Bill y yo nos quedamos en la puerta. Una corriente de aire soplaba en el pasillo. Whittaker y su esposa se mostraron obsequiosos. Empezaron a justificar su vida y los frascos de pildoras que estaban a la vista. Los corte en seco. Queria ir al grano y escuchar la version de Whittaker sobre lo sucedido aquella noche. Su declaracion formal no tenia sentido. Me entraron deseos de arrojarme sobre el y estrujarle el cerebro.

Bill advirtio que estaba impacientandome, y me indico con una sena que lo dejase hablar a el. Retrocedi y me quede al otro lado del umbral. Bill miro a Whittaker como diciendole: «No estoy aqui para juzgarte; no venimos a traerte problemas.» Whittaker y su mujer tragaron.

Bill hablo. Whittaker hablo. La mujer de este callo y miro a Bill. Yo escuche y mire a Whittaker.

Repaso sus cuarenta y cuatro detenciones. Habia cumplido pena de carcel por todos y cada uno de los delitos relacionados con drogas del jodido codigo penal.

Bill lo llevo a junio del 58. Lo acompano al Desert Inn la noche de autos. Whittaker dijo que acudio alli con «un hawaiano gordo que sabia karate». El hawaiano gordo «sacudio a unos cuantos tipos». Todo era pura palabreria.

No recordaba a la Rubia ni al Hombre Moreno. No recordaba demasiado bien a la victima. Aquella noche, mas tarde, lo detuvieron por ebriedad. La policia lo interrogo la noche siguiente al asesinato y un par de dias despues. Ahora estaba con la metadona. La metadona le jodia la mente. Solo habia ido a aquel bar una vez. No habia vuelto mas. El lugar le daba mala suerte. En esa epoca tenia un colega llamado Spud, que conocia a unos hermanos de apellido Sullivan. Provenian de su mismo pueblo, McKeesport, Pennsylvania. Su propio hermano habia muerto de cirrosis. Tenia dos hermanas llamadas Ruthie y Joanne…

Le indique a Bill con un gesto que ya estaba bien de aquello. Asintio y miro a Whittaker como diciendole: «Bueno, vayamos mas despacio.»

Whittaker interrumpio su perorata. Bill le dijo que debiamos darnos prisa o perderiamos el avion. Me senalo y dijo que era el hijo de la mujer fallecida. Whittaker solto una serie de exclamaciones. Su esposa se mostro muy sorprendida. Yo olvide un poco mi frialdad y les solte cien dolares. Era dinero de los dados.

Billy Farrington nos informo de que Dorothy Lawton no encontraba las libretas de notas de Jack. Dijo que se pondria en contacto con los hijos de este y que veria si ellos las tenian.

Consegui que incorporaran a mi linea telefonica normal otra de llamadas gratuitas. Cambie el mensaje del contestador. Ahora decia: «Si posee informacion sobre el asesinato de Geneva Hilliker Ellroy, ocurrido el 12 de junio de 1958, por favor deje su mensaje despues de que suene la senal.» Tenia dos lineas de telefono y un solo contestador. Todo el que llamaba recibia el mensaje que hacia referencia al asesinato.

Me llamo un productor del programa Day One. Dijo que habia leido mi articulo en GQ. Hablo con alguien de la revista y se entero de que estaba llevando a cabo una investigacion. Queria filmar un reportaje al respecto. Apareceria en television, por cadena nacional, en hora de maxima audiencia.

Acepte. Le pregunte si podria aparecer nuestro numero para dejar informacion. Respondio que si.

Empece a sentirme un poco incomodo. La pelirroja estaba haciendose conocida a una escala enorme. Ella, que vivia en una intimidad compartimentada y rehuia todas las demostraciones publicas. Pero la publicidad era nuestro camino mas directo hacia la Rubia. Asi era como justificaba ante mi mismo la exhibicion publica a que la sometia.

Bill y yo pasamos cuatro dias con el periodista de L.A. Weekly y una semana con el equipo de Day One. Los llevamos al instituto Arroyo y al restaurante Valenzuela's y a la vieja casa de piedra de Maple. Comimos un monton de mala comida mexicana. Los tipos del Valenzuela's se preguntaban quien diablos eramos y que haciamos con aquellos camaras, aquel viejo expediente y todas aquellas fotos morbosas en blanco y negro. Alli nadie hablaba ingles. Nosotros no hablabamos espanol. Les dejamos una propina extraordinaria y convertimos Valenzuela's en nuestro cuartel general en El Monte. Bill y yo llamabamos al local «el Desert Inn». Era el nombre que mejor le cuadraba. Empece a amar aquel lugar. La primera visita nocturna me asusto. Las posteriores suavizaron y endulzaron esa impresion. Mi madre habia bailado alli. Ahora era yo quien bailaba con ella. Y el baile tenia mucho que ver con la reconciliacion.

Encontramos al propietario de mi antigua casa. Se llamaba Geno Guevara. En el 77 se la habia comprado a un predicador. Hacia tiempo que los Krycki ya no vivian alli.

