atendido el sabado por la noche y se puso a pensar. Intento recordar en que coche iba. Hablo con su jefe y este senalo diferentes automoviles. Asi fue como consiguio determinar el utilizado por la pareja.
Mire a Bill, quien me indico que lo dejase hacer a el. Le entrego a Lavonne una copia del Libro Azul del caso Jean Ellroy y le pidio que repasara su declaracion. Volveriamos mas tarde para hablar de ello.
Lavonne dijo que nos esperaba despues de cenar. Nos recomendo que evitaramos los casinos. No se puede vencer a la casa.
Cenamos en el asador del Reno Hilton. Tratamos extensamente acerca del tema del coche.
Apunte que la identificacion del vehiculo hecha por Lavonne quizas estuviese contaminada. Quiza su jefe la hubiera inducido a error. Su declaracion en el Libro Azul era enfatica. El Hombre Moreno conducia un Oldsmobile del 55 o del 56. Quiza Lavonne se hubiera equivocado al identificar el coche. Quiza la identificacion fuese defectuosa desde el primer momento. Quiza Hallinen y Lawton se desanimaron al caer en la cuenta de ello. Quizas eso explicara el que la tarjeta de IBM que incluia el expediente estuviese poco perforada.
Bill dijo que era posible. A veces los testigos se convencian a si mismos de que ciertas cosas eran verdad y mantenian su declaracion contra viento y marea. Le pregunte si podiamos comprobar los archivos de matriculacion de vehiculos. Respondio que no: los datos no estaban informatizados y los registros en papel habian sido destruidos hacia mucho tiempo.
Terminamos de cenar y cruzamos el casino. Senti el irrefrenable impulso de echar unos dados.
Bill me explico como se debia apostar. Las combinaciones me confundieron. «Al carajo», dije, y puse cien dolares sobre la mesa de juego.
La suerte me favorecio cuatro veces seguidas. Gane mil seiscientos dolares.
Regale cien al crupier y converti en dinero el resto de las fichas. Bill dijo que deberia cambiarme el nombre por el de Bobbie Long, junior.
Lavonne nos esperaba levantada. Habia leido su vieja declaracion, pero no habia despertado nuevos recuerdos.
Le di las gracias por su diligencia, tanto entonces como ahora. Ella repitio que mi madre era muy guapa, realmente.
El viaje a Reno me enseno algunas cosas. Aprendi a hablar con amabilidad. Aprendi a no mostrarme agresivo.
Stoner era mi maestro. Adverti que siguiendo sus indicaciones estaba moldeando el aspecto detectivesco de mi personalidad. Stoner sabia controlar su ego para conseguir que la gente le contara cosas. Yo queria desarrollar esa habilidad, y deprisa. Queria que los viejos me contaran cosas antes de morir o de volverse seniles.
Me llamo una reportera del
El contacto de Bill en la Seguridad Social informo que Jim Boss Bennett habia muerto de causas naturales en 1979. Billy Farrington nos informo de que la viuda de Jack Lawton aun vivia. Prometio buscar viejos cuadernos de notas de Jack en el garaje y llamar si los encontraba. La recepcionista de la Oficina del Sheriff llamo a Bill. Habia recibido los antecedentes policiales de Michael Whittaker. El expediente constaba de diez paginas. La agente expuso los detalles.
Eran penosos y aterradores. Whittaker ya tenia sesenta anos. Se pinchaba. Llevaba treinta anos enganchado. Habia bailado con mi madre en el Desert Inn.
Bill dijo que tal vez estuviese en San Francisco o en alguna carcel. Apunte que quizas hubiera muerto de sida o de desgaste general. Bill dijo a la recepcionista que hiciera una comprobacion en las empresas de servicios publicos. Queria localizar a Whittaker. Teniamos que encontrarlo. Y teniamos que dar con Margie Trawick.
Saque nuestra copia impresa del «libro inverso». Dije que podiamos telefonear a todos los numeros de Margie Phillips que teniamos. Bill indico que primero debiamos realizar una comprobacion de empleo.
Yo habia memorizado el nombre y la direccion. Margie Trawick trabajaba en el 2.211 de Tubeway Avenue, Tubesales. Bill consulto una guia Thomas. El lugar quedaba a cinco minutos de donde nos encontrabamos.
