Mal se reunio con Celeste, le devolvio a Stefan, le conto una version piadosamente abreviada de esos anos y le aconsejo que le hablara en frances o que le ensenara ingles. No le dijo que en su opinion los primos de Celeste eran complices de los horrores del nino, y cuando Stefan conto a su madre que habia ocurrido, Celeste capitulo ante Mal. El sabia que antes se habia servido del nino; ahora lo amaba. Mal tenia una familia para reemplazar su hogar destruido en Estados Unidos.
Juntos habian empezado a ensenar ingles a Stefan; Mal escribio a Laura, le pidio el divorcio y preparo los papeles para llevar a su nueva familia a California. Las cosas andaban muy bien; pero de pronto se desquiciaron.
El oficial que habia prostituido a Celeste habia escapado antes de la liberacion de Buchenwald; lo capturaron en Cracovia y lo encerraron en el puesto de la Policia Militar cuando Mal estaba a punto de recibir la baja. Mal fue a Cracovia solo para verlo; el oficial de guardia le mostro las pertenencias confiscadas al nazi, entre las que encontro inequivocos mechones de cabello de Celeste. Mal fue hasta la celda de Franz Kempflerr y descargo su pistola en la cara del aleman.
El episodio se encubrio. Al gobernador militar, general de una estrella, le gustaba el estilo de Mal. Este obtuvo una baja honrosa, llevo a Celeste y Stefan a Estados Unidos, volvio a ser sargento de policia y se divorcio. En cuanto a los amantes de Laura, Buzz Meeks resulto herido en un tiroteo y volvio a la vida civil con una pension; Jerry Dunleavy se quedo donde estaba, pero lejos de Mal. Se rumoreaba que Meeks sospechaba que Mal era responsable del atentado, una venganza por su aventura con Laura. Mal dejo que esos rumores siguieran circulando: servian para contrarrestar la fama de cobarde que se habia ganado en Watts. Aqui y alla se hablo del oficial aleman; Ellis Loew, aspirante a fiscal de distrito, un judio que habia evadido el reclutamiento, se intereso por el y se ofrecio a allanarle el camino cuando aprobara el examen de teniente. En el 47 Mal llego a teniente y recibio el traslado a la Oficina de Investigaciones de la Fiscalia de Distrito, protegido por el mas ambicioso ayudante de fiscal que habia visto la ciudad de Los Angeles. Se caso con Celeste e inicio una vida matrimonial que ya incluia un hijo. Y cuanto mas se acercaban el padre y el hijo, mas rencor sentia la madre; y cuanto mas se empenaba Mal en adoptar formalmente al nino, mas se negaba ella. Celeste trataba de inculcar a Stefan los modales de la vieja aristocracia checa, que los nazis le habian arrebatado: lecciones de lengua, cultura y costumbres europeas. Celeste era indiferente a los recuerdos que esas lecciones despertaban.
– El hijo pertenece a la madre. Incluso un abogado fracasado como tu deberia conocer esa maxima.
Mal oyo la maquina de coser de Celeste, los soldados de juguete de Stefan golpeando la puerta. Invento su propio epigrafe: salvar la vida de una mujer solo despierta gratitud si la mujer tiene algo por que vivir. Celeste solo tenia recuerdos y una odiada existencia como
Mal entro en la casa para leer los archivos clandestinos de los comunistas: su glorioso gran jurado y todo lo que cosecharia.
Prestigio.
6
Los dos piquetes avanzaban despacio por Gower, frente a las entradas de los estudios de Poverty Row. La UAES ocupaba la parte interior, donde desplegaban letreros pegados a tablas de madera chapada: PAGA JUSTA POR HORARIO LARGO, NEGOCIACIONES DE CONTRATOS YA, PARTICIPACION EN LAS GANANCIAS PARA TODOS LOS TRABAJADORES. Los Transportistas caminaban junto a ellos, dejando libre una franja de acera, empunando maderas revestidas con cinta adhesiva en cuyas puntas llevaban sus letreros: FUERA LOS ROJOS, NINGUN CONTRATO PARA LOS COMUNISTAS. Ambas facciones intercambiaban palabras; de vez en cuando alguien gritaba: «Mierda», «traidor» o «basura» y estallaba un coro de obscenidades. Enfrente, los periodistas esperaban, fumando y jugando a las cartas en el capo de los coches.
