Unas buenas dentelladas.
Danny penso en los sedantes: un gloton dormido y robado, «el» con su propia mascota maligna. La pista podia funcionar. Miro de nuevo hacia la jaula; el gloton noto algo y arano el alambre produciendo unos ruidos rechinantes.
Cormier rio y dijo:
– Juno, tu si eres malo.
Danny acerco la cara al alambre, aspirando el aliento del animal. Dio las gracias a Cormier, se marcho y se dirigio al taller Joredco.
Esperaba una fachada de neon, una boca de animal abierta, los numeros de la direccion con forma de dientes. Se equivocaba: el laboratorio era solo un edificio de estuco marron claro, y el unico anuncio era un discreto letrero sobre la puerta.
Danny aparco delante y entro en una pequena sala de recepcion: una secretaria detras de un escritorio, una centralita y calendarios ilustrados en las paredes: 1950 repetido doce veces, bellos animales salvajes representaban enero para tiendas locales de taxidermistas. La muchacha le sonrio.
Danny se presento mostrando la placa.
– Me gustaria hablar con el encargado.
– ?Sobre?
– Sobre dientes de animales.
La muchacha tecleo un interfono y dijo:
– Un policia desea verlo, senor Carmichael.
Danny miro las imagenes de alces, osos, lobos y bufalos; reparo en un lustroso felino de montana y penso en un gloton acechandolo, matandolo a fuerza de persistencia.
Una puerta se abrio y aparecio un hombre con un delantal blanco manchado de sangre.
– ?Senor Carmichael?
– Si, senor…
– Soy el agente Upshaw.
– ?De que se trata, agente?
– Se trata de dientes de gloton.
Ninguna reaccion salvo la impaciencia. Obviamente el hombre deseaba volver a su trabajo.
– Entonces no puedo ayudarlo. Joredco es el unico taller de Los Angeles que confecciona dentaduras para animales, y nunca los hemos hecho para un gloton.
– ?Por que?
– ?Por que? Porque los taxidermistas no embalsaman glotones. No son un articulo que la gente quiera como adorno de su casa o refugio. Trabajo aqui desde hace trece anos y nunca me han pedido dientes de gloton.
Danny reflexiono.
– ?Alguien que hubiera aprendido aqui los rudimentos del oficio podria hacerlo?
– Si, pero resultaria sangriento y muy tosco sin las herramientas apropiadas.
– Bien. Estoy buscando a un hombre a quien le gusta la sangre.
Carmichael se enjugo las manos en el delantal.
– Agente, ?de que se trata?
– Homicidio cuadruple. ?Hasta cuando llegan sus registros?
El «homicidio cuadruple» afecto a Carmichael. Parecia conmocionado a pesar de su adustez.
– Por Dios. Nuestros registros llegan hasta el 40, pero Joredco emplea casi siempre mujeres. No creera usted…
Danny estaba pensando que Reynolds Loftis no se mancharia las manos en semejante lugar.
– Quizas. Hableme de los hombres que trabajaron aqui.
– No fueron muchos. Con franqueza, las mujeres aceptan sueldos mas bajos. Nuestro personal actual ha estado aqui durante anos, y cuando tenemos pedidos urgentes contratamos a gente en paro y alumnos de las escuelas Lincoln y Belmont hacen las tareas de aprendiz. Durante la guerra, contratamos a muchos empleados temporales mediante este sistema.
Curiosamente, la conexion Joredco abria un camino, mientras el de Loftis se cerraba.
– Senor Carmichael, ?tiene usted un plan medico para sus empleados regulares?
– Si.
– ?Puedo ver los registros?
Carmichael se volvio a la recepcionista.
– Sally, deja que el agente no-se-cuantos vea los archivos.
Danny paso por alto el comentario desdenoso. Carmichael volvio a cruzar la puerta y Sally le mostro un archivo.
– Viejo de mierda, con perdon de la expresion. Las fichas medicas estan en el cajon de abajo, tanto los hombres como las mujeres. ?No creera que un verdadero asesino trabajo aqui, verdad?
Danny rio.
– No, pero quiza si un verdadero monstruo.
Tardo una hora en examinar las fichas medicas.
Desde noviembre del 39 habian contratado a dieciseis hombres como mecanicos dentales. Tres eran japoneses, contratados al finalizar el confinamiento de japoneses en el 44; cuatro eran caucasianos y ahora tenian unos treinta y cinco anos; tres eran blancos y eran de mediana edad; seis eran mexicanos. Los dieciseis hombres habian donado sangre, en una u otra ocasion, a la campana anual de la Cruz Roja. Cinco de los dieciseis tenian sangre cero positivo, el grupo sanguineo mas comun entre los seres humanos. Tres de los hombres eran mexicanos, dos eran japoneses, pero Joredco aun parecia una buena pista.
Danny fue al taller y paso otra hora charlando con los mecanicos, hablandoles mientras extraian dientes de encias extirpadas de cabezas de ciervos y jabalies de Catalina Island. Hizo preguntas sobre hombres altos y maduros de conducta extrana, jazz, heroina, sujetos obsesionados por los glotones. Olia la sangre y la infeccion dental y enfatizaba la conducta extrana entre los trabajadores temporales que iban y venian, deslizo insinuaciones acerca de un atractivo actor de Hollywood que podria haber llegado al exito. Los tecnicos respondian con indiferencia, negaban y continuaban trabajando, solo podia obtener datos por eliminacion: la mayoria de los braceros eran mexicanos, inmigrantes legales, que iban a las escuelas de Belmont y Lincoln sin tarjeta verde, veteranos de los mataderos de Vernon, donde el trabajo era aun mas sangriento y la paga era peor que los miseros sueldos del senor Carmichael. Danny se fue pensando que Reynolds Loftis se desmayaria si entrara en Joredco, que lo del actor podia ser una relacion puramente circunstancial. Pero Joredco-Cormier aun parecia promisorio, daba la impresion de que a «el» le encantaria el tufo a sangre y decadencia.
La temperatura habia aumentado, y el calor resultaba aplastante despues de una fuerte lluvia. Danny se sento en el coche y transpiro las copas de la noche anterior. Penso en el metodo por eliminacion, penso que las agencias de colocaciones no llevaban registros para eludir impuestos, que las oficinas de empleo de las escuelas secundarias eran pistas improbables que sin embargo debia seguir. Fue hasta la escuela Belmont, hablo con la consejera de empleos, supo que sus registros solo llegaban hasta el 45 y los comparo con las fichas de Joredco. Sumaban veintisiete, todos mexicanos y japoneses. Aunque sabia que la edad no encajaba, repitio el procedimiento en Lincoln: mexicanos, japoneses y un chico blanco retrasado mental contratado porque era tan fuerte como para levantar dos ciervos muertos al mismo tiempo. No le llevaba a ninguna parte. Pero por alguna razon, aun le parecia prometedor.
Danny enfilo hacia un bar de Chinatown. Despues de dos copas de burbon de la casa, supo que era su ultimo dia con un cargo directivo: cuando dijera a Considine que Ted Krugman estaba fuera de juego, lo enviarian de vuelta a Hollywood Oeste con una gran culpa a cuestas si Ellis Loew pensaba que habia puesto en problemas la posibilidad de un gran jurado eficiente. Podia seguir buscandolo a «el» en sus horas libres, pero era muy posible que Felix Gordean hablara con sus companeros de golf, el sheriff Biscailuz y Al Dietrich, y lo enviaran de nuevo a