a las hojas.

Lauro la acompano a reganadientes, desalentado por su cambio de planes para esa noche. Cuando llegaron a la libreria, habria unas cuarenta personas zumbando como abejas enloquecidas.

– Esa chismosa… -murmuro Lauro, arrastrandola al otro extremo del salon y senalando con disimulo a un muchacho que conversaba con dos senoras-. No quiero ni que se me acerque.

– Hola, Lisa -dijo Cecilia.

La muchacha se volvio.

– ?Ah! ?Que tal?

– Hoy traje mi grabadora. Hay un sitio cercano donde…

– Lo siento, Ceci. Hoy tampoco podremos hablar.

– Pero llevo tres semanas dejandote mensajes. Vine a las dos ultimas conferencias y tampoco te vi.

– Disculpa, estuve enferma y todavia no me siento bien. Si no es por una amiga que me ha estado ayudando…

Un rumor junto a la puerta indico que el orador habia llegado. Al principio, Cecilia no supo distinguirlo del grupo que acababa de entrar. Para su sorpresa, una anciana casi centenaria se acerco hasta la mesa donde se hallaba el microfono, sosteniendose a duras penas con su baston.

– Te veo despues -susurro Lisa, alejandose.

Ya no habia asientos, pero la alfombra parecia nueva y limpia. Cecilia se sento con Lauro, cerca de la puerta.

– ?Puedes creer que ese tipo siempre se las arregla para armar un enredo donde quiera que llega? - cuchicheo Lauro a su oido-. Cuando yo estaba en Cuba, hizo que dos amigos mios se pelearan porque… ?Ay, no puedo creerlo! ?Aquel es Gerardo?

Se levanto de un salto y salio disparado hacia el otro extremo del salon. Cecilia coloco su bolso en el espacio abandonado, pero unos segundos despues Lauro le indico que se quedaria alli.

La anciana comenzo su disertacion leyendo varios textos donde Marti hablaba del regreso del alma tras la muerte para proseguir su aprendizaje evolutivo. Despues cito un poema que parecia concebir el sufrimiento de su pais como resultado de la ley del karma, como si el exterminio de la raza indigena y las matanzas de esclavos negros exigieran una purga por parte de las almas reencarnadas en la posteridad. Cecilia la escuchaba boquiabierta. Resultaba que el apostol de la independencia cubana era casi espiritista.

Cuando acabo la conferencia quiso acercarse a la anciana, pero el numero de gente que deseaba hablarle parecia mayor que el que la habia escuchado. Desistio de su intento y fue hasta el mostrador donde Lisa se afanaba por atender a los clientes. Tampoco pudo acercarse a ella. Resolvio esperar mientras exploraba los libreros.

Miami se habia convertido en un enigma. Comenzaba a sospechar que alli se conservaba cierta espiritualidad que los mas viejos habian rescatado amorosamente de la hecatombe; solo que ese halito se ocultaba en los pequenos rincones de la ciudad, alejados muchas veces de las rutas turisticas. Tal vez la ciudad fuera una capsula del tiempo; un desvan donde se guardaban los trastos de un antiguo esplendor, en espera del regreso a su lugar de origen. Penso en la teoria de Gaia sobre las multiples almas de una ciudad.

– Oye, m’hijita, hace media hora que te estoy hablando y tu ni me miras.

Lauro resoplaba indignado.

– ?Que?

– Ni suenes con que volvere a hacer todo el cuento. ?Que te pasa?

– Estoy pensando.

– Si, en cualquier cosa, menos en lo que te decia.

– Miami no es lo que parece.

– ?Que quiere decir eso?

– Por fuera parece frio, pero por dentro no lo es.

– Ceci, please, ya tuve mi dosis de metafisica. Ahora quiero irme al Versailles a tomarme un cafe con leche, comerme unas masitas de puerco y ponerme al dia con los chismes del festival de ballet en La Habana. ?Quieres venir?

– No, estoy cansada.

– Entonces nos vemos manana.

Cecilia comprobo que apenas quedaban unos minutos para cerrar. Saco entre los estantes un ejemplar del I Ching y, al volverse, tropezo con una muchacha.

– Disculpa -musito Cecilia.

– Eres como yo -susurro la joven por toda respuesta-. Andas con muertos.

Y sin decir mas se alejo, dejando a Cecilia pasmada. Otra loca suelta por Miami. ?Por que debia ser ella quien se las encontrara? Bueno, eso le ocurria por estar en lugares adonde iba ese tipo de gente.

– ?Conoces a esa que acaba de salir? -pregunto a Lisa, cuando se acerco a la caja con su I Ching.

– ?Claudia? Si, es la amiga que me ha estado ayudando. ?Por que?

– Por nada.

Vio como buscaba una bolsa para envolver su libro.

– Podemos vernos el miercoles al mediodia -propuso Lisa, apenada por no haber cumplido su promesa anterior.

– ?Seguro? Mira que la otra vez me quede esperando.

– Hablaremos en casa -dijo Lisa, garrapateando una direccion en el recibo de la compra-. No llames para confirmar, a menos que seas tu quien no puede ir. Te estare esperando.

Una vez afuera, Cecilia respiro aliviada. Por fin podria terminar su articulo.

Su auto se hallaba al final de la calle, pero no tuvo que acercarse mucho para notar que tenia una rueda desinflada. ?Estaria agujereada o solo falta de aire? Se agacho para examinarla, aunque no tenia idea de lo que debia buscar. ?Un hueco? ?Una rajadura? El aire podia irse por un orificio invisible. ?Como saber lo que le ocurria al punetero neumatico?

Una sombra cayo sobre ella.

– Do you need help?

Cecilia dio un respingo. El farol a espaldas del desconocido impedia verle el rostro, pero enseguida supo que no era un delincuente. Vestia un traje que, incluso a contraluz, parecia elegante. Se movio para verle el rostro. Algo en su aspecto le indico que no era americano. Y en aquella ciudad, cuando alguien no era gringo, tenia 99 papeletas sobre 100 de ser latino.

– Creo que tengo una rueda ponchada -aventuro ella en su espanol cubanizado.

– Yes, you’re right. ?Tienes como cambiarla? -pregunto el hombre, saltando de un idioma a otro con naturalidad.

– Hay un repuesto en el maletero.

– ?Quieres llamar a la Triple A?… I mean, si no tienes celular, puedes usar el mio.

Lauro se lo habia dicho mil veces. Una mujer necesita afiliarse a un servicio de auxilio para carreteras. ?Que iba a hacer si se le rompia el auto en pleno expressway o en medio de la noche, como ahora?

– No tengo Triple A.

– Bueno, no te preocupes. Yo te la cambio.

No era un hombre especialmente bello, pero si muy atractivo. Y expelia masculinidad por todos los poros. Cecilia lo observo mientras cambiaba el neumatico, una operacion que habia visto muchas veces, pero que era incapaz de repetir.

– No se como agradecerte -le dijo ella, tendiendole una locion limpiadora que siempre llevaba en el bolso.

– No fue nada… Bye the way, me llamo Roberto.

– Cecilia, mucho gusto.

– ?Vives cerca?

– Mas o menos.

Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату