Gil no reparo en ese detalle. Volvia a mirar las fotografias, especialmente la del padre de Marta.

Era el momento de iniciar la retirada. Se arrepintio de haber llamado.

– Te dejo, que nos traen ya la cena.

– ?Hala, diviertete y no te vuelvas loca con tu trabajo! -suspiro Pablo Barrios-. ?Seguro que, si te fijas bien en tu amigo, hasta lo encuentras guapo y con posibilidades!

– ?Te odio! -se despidio riendo.

Corto la comunicacion, se guardo el movil y miro a Gil, absorto en la imagen de su padre tomada subrepticiamente por Marta.

?Guapo? No se habia dado mucha cuenta de ello, y desde luego lo era. Bueno, guapo, lo que se dice guapo… Gil era interesante, resulton, con un atractivo que trascendia la simple belleza masculina.

De lo que estaba segura era de que el si estaba interesado en ella.

Mas que interesado.

Se lo notaba.

Siendo tan dulcemente timido en ese sentido…

– ?Quieres que vayamos a hablar con el padre de Marta? -su companero le interrumpio los pensamientos.

– No sabemos donde vive -se olvido de ellos para concentrarse de nuevo en el caso-; solo que se llama Jose Maria.

– Yo si se donde vive. Mira… -le puso la fotografia delante del rostro, sosteniendola con sus dos manos-. Fijate en esa hamburgueseria que hay al lado.

Ursula les habia dicho que Marta le hizo esa foto cuando el salia de su casa. La hamburgueseria de al lado se llamaba Mallorca Dosochosiete.

– ?Genial! -exclamo Julia.

– No esta mal para un detective aficionado, ?eh?

– Periodista -le rectifico ella.

Gil arrugo la cara.

– Mierda -musito.

– Venga, vamonos -se puso en pie Julia, sin tomarselo en cuenta.

– ?Ahora?

– Pasamos y vemos que tal, nada mas.

Se resigno. Comprobaron la nota y dejaron las monedas sobre la mesa. Julia se guardo la libreta de los poemas, y esta vez tambien las fotografias. Salieron a la calle poniendose los cascos y subieron a la moto sin decir nada mas. La distancia volvia a ser breve, asi que en menos de diez minutos se detuvieron frente a la hamburgueseria de la foto, que seguia tal cual, como si la imagen hubiera sido tomada el dia anterior. La puerta del edificio por la que salia el hombre estaba cerrada.

– ?Llamamos a algun piso para que nos abran? -vacilo Julia.

– Espera -Gil pulso un timbre y aguardo unos segundos, hasta que se oyo una voz. Entonces dijo-: Oiga, traigo un sobre para el senor Jose Maria.

– ?Jose Maria? ?Que Jose Maria?

– No lo se, es el nombre que pone en el sobre.

– Pues aqui no es.

Lo intento de nuevo, y en esta ocasion, al menos tuvo mas suerte.

– ?El senor Jose Maria? Sera Jose Maria Ponce, ?no?

– Si, si.

– Pues el cuarto segunda.

Le dio las gracias y eso fue todo, porque la vecina no le abrio la puerta.

Ya no insistieron mas.

Tres o cuatro minutos despues salio un hombre con un perro. Aprovecharon para colarse dentro del vestibulo y acercarse a los buzones. En el del cuarto segunda leyeron cinco nombres: Jose Maria Ponce, Agata Grabulosa, Pilar Ponce, Ignacio Ponce y Gisela Ponce. No habia ningun Jose Maria mas en los restantes buzones.

– Familia numerosa -dijo Julia.

– La oficial, si -convino Gil.

– Es inutil subir -admitio ella-, y a esta hora, menos. Ademas, no podemos preguntarle por su hija ilegitima asi, a lo bestia. No en su casa.

– ?A que hora debe de salir para ir a trabajar?

– Tendremos que madrugar, por si acaso.

Volvieron a la calle, a la moto, y comprendieron que alli terminaba su primera jornada de investigacion periodistica en torno al caso de Marta Jimenez Campos. Los dos se resistieron a aceptarlo, atrapados por el vertigo de lo que ya les dominaba la mente de arriba abajo. Gil trato de retenerla.

– ?Quieres que vayamos a cenar?

A Julia le gusto que lo intentara.

– Esta noche no, pero cuando mis padres se hayan ido y este sola, encantada, ?hace?

– Bien -acepto el.

– ?Me llevas a casa?

– Claro, mujer.

Le abanico varias veces con las pestanas, de cerca, sonriendo y mostrando una coqueteria ficticia que, sin embargo, resulto muy convincente.

– ?Puedo… -la inflexion fue definitiva-… conducir yo?

Gil le tendio las llaves, sujetandolas en lo alto por el llavero.

– Comediante -rezongo.

Julia las atrapo y se sento delante.

– ?Agarrate al casco, chico! -grito, feliz.

Capitulo 8

A salvo en su habitacion, en su hogar, rodeada por el mundo en el cual se sentia segura y protegida, Julia paso la pelicula del dia por su mente y se detuvo en algunos momentos singulares, algunas escenas puntuales, en los ecos de determinadas expresiones y en los rostros de cuantos habian conocido a Marta y ahora hablaban de ella desde la distancia impuesta por su muerte. Dejo que el bombardeo de sensaciones la azotara y la inundara hasta calarla, se impregno de la triste soledad de la senora Carmela, del miedo de Ursula, de la sinceridad de Salvador Ponsa, incluso de la fria sequedad de Paco o el desasosiego visceral emanado de la presencia del musculoso llamado Lenox. Hizo con todo una masa que trato de masticar despacio y digerir sin mas prisa que la de su inquietud. El resultado le creo aun mas incertidumbre, mas recelo, mas misterio anadido al que estaban empezando a vislumbrar.

Marta robaba recambios y Paco trabajaba en un taller.

Ursula era amenazada por el hombre del Aurora.

Marta habia llamado al senor Ponsa antes de desaparecer y ser asesinada.

?Por que?

?Que habia sucedido en su vida para llegar al extremo de que alguien se la arrebatara?

Extendio una mano y cogio una vez mas dos de aquellas fotografias, la de Marta sola y la de las tres chicas felices y sonrientes en la playa. En la primera, Marta estaba de medio cuerpo, sentada en una tumbona espantosa, de color verde, que realzaba la luminosidad de su rostro por el contraste. Tenia una media sonrisa cabalgando en su rostro diafano, los ojos medio abiertos, un mucho de ingenuidad y un poco de malicia para compensarla. Alucino por esa extrana combinacion: ingenuidad y malicia. El yin y el yang de un caracter, como la

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