Buzz Meeks miraba desde el pasaje que habia frente a las oficinas ejecutivas de Variety International Pictures: tres pisos, un panorama de balcon. Recordaba que habia machacado cabezas sindicales en los anos 30; evaluo a los Transportistas y a los de la UAES y calculo un enfrentamiento comparable al de Louis y Schmeling Numero Dos.
Facil: los Transportistas eran tiburones y los UAES eran pececillos. El piquete de los Transportistas tenia a gente de Mickey Cohen, matones sindicales contratados en sordidas agencias; los UAES eran izquierdistas veteranos, tramoyistas no tan jovenes, mexicanos enclenques y una mujer. Si llegaban a las manos, sin camaras presentes, los Transportistas empunarian los palos como arietes y atacarian, atacarian con manoplas metalicas: sangre, dientes y cartilago nasal en la acera, tal vez unas cuantas orejas arrancadas. Despues, a largarse antes de que el deslucido Escuadron Antidisturbios llegara al lugar. Facil.
Buzz miro el reloj: las cinco menos cuarto. Howard Hughes llevaba cuarenta y cinco minutos de retraso. Era un fresco dia de enero, y los nubarrones ocultaban el cielo sobre Hollywood Hills. En invierno Howard se ponia en celo y quiza quisiera enviarle en busca de hembras: Schwab's Drugstore, las pequenas casas sobrantes de la Fox y la Universal, instantaneas de muchachas bien provistas desnudas de cintura para arriba. El si o el no de su majestad, luego contratos estandar para las aprobadas: papeles menores en peliculas baratas de la RKO a cambio de vivienda y comida en las guaridas de Hughes Enterprises, y frecuentes visitas nocturnas del Hombre en persona. Esperaba que hubiera alguna bonificacion: aun estaba en deuda con un corredor de apuestas llamado Leotis Dineen, un energumeno que odiaba a la gente de Oklahoma mas que a la peste.
Buzz oyo el ruido de una puerta.
– El senor Hughes lo vera ahora, senor Meeks -declaro una voz de mujer.
La mujer habia asomado la cabeza por la puerta de Herman Gerstein; si el jefe de Variety International estaba involucrado, quizas hubiera alguna gratificacion. Buzz entro; Hughes estaba sentado detras del escritorio de Gerstein, contemplando las fotos de las paredes: chicas ligeras de ropa, actrices de Gower Gulch sin futuro. Como de costumbre, Howard vestia un traje a rayas y exhibia sus cicatrices habituales: heridas faciales de su ultimo accidente aereo. El gran hombre se las cuidaba con locion humectante. Pensaba que le daban un aire distinguido.
Herman Gerstein no estaba, ni la secretaria de Gerstein. Buzz obvio las formalidades que Hughes exigia cuando habia otras personas presentes.
– ?Como te tratan las mujeres, Howard?
Hughes senalo la silla.
– Tu eres mi sabueso, asi que deberias saberlo. Sientate, Buzz. Esto es importante.
Buzz se sento y abarco la oficina entera con un ademan: fotos de mujeres, tapicerias rococo, un perchero con forma de armadura.
– ?Por que aqui, jefe? ?Tiene Herman un trabajo para mi?
Hughes paso la pregunta por alto.
– Buzz, ?cuanto hace que somos colegas?
– Hara unos cinco anos, Howard.
– ?Y has trabajado para mi en diversos puestos?
Buzz penso: intermediario, recaudador, chulo.
– En efecto.
– ?Y durante esos anos te he dado lucrativas referencias para otras personas que necesitaban tu talento?
– Desde luego.
Hughes amartillo ambas manos como revolveres. Los pulgares eran los percutores.
– ?Recuerdas el estreno de
Buzz cruzo las piernas y se quito un hilo del dobladillo.
– Estaba alli, jefe.
Hughes soplo el humo imaginario que le brotaba de los dedos.