antiguas y recientes, buenas y malas. Todo un tesoro cultural que se correspondia con la imagen que les habian dado ya de Marta: la chica que hubiera querido estudiar; la chica que esperaba algo mas de la vida que verla pasar sin tener una sola oportunidad. Los compactos no eran distintos de los libros, ya que, aunque habia de todo, el noventa y cinco por ciento eran piratas.

Julia abrio el primer cajon de la mesa.

– Espera -cuchicheo Gil.

Fue a la puerta, la abrio un poco y atisbo fuera. La senora Carmela seguia en el mismo sitio, sentada a la mesa, con las manos unidas y la mirada extraviada. Gil le hizo una sena a Julia para que siguiera y luego se acerco hasta su lado.

Lo primero que extrajo su companera fueron unas fotografias.

En la mayoria de aquel par de docenas de imagenes diversas se veia a una chica intensa, siempre sonriente, de enormes ojos avidos de vida y labios dotados de una exuberancia poco comun. Fuera invierno o verano, fuera vestida o luciendo un biquini, era una Marta feliz, de cabello negro y fuerte, cuerpo esbelto, manos firmes y piernas hermosas. Ni en las fotos mas recientes parecia tener quince anos.

– Dios mio, fijate -suspiro Julia-. ?Verdad que era guapa?

– Mucho -reconocio Gil.

Era la primera vez que la veian. De hecho, unos minutos antes, al hablar con su abuela, cuando ella miraba de cuando en cuando al aparador, ya habian intuido que la mas joven de las protagonistas de aquellas instantaneas no era Lali, su madre, sino ella misma. Pero ahora lo constataban.

Conocian por fin a la protagonista de su pequena odisea. Marta ya no seria una noticia, ni siquiera alguien real.

Ahora era algo mas.

Demasiado.

La mano de Julia temblo. Parecia incapaz de dejar de mirarla. Era como si estuviese penetrando en su alma. Fue Gil el que cogio ahora las fotografias y las examino con mayor celeridad. Se quedo con otras dos ademas de la que aun sostenia ella. En una, torcida, tomada de lejos y muy mal encuadrada, algo desenfocada incluso, se veia a un hombre que salia por la puerta de una casa. En otra, tomada en la playa, habia tres chicas de las cuales ya conocian a dos: Marta y Ursula. Les dio la vuelta.

En el reverso de la fotografia del hombre habia escrita una sola palabra: «Papa».

En la de las tres chicas, la frase: «Ursula, Patri y yo, ultimo verano».

– ?Que hacemos? -le hizo reaccionar la voz de Julia.

– ?Nos las llevamos?

– Le hemos prometido…

– Se las devolveremos, ?verdad?

– Si.

Gil se las metio en el bolsillo, las dos suyas mas la que sostenia Julia. Dejaron el resto y continuaron con su inspeccion. En el primer cajon encontraron unas postales; en otro, recuerdos de adolescente: un posavasos, un anillo de plastico, la entrada de un concierto, unas figuritas de plastico, unos dados, un par de llaveros de propaganda, una llave, varios pins y poco mas. En el ultimo cajon vieron unos cuadernos.

Julia saco uno y lo abrio.

– ?Poemas! -exclamo, boquiabierta.

– ?Suyos?

– ?De quien, si no?

– Mas sorpresas.

– Escucha esto -leyo Julia-: «Alguien puso las calles mientras tu y yo mirabamos la luna. Y la noche, que habia salido de alguna parte, nos envolvio en el silencio. Alguien pinto las primeras luces en esas calles llenas de sombras. Y la gente, que esperaba el momento, salio cargando sus sonrisas de paz. Alguien».

– Es bonito.

– Lo escribio hace dos anos, a los trece.

– Entonces es mas que bonito.

– Todos estos cuadernos… -Julia los paso uno a uno, venciendo el nudo que acababa de albergarse en su garganta-. Este debe de ser el ultimo.

– ?Que haces? -se asusto al ver que lo metia en su bolso.

– Lo devolveremos con las fotos -le ignoro ella-. Quiero leerlo.

– Estas loca.

– Vale.

Se enfrento a su mirada de censura ya con el cuaderno oculto en su bolso y el resto en el cajon de la mesa.

– ?Que hacemos ahora? -quiso saber el.

– Irnos -Julia se sintio agotada.

Gil regreso a la puerta. La abrio y espero a que su amiga cruzara el umbral. Los dos echaron una ultima ojeada a aquel pequeno espacio que hasta hacia unos dias habia sido cuanto tenia su duena. Un universo unipersonal, unico y propio. Se quedaron con el amargo sabor de boca de sus pensamientos, y con la culpa de su pequeno «prestamo». Luego, el cerro la puerta.

La senora Carmela seguia tal cual.

– Era solo su habitacion -dijo, en un intento de justificar algo.

– Ha sido muy amable, senora -comenzo la retirada Gil.

– Volveremos -prometio Julia.

– Cuando quieran -la mujer se levanto-. No les he ofrecido nada, ni siquiera un vaso de agua.

– No importa, en serio.

– Por favor -les cogio a ambos de las manos de pronto-, escriban algo bonito de Marta. La gente dira tantas cosas malas de ella…

– La gente no sabe nada.

– No, ?verdad? Hasta mi vecina, que es una buena mujer, siempre anda empenada en que… Bueno, que se le va a hacer -se encogio de hombros, victima de sus propias limitaciones, y siguieron andando-. Ustedes parecen buenas personas, y tan jovenes.

– Gracias.

Habian llegado ya al pequeno recibidor. Un paso mas y saldrian de aquella opresion. Julia se sintio ladrona, como si el cuaderno estuviese gritando por su cuenta desde su bolso. Gil, culpable, por la huida y los fantasmas que le empujaban.

Ella se inclino sobre la senora Carmela y la beso en la mejilla. Le basto con mirarla a los ojos para darse cuenta de como se lo agradecia.

Y cuanto.

– Vayan con Dios -les deseo la abuela de Marta.

Capitulo 5

Volvian a estar en la moto, todavia atenazados por lo que acababan de ver y oir, con sus cabezas dandoles vueltas y mas vueltas, girando sobre el mismo punto: Marta. En un solo dia, que aun no habia terminado, empezaba a obsesionarles.

– No es el monstruo que decian los periodicos, ?vale? -aseguro Julia.

– Estoy bastante alucinado, la verdad -confeso Gil.

– Vamos por Ursula. Si no nos cuenta algo, te juro…

– ?Vas a obligarla?

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