medianamente cuerda se sentaria en un bar con un desconocido.
– Si… Claro… -admitio el con un tartamudeo tan sincero que Cecilia estuvo a punto de sentir lastima.
De pronto supo por que se hallaba molesta. No era por la invitacion, sino porque el intruso habia invadido el escondite que ella y Amalia compartieran tantas noches.
Busco una mesa desde la cual pudiera vigilar la llegada de su amiga, pero casi todas estaban llenas. Tuvo que escoger una cercana a la pista. Se hallaba ansiosa por hablar con Amalia y decirle que se daba por vencida en aquel juego. Tenia el significado de las seis cifras, pero no entendia nada. El primer acertijo, vinculado a ella misma, continuaba siendo un enigma. «Cantina», «vision» e «iluminaciones» eran las palabras correspondientes a los numeros, pero no tenia la menor idea de lo que podian significar. Con el segundo grupo ocurria lo mismo. No sabia que hacer con un «desafio», una «paloma» y un «cementerio grande».
Levanto la mirada y vio el paisaje que ocupaba toda la pantalla. Alli estaba de nuevo: en Miami, Cuba era mas omnipresente que la Coca-Cola. Trato de distinguir la mesa donde solia reunirse con Amalia, pero se hallaba demasiado lejos y el bar estaba muy oscuro. No la veria si entraba, y quizas hasta se marchara si topaba con aquel desconocido en su puesto. Tomando aire, se acerco de nuevo al joven.
– Mis amigos estan por llegar -dijo ella para justificar su atrevimiento-. ?Puedo esperarlos aqui unos minutos? Siempre nos reunimos en esta esquina.
– Por supuesto. ?Quieres tomar algo?
– No, gracias.
Ella desvio la vista.
– Me llamo Miguel -dijo el, tendiendole una mano.
Dudo un segundo, antes de responder.
– Cecilia.
Hubo un parpadeo de luces que le permitio examinar su rostro. Tenia mas o menos su misma edad, pero sus rasgos eran tan exoticos que casi se le antojaron extraterrestres.
– ?Vienes mucho aqui? -pregunto el.
– Mas o menos.
– Esta es mi primera vez -admitio el-. ?Sabes si…?
En ese momento, varias personas pasaron junto a ellos, tropezando con varias sillas.
– ?Gaia! -llamo Cecilia.
La figura que iba al frente se detuvo; y las otras la siguieron, tropezando como barajas.
– ?Hola! ?Como estas? -pregunto la recien llegada-. Mira quienes vinieron…
Pero no termino la frase.
– ?Gaia! -exclamo el joven-. No sabia que estabas aqui.
– ?Miguel? -balbuceo ella.
Se produjo un titubeo, y casi enseguida una especie de terremoto. Las siluetas que venian detras se lanzaron hacia la mesa.
– ?Eres tu, Miguel?
– ?Que sorpresa!
– ?Cuando llegaste?
– ?Claudia, nunca lo habria imaginado! ?Melisa, mira que hace tiempo! -decia el, riendo-. ?Dios, que casualidad!
Y ellas le pasaban la mano por la cabeza, se reian y lo abrazaban, como quienes han encontrado a un familiar despues de mucho tiempo.
– ?De donde se conocen? -pregunto Cecilia.
– De La Habana -repuso el vagamente.
– ?Alguien ha visto a Lisa? -interrumpio Gaia-. Fue ella quien propuso que nos reunieramos aqui, y no la veo… Pero Lisa no habia llegado.
– Tenemos un par de mesas reservadas -dijo Claudia-. Si quieren venir…
Cecilia alego que esperaba a alguien y ambos se quedaron alli.
– Ah, el Benny… -susurro Miguel.
En la pantalla acababa de aparecer el Sonero Mayor de Cuba.
– «Hoy como ayer, yo te sigo queriendo, mi bien…»
– ?Quieres bailar? -pregunto el muchacho, tomandola de la mano.
Y sin darle tiempo a contestar, la arrastro a la pista.
– Menos mal que no conocias a nadie -le reprocho ella, mas confiada en el despues de aquel recibimiento.
– No habia vuelto a saber de ninguna -dijo el en susurros, como temiendo que lo oyeran-. Las ayude en diferentes momentos de sus vidas.
Cecilia lo observo con suspicacia, decidida a no dejarse embaucar por aquellos ojos de pureza traslucida.
– ?Ayudarlas, como?
– Un amigo me presento a Claudia cuando ella trabajaba en una pizzeria -conto el-, algo raro porque era licenciada en Historia del Arte. Parece que tuvo un problema politico. Le regale algun dinero cuando me entere que tenia un nino pequeno.
– No sabia que estuviera casada.
– No lo estaba.
Cecilia se mordio los labios.
– A Gaia la conoci porque trabajo un tiempo en mi oficina despues que salio de la universidad. Siempre andaba con la mirada asustada, como si quisiera huir de todo… Trate de llevarla a un psicologo, pero nunca logre que lo viera porque vino para Miami.
– No me parece que Gaia este enferma.
Frente a la pantalla, el rostro de Miguel se lleno de luz. Ahora sus ojos parecian verdes.
– Tal vez esta ciudad la haya sanado -aventuro el-; me han dicho que Miami tiene ese poder sobre los cubanos. Tambien Melisa estuvo bajo tratamiento psiquiatrico, y ya la ves. Aunque yo nunca crei que tuviera ningun problema. Fue un asunto misterioso…
El bolero termino y ellos regresaron a la mesa. Las muchachas habian ocupado otra con un grupo de amigos. Claudia les hizo senas para que se les unieran, pero Cecilia no se decidia a perder de vista su rincon.
– No quiero irme de aqui -confeso ella.
– Yo tampoco.
Rechazaron la invitacion con un gesto.
– ?De que te graduaste?
– Soy sociologo.
– ?Y que hacias alla?
Alla significaba la isla.
– Trabajaba en hospitales ayudando en las terapias de grupo, pero nunca le confese a nadie mi verdadero sueno. Cecilia lo escucho sin hacer comentarios.
– Desde hace tiempo estoy recopilando notas para un libro.
– ?Eres escritor?
– No, solo investigo.
– ?Sobre que?
– Los aportes de la cultura china en Cuba.
Ella lo observo con sorpresa.
– Casi nadie menciona a los chinos -insistio el-, aunque los manuales de historia y de sociologia insisten en que son el tercer eslabon de nuestra cultura.
Una camarera se acerco a la mesa.
– ?Van a tomar algo?
– Un Mojito -pidio Cecilia sin vacilar.
– Crei que no bebias con desconocidos -dijo el, sonriendo por primera vez cuando la mujer se marcho.
Se estudiaron por unos segundos. La oscuridad ya no era un obstaculo para la vision y Cecilia pudo distinguir