Geno estuvo encantado con la gente de los medios de comunicacion. Los dejaba deambular por su jardin y tomar fotos. Entre un rato en la casa. El interior estaba cambiado y agrandado. Cerre los ojos y elimine las reformas. Entre en mi dormitorio y en el de mi madre tal como estaban entonces. Note su presencia. La oli. Oli a bourbon Early Times. El bano seguia intacto desde 1958. La vi desnuda. La vi pasarse una toalla entre las piernas.

Arroyo se convirtio en un plato. El equipo de Day One hizo unas tomas de Bill y mias alli. El fotografo de L.A. Weekly saco sus propias fotos de la escena del crimen. Los chicos del instituto se arremolinaron alrededor de nosotros. Querian conocer toda la historia. Se echaban a reir e intentaban colocarse delante de la camara. En el curso de dos semanas estuvimos en Arroyo cinco o seis veces. Las visitas me parecian violaciones y vulgarizaciones. No queria que aquel sitio perdiera su poder. No queria convertir King's Row en una calle de publico acceso y en una parada cotidiana en el camino publicitario de mi vida.

El Monte estaba convirtiendose en un lugar benignamente familiar. La metamorfosis resultaba predecible y, a la vez, perturbadora. Yo deseaba que continuara siendo una elipsis, que se escondiera de mi y me mostrara como se ocultaba. Queria recuperar mi viejo miedo y aprender de el, atascarme en los escasos kilometros cuadrados de El Monte. Queria desarrollar un instinto de cazador de hombres a partir de ese aislamiento.

Bill y yo terminamos nuestro primer encuentro con la prensa. Dimos con Peter Tubiolo, con Roy Dunn y con Jana, la hija de Ellis Outlaw. Ellos nos remontaron a El Monte en 1958.

Tubiolo tenia ya setenta y dos anos, exactamente el doble que en aquel entonces. Se acordaba de mi. Recordaba a mi madre. Seguia siendo robusto y de trato amistoso. En una rueda de identificacion lo habria identificado entre cincuenta tipos. Habia envejecido de forma absolutamente reconocible.

Estuvo calido, gracioso incluso. Dijo que nunca habia salido con mi madre y que jamas se explico de donde habia sacado esa idea la policia.

La habia sacado de mi, y no cabia la menor duda. Yo lo vi recoger a mi madre en su Nashville azul y blanco. Mencione el coche y Tubiolo dijo que le encantaba el viejo Nash. Pero no puse en duda lo que decia acerca de mi madre. En aquella epoca la policia lo solto de toda sospecha. Su aspecto y su aire de sinceridad lo exoneraban ahora. Habia enviudado y no tenia hijos. Se lo veia feliz y prospero. Habia dejado la escuela Ann LeGore en el 59 y con los anos se habia convertido en un alto cargo de la administracion en el condado de Los Angeles. Llevaba una vida apacible y probablemente le quedasen todavia algunos anos buenos.

Declaro que nunca habia estado en el Desert Inn ni en el Stan's Drive-In. Dijo que yo era un chico muy excitable y sensible. Conto que por esa epoca los chicos mexicanos de Medina Court tenian un truco: se quitaban los zapatos y acudian a la escuela descalzos. En la escuela los obligaban a ir calzados. Era una regla estricta. Tubiolo no paraba de enviar a casa a aquellos chicos sin zapatos. Mis amigos Reyes y Danny emplearon aquel truco. Yo me fume un porro de marihuana con ellos. Era una delicia. Fui a ver Los diez mandamientos con ellos. Me pase el rato riendome de todo aquel jaleo sagrado. Reyes y Danny, que eran catolicos, me hacian callar. Mi madre detestaba a los catolicos. Decia que recibian ordenes de Roma. El Hombre Moreno era un hombre caucasico de rasgos mediterraneos. Probablemente fuese catolico. Todos mis circuitos mentales volvieron a esa noche.

Roy Dunn y Jana Outlaw nos devolvieron al Desert Inn.

Los entrevistamos en su casa. Dunn vivia en Duarte; Jana Outlaw, en El Monte. Ambos residian en el valle de San Gabriel.

Dunn recordaba el asesinato; Jana, no. Por entonces, ella tenia nueve anos. Dunn solia tomar copas con Harry Andre. Harry frecuentaba el Playroom Bar. Dunn trabajaba en el Playroom y en el Desert Inn. Ellis Outlaw pagaba buenos sueldos. Ellis se asfixio con un pedazo de comida en 1969. Ya estaba medio muerto de tanto beber. Myrtle Mawby tambien habia fallecido, como la esposa de Ellis. El Desert Inn habia disfrutado de una decada dorada. El local subio como un cohete. Alli toco Spade Cooley, anos antes de que matara a su esposa de una paliza. Ellis introdujo los numeros artisticos con artistas de color. Joe Liggins y un grupo que era una copia exacta de los Ink Spots cantaron en el Desert Inn. El local era una tapadera. Ellis levantaba apuestas ilegales, organizaba partidas

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