– ?Sabe en que andaba metida su nieta?
– ?Como quieren que lo sepa? -se puso seria y circunspecta-. Ella tenia su vida, hablaba mucho conmigo, pero de sus cosas no, nunca. Y yo no me metia. Me bastaba con ver que era distinta de su madre.
– Pero tuvo problemas con la ley.
– Por el barrio, el ambiente… -la defendio con un primer punto de vehemencia-. Si robo es porque la obligaron.
– ?Quien?
– No lo se.
– ?Paco? -pregunto Julia.
– No lo se -repitio la senora Carmela-. Aqui solo subia esa amiga suya, Ursula.
– ?Y Patri?
– A veces, pero menos. Patri tambien estaba sola.
– Hemos ido a ver a Ursula y no quiere hablar con nosotros -dijo Gil.
– ?Sabe usted el motivo? -pregunto Julia.
– No -lo acompano con un gesto de cabeza-. Aqui, la gente es muy suya, ?saben? Y mas con los extranos.
– ?Ha visto a Ursula hoy?
– No. Ayer, en el entierro.
– ?Le parecio extrana?
– No se. Lloraba. Bueno, llorabamos todos…
– ?Habia mucha gente?
– Del barrio, de la escalera, de su instituto… -empezaba a hundirse por segunda vez en el oceano de su recobrada tristeza-. En el fondo, Marta tenia poco en comun con todos ellos.
– ?Que quiere decir?
– Pues que ella formaba parte de todo esto, si, pero… -clavo en Julia y en Gil sus ojos cansados-. Mi nieta era muy lista -lo pronuncio con admiracion y orgullo-. Tenia de aqui -se toco la frente-, y de aqui -se llevo el dedo al pecho, sobre el corazon-. Yo creo que hubiera hecho grandes cosas, y que no la han dejado.
– ?Quien?
– ?Ay, no lo se! -gimio-. Pero el que le hizo esto a mi pequena…
Ya no pudieron evitar las lagrimas. Fue como si se desintegrara, desmenuzandose delante de ellos. Una roca convertida en arenisca suave. Julia desplazo su mano hasta el encuentro de las suyas; primero se las acaricio, para despues apretarselas con ternura. La mujer lo agradecio forzando una sonrisa en sus labios.
– ?Por que ha dicho que Patri tambien estaba sola? -pregunto Gil.
– Pobrecilla -suspiro la senora Carmela.
– ?Tuvo problemas esa chica?
– Cuando era nina, su madre la abandono, a ella y a su padre. Estaba loca. Entonces el se junto con otra que tampoco es que fuera trigo limpio, y cuando fue a parar a la carcel por un asunto muy feo, la mujer echo de casa a Patri porque no se aguantaban. La chica lo paso muy mal, vivio aqui y alla, en la calle y en casa de amigas, todo con tal de no tener que ir a un centro de acogida. Mi Marta y Ursula cuidaron de ella muchas veces y la ayudaban en lo que podian.
– ?Asi que no sabe donde puede estar?
– Hace mucho que no la veo.
– ?Lo sabra Ursula?
– Es lo logico. Ayer tampoco la vi en el entierro de Marta, y eso si me extrano.
– Senora Carmela -cada vez que preguntaba Julia despues de algun silencio, su voz sonaba dulce-: Los ultimos dias, antes de que Marta desapareciera, ?noto algo raro?
– No, nada. Ya les he dicho que era muy reservada. Yo la veia normal.
– ?Por que no denuncio su ausencia a la policia?
– Porque no era la primera vez que estaba fuera unos dias, aunque siempre solia avisarme, llamar… - volvieron las lagrimas-. ?Como podia yo saber que…?
– Las otras veces que lo hizo, ?por que era?
– Se iba a la playa, o a hacer algun trabajo durante dos o tres dias, o se quedaba en casa de Ursula a pasar la noche, o el fin de semana… Por lo menos, es lo que me decia. Sin su madre… Aunque no es que antes, en vida de Lali, las cosas fuesen mejor o Marta estuviese mas controlada. Mi hija acabo como loca, rabiosa.
– ?Por algo en particular?
– Contra el mundo en general -manifesto la senora Carmela-. Queria a Marta, pero una vez me dijo que la odiaba, que era la culpable de lo mal que le habia ido en la vida. De pronto, creyo estar segura de que, de no haberse quedado prenada, seguiria con ese hombre. Le dio por ahi.
– ?Asi que aun le queria?
– Estaba obsesionada con el.
– ?Pudo decirle en alguna ocasion a Marta donde estaba su padre?
– Pudo. No lo se -se encogio de hombros-. ?Desde cuando las abuelas contamos para algo? Yo no era mas que la tonta, la pobre que…
Gil capturo el fugaz brillo en la mirada de su companera. Sintio de nuevo lo mismo: que la estaban perdiendo, que ahora ya, mas que responder preguntas, se estaba metiendo en su caparazon de dolor, cubriendose con el, justificando sus propias preguntas y su impotencia. Quiza todavia estuviera bajo la catarsis de la noticia, sin acabar de creerselo, sin digerirlo del todo. Su edad, aunque no era muy vieja, y su soledad pronto actuarian como una cuna hundida en su razon.
– Senora -dijo Julia-, ?podemos ver la habitacion de Marta?
– ?Ay, no se! -su cara se descompuso-. Miren, es que yo…, todavia no he entrado, ?saben? Ni con la policia, cuando la registraron. Y antes tampoco, aunque pasara dias fuera, porque mi nieta me tenia prohibido que…
– No tocaremos nada, se lo prometo -insistio Julia-. Solo miraremos. Por favor.
Era persuasiva. Su voz, sus ojos, la caricia de aquella mano presionando las de la senora Carmela. La mujer acabo rindiendose sin mucho mas esfuerzo.
– Es esa puerta -senalo el pasillo-. La primera de la izquierda.
Cuando los dos se levantaron, la duena de la casa continuo sentada.
Sabian que no les molestaria.
Capitulo 4
Era muy posible que la habitacion de Marta Jimenez Campos estuviese desordenada, como la de la mayoria de los adolescentes en este mundo occidental excesivo y abundante, pero el paso de la policia, lo mismo que el de un elefante en una cristaleria, era evidente en muchos detalles. Habia desorden por encima del desorden, objetos caidos sobre la ropa que Marta debio de tirar al suelo antes de salir por ultima vez.
El lugar no era muy grande, pero estaba bien aprovechado. Una cama elevada con cajones por debajo, una mesa de trabajo, un armarito con las puertas abiertas y sensacion de apreturas, y estantes hasta el techo repletos a rebosar de libros, cajas y discos compactos. En lo poco que quedaba de paredes habia posters y fotografias de algunos grupos y cantantes, pero tambien de animales: focas, ballenas y tigres. Gil recordo lo que le dijo Julia al hablar de su habitacion y se lo senalo. La muchacha esbozo una sonrisa breve. Nada mas.
Primero examinaron el armario. Solo habia ropa mal colocada. Luego abrieron los cajones de debajo de la cama y, ademas de algun que otro cachivache, encontraron zapatos y mas ropa, aunque esta ya pareciese fuera de uso, vieja o pasada de moda.
Se concentraron en dos aspectos de aquel universo con nombre propio: los estantes y la mesa. En los primeros se apretaban decenas de libros, usados, viejos, de segunda o tercera mano. Libros diversos, novelas