Danny apoyo el canon del arma en la nariz de Carlton W. Jeffries.

– Quiero nombres. Vendedores de heroina de la zona. Adelante.

– Yo…

Danny hizo girar la 45 y asio el canon para utilizar el arma como porra.

– Habla, maldita sea.

Jeffries aparto las manos del salpicadero para protegerse.

– El unico que conozco es un tipo llamado Otis Jackson. Vive en el piso superior de la lavanderia automatica de Ciento Tres y Beach. ?Por favor, no le diga que se lo he contado yo!

Danny enfundo el arma y se alejo de la portezuela del coche. Tropezo con el sobre de vehiculos automotores justo cuando Carlton W. Jeffries empezaba a chillar. Recogio las pruebas, las arrojo sobre el asiento y se marcho deprisa hacia el Chevy para no tener que oir los farfulleos de gratitud del pobre diablo.

El cruce de Ciento Tres y Beach era una ruinosa interseccion en el corazon de Watts: en dos esquinas habia locales para alisar el pelo, en la tercera una tienda de licores, y la Koin King Washeteria ocupaba la cuarta. Sobre la lavanderia automatica habia un apartamento con las luces encendidas; Danny aparco enfrente, apago los faros y estudio el unico acceso: una escalera lateral que subia hasta una desvencijada puerta.

Dejo el coche y subio de puntillas, sin apoyar la mano en la barandilla por temor a que crujiera. Al llegar arriba desenfundo el revolver, apoyo el oido en la puerta y escucho. Oyo una voz de hombre contando: ocho, nueve, diez, once. Golpeo la puerta e imito una voz de negro.

– ?Otis? ?Estas ahi, hombre? Soy yo.

Danny oyo una maldicion; segundos despues la puerta se abrio, sujeta a la jamba por una cadena. Asomo una mano que empunaba una navaja; Danny golpeo la navaja con el arma, luego arrojo su peso hacia el interior.

La navaja cayo al suelo, una voz chillo y la puerta se hundio con Danny encima. Cayo sobre la alfombra con estrepito y vislumbro una confusa imagen de Otis Jackson cogiendo paquetes del suelo y corriendo al cuarto de bano. Oyo el ruido de la cadena. Danny se arrodillo, se asomo y grito:

– ?Departamento del sheriff!

Otis Jackson levanto el dedo medio en un gesto obsceno y regreso a la sala de estar con una sonrisa satisfecha.

Danny se levanto. Acordes de jazz le retumbaban en la cabeza.

– Aqui el Departamento del sheriff no vale una mierda.

Danny le dio un culatazo en la cara. Jackson cayo al suelo, gimio y escupio una protesis dental rota. Danny se acuclillo a su lado.

– ?Le vendes a un hombre blanco alto y canoso?

Jackson escupio una flema sanguinolenta y un jiron de lengua.

– Estoy con Jack D. y el Siete-Siete, hijo de…

Danny le apoyo el arma en el ojo.

– Yo estoy con Mickey y el condado. ?Y que? Te he hecho una pregunta.

– ?Trabajo en Hollywood! ?Conozco a muchos imbeciles canosos!

– Nombralos, y di todos los que conozcas que trabajen en los clubes de South Central.

– ?Antes tendras que matarme, idiota!

Danny oyo musica de jazz como banda sonora de otras imagenes: Coleman Healy acariciando el saxo, el chico del Mercedes suplicando.

– Una vez mas -insistio Danny-. Quiero informacion sobre un hombre blanco y alto. Maduro, pelo plateado.

– Ya te he dicho…

Danny oyo a alguien subiendo las escaleras, grunidos y el inequivoco ruido de revolveres amartillados. Otis Jackson sonrio; Danny comprendio, enfundo el arma y busco la placa. Dos blancos corpulentos se asomaron por la puerta con revolveres de calibre 38. Danny presento la placa, una oferta de paz.

– Departamento del sheriff. Soy detective.

Los hombres se acercaron empunando las armas. El mas alto ayudo a Otis Jackson a levantarse; el otro, un individuo gordo de pelo rizado y rojo, toqueteo la placa de Danny, la examino y sacudio la cabeza.

– Como si no os bastara con andar en tratos con Mickey Hebraico, ahora teneis que cebaros en mi confidente favorito. Otis, eres un negro afortunado. Agente Upshaw, eres un blanco estupido.