Fuimos en coche. Era un almacen inmenso y un edificio de oficinas contiguo. Dimos con la jefa de personal. Hablamos con ella. La mujer comprobo sus expedientes y confirmo que Margie Trawick habia trabajado alli desde el 56 hasta el 71. Nos explico que todos los expedientes personales eran estrictamente confidenciales.
Insistimos. La mujer dejo escapar un suspiro y anoto las senas de Bill. Dijo que llamaria a algunos antiguos empleados y les preguntaria por Margie.
Bill y yo regresamos a la Oficina del Sheriff. Revisamos el Libro Azul del caso Ellroy y descubrimos tres nombres mas por comprobar.
Roy Dunn y Al Manganiello: dos encargados de barra del Desert Inn. Ruth Schienle: directora de personal de Airtek.
Buscamos datos de ellos en el ordenador del Departamento de Vehiculos a Motor. Encontramos cuatro Roy Dunn, ninguna Ruth Schienle y un Al Manganiello en Covina. Consultamos los nombres en el ordenador del Departamento de Justicia. La busqueda fue infructuosa en los tres casos. Buscamos el nombre de Ruth Schienle en el «libro inverso» que nos senalo una posible direccion en el estado de Washington.
Bill llamo a Al Manganiello. El telefono estaba fuera de servicio. Yo llame a Ruth Schienle. Respondio una mujer.
Tenia veintiocho anos y era soltera. No conocia a ninguna Ruth Schienle.
Bill y yo nos trasladamos al condado de Orange. Durante el dia, nos separamos. Yo me dedique al expediente. Queria conocerlo hasta la ultima palabra. Queria establecer conexiones que nadie habia advertido hasta entonces.
Por la noche, Bill me llamo. Dijo que Margie Trawick habia muerto en 1972. Tenia cancer terminal. Estaba sentada en un salon de belleza y sufrio una hemorragia cerebral fulminante.
Seguimos el rastro de Michael Whittaker hasta un tugurio, en el barrio de Mission, San Francisco. Bill le telefoneo. Queria hablar del asesinato de Jean Ellroy. Whittaker se apresuro a asegurar que «solo la habia sacado a bailar».
Tomamos un taxi hasta su hotel. No estaba. El encargado nos explico que se habia marchado apresuradamente con su esposa hacia apenas unos minutos. Aguardamos en el vestibulo. Llegaron putas y drogadictos. Nos dedicaron miradas de extraneza. Se sentaron por alli y se dedicaron a hacer comentarios carentes de gracia. Escuchamos una decena de bromas acerca de O.J. Simpson. Las opiniones estaban divididas en dos sentidos: O.J. estaba injustamente acusado, y O.J. habia acabado con la zorra de su mujer en una reaccion justificable.
Esperamos. Vimos un tumulto en los bloques de pisos que se alzaban al otro lado de la calle. Un chico negro habia entrado y habia soltado una rafaga en medio del patio con alguna clase de arma de asalto.
Nadie resulto herido. El chico escapo corriendo. Parecia un nino contento con su juguete nuevo. Llego la policia y echo un vistazo. El tipo de recepcion comento que cosas asi sucedian cada dia. A veces, los pequenos hampones disparaban unos contra otros.
Esperamos seis horas. Nos acercamos a una tienda de rosquillas y tomamos un cafe. Regresamos al hotel. El hombre de recepcion dijo que Mike y su mujer acababan de subir a escondidas a su habitacion.
Subimos y llamamos a la puerta. Yo estaba irritado y cansado. Whittaker nos franqueo el paso.
Era todo huesos y panza. Llevaba el cabello largo recogido en una cola de caballo, al estilo de los motoristas. No parecia asustado, sino debil, un chiflado que hubiera llegado a San Francisco para conseguir droga y hacerse viejo con la pension de indigente.
La habitacion media tres metros por cuatro. El suelo estaba cubierto de frascos de pildoras y novelas policiacas. La mujer de Whittaker debia de pesar mas de ciento veinte kilos. Estaba acostada en un camastro estrecho. La habitacion apestaba. Vi bichos en el suelo y una hilera de hormigas junto al zocalo. Bill senalo los libros y comento que quizas hubiese algun seguidor mio en aquella covacha.
Me eche a reir. Whittaker se estiro en la cama. El colchon se hundio hasta tocar el suelo.
No habia sillas. No habia bano. El lavabo apestaba como un urinario.