi. Lesnick acepto; ella obtuvo la libertad condicional indeterminada, la cual seria revocada si el buen doctor anunciaba publicamente su actividad o se negaba a colaborar. Lesnick, que contaba con un maximo de seis meses en su lucha contra el cancer pulmonar, habia arrancado una promesa a un alto funcionario del Departamento de Justicia: cuando el muriera, todos los archivos confidenciales que habia prestado se destruirian; los antecedentes de su hija por atropellar a una persona con el coche se eliminarian de toda documentacion oficial relacionada con Lesnick, y sus confidencias sobre pacientes subversivos serian quemadas. Nadie sabria que Saul Lesnick, comunista y psiquiatra, habia actuado durante diez anos en ambos bandos y se habia salido con la suya.

Nuevos colegas en un viejo negocio, penso Mal. Selnick obtenia un buen precio a cambio de su colaboracion. Su baile con los federales valia la pena: evitaba a su hija violaciones con mango de escoba y una perniciosa anemia causada por la celebre comida de Tehachapi, puro almidon, a cambio del resto de su vida, acortada por un suicidio con tabaco frances. El habria hecho lo mismo por Stefan, no lo hubiera pensado dos veces.

Habia documentos cuidadosamente amontonados en el escritorio; Mal, mirando de soslayo la enorme pila del gran jurado, se puso a trabajar. Escribio notas a Ellis Loew para sugerirle investigadores que obtendrian pruebas de respaldo; mecanografio tarjetas asignando archivos a los inexpertos agentes de la Fiscalia de Distrito que se encargarian de los juicios ahora que Loew dedicaba todo su tiempo a combatir el comunismo. El asesinato de una ramera de Chinatown quedo en manos de un chico que habia salido seis meses atras de la peor escuela de leyes de California; era probable que el culpable, un rufian conocido por su aficion a torturar a sus victimas con un objeto falico con remaches de metal, quedara en libertad. La muerte de dos negros quedo en manos de un joven que aun no habia cumplido veinte anos. Un miembro de la banda Cobra Purpura habia disparado contra una multitud de chicos frente a la Escuela de Artes Manuales con la esperanza de que hubiera gente de Escorpion Purpura entre ellos. No los habia; una aventajada alumna y su novio cayeron muertos. Mal le daba una probabilidad del cincuenta por ciento: los negros que mataban negros aburrian a los jurados blancos, que a menudo emitian sentencias caprichosas.

El asalto a mano armada en Minnie Robert's Casbash quedo en manos de un protegido de Loew; redactar la sintesis de los tres casos le llevo cuatro horas y le acalambro los dedos. Al terminar miro la hora y vio que eran las tres y diez: Stefan ya habria vuelto de la escuela. Si Mal tenia suerte, Celeste estaria visitando a su vecina, parloteando en checo, charlando acerca de la madre patria antes de la guerra. Mal cogio su pila de informes

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