El policia alto ayudo a Otis Jackson a entrar en el cuarto de bano. Danny se levanto y recupero la placa.

– Vuelve al condado y metete con tus propios negros -mascullo el gordo pelirrojo.

5

– … Y el aspecto mas peligroso del comunismo, su herramienta mas insidiosamente eficaz, es que se oculta bajo un millon de estandartes, un millon de banderas, titulos y siglas, propagando el cancer bajo un millon de disfraces, todos ellos destinados a pervertir y corromper en nombre de la compasion, el bien y la justicia social. UAES, SLDC, NAACP, AFL-CIO, Liga de los Ideales Democraticos y Norteamericanos Contra el Fanatismo. Todas organizaciones de nombre ampuloso a las que cualquier buen norteamericano deberia enorgullecerse de pertenecer. Todas tentaculos sediciosos, pervertidos, cancerosos de la conspiracion comunista.

Hacia casi media hora que Mal Considine evaluaba a Edmund J. Satterlee, ex agente federal, ex seminarista jesuita, echando ojeadas ocasionales al resto del publico. Satterlee era un cuarenton alto con forma de pera; su estilo verbal era una mezcla entre la sencillez de Harry Truman y las excentricidades de Pershing Square, y nunca se sabia cuando iba a gritar o a susurrar. Dudley Smith, fumando sin cesar, parecia disfrutar del momento; Ellis Loew miraba la hora y observaba a Dudley, tal vez temiendo que tirara la ceniza en la alfombra nueva del salon. El doctor Saul Lesnick, psiquiatra y confidente de los federales, estaba sentado a la mayor distancia posible del Cazador de Rojos. Era un anciano pequeno y fragil, con ojos azules y brillantes, y una tos que el seguia alimentando con asperos cigarrillos europeos; tenia el mismo aire que todos los soplones: aborrecia la presencia de sus captores, aunque presuntamente habia ofrecido sus servicios.

Satterlee ahora caminaba, gesticulando como si fueran cuatrocientos en vez de cuatro. Mal se movio en la silla, recordandose que ese sujeto era su billete para obtener el grado de capitan y el cargo de jefe de investigacion de la Fiscalia de Distrito.

– Al principio de la guerra trabaje con la Seccion Extranjeros para colocar a los japoneses. Alli aprendi como se generan los sentimientos antiamericanos. Los japoneses que deseaban ser buenos americanos se ofrecieron para alistarse en las fuerzas armadas. La mayoria sentian rencor y confusion, y el elemento subversivo, bajo el disfraz del patriotismo, intento impulsarlos a la traicion mediante ataques planificados y muy intelectualizados sobre presuntas injusticias raciales en nuestro pais. Bajo el estandarte de inquietudes norteamericanas como la libertad, la justicia y la libre empresa, los japoneses sediciosos describian esta democracia como una tierra de negros linchados y oportunidades limitadas para las minorias etnicas, aunque los nisei se estaban convirtiendo en comerciantes de clase media cuando estallo la guerra. Despues de la guerra, cuando la conspiracion comunista surgio como la principal amenaza para la seguridad interna de Estados Unidos, vi que los rojos usaban el mismo tipo de pensamiento y manipulacion para subvertir nuestra fibra moral. Los partidarios de esta causa abundaban en la industria y el negocio del entretenimiento, y funde Contracorrientes Rojas para ayudar a detectar a los radicales y subversivos. Las organizaciones que se quieren mantener libres de rojos nos pagan honorarios nominales para que averiguemos si sus empleados y aspirantes a empleados tienen antecedentes comunistas, y mantenemos un exhaustivo archivo de los rojos que descubrimos. Este servicio tambien permite que los inocentes acusados de ser comunistas demuestren su inocencia y obtengan empleos que se les podria haber negado. Ademas…

El doctor Saul Lesnick tosio; Mal miro al anciano y vio que la reaccion era en parte una risotada. Satterlee hizo una pausa.

– Ed -dijo Ellis Loew-, ?podemos saltarnos el trasfondo e ir al grano?

Satterlee se ruborizo, recogio su maletin y saco unos documentos, cuatro fajos distintos. Entrego uno a Mal,

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