– Si sabes, si.
– ?He ido en moto desde los catorce, aunque solo en vacaciones, por el pueblo!
– Pues es tuya.
No tuvo que decirselo dos veces. Julia se sento delante y el detras. Con el primer rugido del motor, ella le oyo decir:
– Hay un problema.
– ?Cual?
– Que no se por donde diablos agarrarte.
– ?Tonto!
Arranco de golpe, obligandole a cogerla por el primer lugar que pudo, que resulto ser la cintura, para no caerse.
Capitulo 3
El cuarto intento dio resultado. A la llamada al timbre de la puerta siguio un inmediato ruido parecido al de una silla desplazandose por el suelo y una voz quejumbrosa anunciando:
– ?Voy!
La abuela de Marta Jimenez Campos, Carmela, era una mujer enjuta, bajita y discreta. Vestia una bata que conocio tiempos mejores, algo deshilachada ya, y calzaba unas zapatillas tan viejas como grandes. Con el cabello blanquecino firmemente sujeto en un mono, su rostro daba la sensacion de estar igualmente estirado a causa de el. Completaba sus rasgos mas destacados con unas mejillas sonrosadas, el inmenso pecho, una buena circunferencia presidiendo su ecuador y unos ojos castigados pero limpios, orlados por una tristeza que, mas que fluir de ellos, daba la sensacion de estar pegada desde hacia tiempo a su retina. Se les quedo mirando con sensacion de desconcierto.
– ?Senora Carmela? -hablo en primer lugar Julia.
– ?En que puedo servirles?
– Somos periodistas. Querriamos hablar con usted…
Creian que les pondria objeciones, que les diria que estaba cansada, que acababa de enterrar a su nieta hacia 24 horas, que…
Y en lugar de eso, como si fuera lo mas normal y natural del mundo, lo que hizo fue apartarse y decir:
– Ah, bueno, si. Pasen.
Julia y Gil se quedaron de una pieza.
Les precedio por el piso, pequeno, paredes llenas de marcas y raspaduras en la pintura, algunos cuadros baratos, un pasillo angosto con dos puertas a la derecha y una a la izquierda. La salita, con la cocina visible a traves de otra puerta sin cerrar, tenia dos butaquitas de piel marron, una mesa redonda con tres sillas y un televisor lleno de imagenes en la parte superior. Un aparador con fotografias encima de su repisa completaba la decoracion. La ventana daba a un patio de luces en el que otras ventanas se abrian como ojos mirando la intimidad de cada cual.
La mujer se sento en una de las sillas y volvio a mirarles con seriedad, incluso algo cohibida. Julia y Gil hicieron lo mismo en las otras dos. Se daban cuenta de la sencillez no ya del ambiente, sino de su interlocutora. Ella no dudaba de que tenia que responder sus preguntas, asi de facil. Eran periodistas. Su reparto social, tal vez incluso su escala de valores, no incluia el derecho al respeto por la memoria de su nieta o a la preservacion de su intimidad. La senora Carmela no entendia de esas cosas. Era como cuando en television le enchufaban el microfono a una testigo con rulos y bata en la puerta de su casa, y ella hablaba sin rodeos y sin tapujos, soltando lo que tenia en la cabeza. La dictadura de la informacion.
– No querriamos molestarla, senora -se excuso Julia.
– No, si tampoco es que pueda contarles mucho, ?saben? -se excuso aun mas la mujer.
– Imaginamos que le habran hecho tantas preguntas…
– La policia -asintio-. Pero ustedes son los primeros periodistas.
Temieron que les preguntara de que medio informativo eran. No fue asi. Julia saco su bloc para dar impresion de profesionalidad. Hasta ese momento no habian tomado una sola nota. Fue como si se dieran cuenta de ello los dos al alimon.
– ?Le importa que la grabe?
– No, no, hija. Lo que haga falta.
Julia saco la grabadora, la puso en marcha y miro a Gil.
La paciencia y serenidad de la senora Carmela eran increibles.
– Hablenos de Marta -inicio el interrogatorio el.
– ?Que quieren que les diga? -puso cara de no saber por donde empezar-. Lo que hablen los demas, o lo que oigan por ahi… Era una buena chica, ?saben? Nada que ver con su madre -desplazo una mirada hacia las fotografias y parecio detenerse en una en la que se veia a una mujer joven y guapa, sonriente-. Mi pobre hija nunca fue… -se santiguo con gestos medidos y volvio a centrar su atencion en ellos dos-. No tuvo ninguna oportunidad, y era tan guapa… Marta tambien era preciosa, ?saben?
– ?Quien era el padre de Marta?
– Un mal nacido que engano a mi hija. El diablo lo confunda.
– ?La engano? -dijo Julia.
– Estaba casado -cerro y abrio los ojos con parsimonia-. Yo se lo dije, la adverti, pero ella no me hizo caso. Era joven, y decia que yo no tenia ni idea. Pero yo si tenia idea, ?saben? -por lo visto, era su cantinela-. Ese hombre la engatuso: que si le iba a poner un piso y viviria como una reina, que si la tendria en un pedestal, que si era maravillosa, que si iba a dejar a su mujer en un par de anos, cuando sus hijos fueran un poco mayores, y luego…
– ?La dejo en estado?
– Si, y mi Lali tuvo a Marta. Creia que el recapacitaria y se iria con ella.
– Asi que el paso.
– Todo mentira, ?saben? Le dio un dinero y si te he visto no me acuerdo. La dejo con la nina y eso fue todo. Una completa cochinada.
– ?No les paso nada en los anos siguientes?
– ?Dinero? No. Lali tuvo que espabilarse sola.
– ?Y su hija no reacciono?
– ?Que querian que hiciera? Nunca me lo conto, pero creo que acabo teniendole miedo, no se. Tal vez la amenazara. Tal vez… Para mi que era un hombre importante, o lo fue despues.
– Asi que Lali se hundio.
– Creyo que podria con todo ella sola. Tenia mucho caracter. Ni siquiera se quedo aqui, conmigo, aunque me dejaba a Marta constantemente para…, bueno -bajo los ojos a la mesa, donde tenia las manos unidas e inmoviles-. Yo una vez le dije que se guardara de su belleza, ?saben? Se lo dije. Le dije: «Mira, Lali, la belleza mal empleada no es un don, sino una perdicion». Ella se me reia. Decia que, siendo guapa, un dia lo tendria todo. Pero no fue asi. Nunca tuvo nada. Y fue de mal en peor, de mal en peor, de mal en peor hasta el fin. Senor…
Aparecio en sus ojos un primer destello de humedad. Fue breve. Julia estuvo al quite para no dejarla sumirse en su dolor.
– ?Sabe quien es, o donde podemos encontrar a ese hombre?
– Nunca supe su nombre. Lali se guardo de contarme nada. Era muy suya, ?saben? Mucho -volvio a mirar las fotografias y agrego-: Y tan guapa. Tanto. Como mi Marta.
– ?Marta se vino a vivir definitivamente con usted al morir su madre?
– En las ultimas semanas, cuando el cancer se estaba comiendo a Lali, ya vivia aqui. Tenia una habitacion preciosa.