– ?Que has averiguado?

– No, primero tu.

Su padre tardo unos segundos en responder. Cuando lo hizo, su voz era pausada, analitica, dominada por una calma surgida de la experiencia. Habia vivido media vida a traves del ojo de sus camaras. Habia visto medio mundo a traves de sus objetivos.

– Veo a una chica despierta, muy bella, consciente, inconsciente, mujer, nina, energica, llena de fuerza, pero tambien de desesperacion, con unas ganas tremendas de vivir y un enorme lago seco en su corazon.

– ?De veras ves todo eso? -alucino Julia.

– Si.

– Y has dicho… ?desesperacion?

– Mira esas manos -indico su padre-. Como sujeta a sus dos amigas. No se apoya, las une, las atrae hacia si misma, en una especie de equilibrio formal. No se limita a estar, las posee. Y en esa posesion reside la sintesis de su desesperacion. Hay mucha soledad en la forma, mucha intensidad en el fondo. ?Ves los dedos crispados? No existe relajamiento en ellos.

– Puede ser porque se estan riendo.

– Puede, pero mira la otra -le mostro la individual-. Esa mirada mitad cansina, mitad salvaje; esa dejadez corporal que la hace incluso sexy pese a su adolescencia. Hay mucho fuego en sus ojos, y ella misma se encarga de canalizarlo entrecerrandolos, tal vez inconscientemente. No esta sentada, ni caida en esa tumbona. Esta en un trono, aunque es posible que ni supiera tampoco eso.

– Que fuerte -reconocio Julia.

– ?Quienes son estas dos?

– Una se llama Patri, y la otra, Ursula. A la primera no la hemos encontrado. A Ursula, si. Va de siniestra.

– ?De que?

– Toda de negro, ritual satanico, calaveras y ese rollo.

– ?Esta tu amigo Gil contigo en esto?

– Si.

– Mejor.

– ?Por que?

– Acabas de empezar y ya te estas comiendo el coco.

– ?Papa!

Fue a levantarse, y entonces Valeria Rius aparecio por la puerta. Eso le detuvo.

– ?Que haceis? -se intereso la recien llegada.

– Jugabamos a colegas -respondio su marido.

– ?Puedo jugar yo tambien?

Juan Montornes le paso las dos fotografias.

– ?Que te sugiere esa cara?

– Tristeza -la madre de Julia fue rapida.

– ?Que? -ella no pudo creerlo-. ?Pero si esta riendose!

– A mi no me parece una risa, sino un grito.

– ?Por que?

– Porque le esta diciendo a la camara que quiere vivir, ser feliz, y lo hace con rabia, con… -busco la palabra.

Julia supo justo cual iba a pronunciar. La conocia. Acababa de decirsela su padre. Se estremecio al oirla.

– … desesperacion.

CUARTA PARTE

Las revelaciones

Capitulo 1

Llevaban apostados treinta minutos delante de la casa de Jose Maria Ponce, con la moto a un lado y los cascos dispuestos. Las posibilidades que tenian habian sido desmenuzadas antes:

– ?Y si va en coche y la salida del aparcamiento da a otra calle?

– Habremos perdido el tiempo.

– ?Y si coge el metro?

– Tu lo sigues y luego me llamas por el movil desde donde estes para que me reuna contigo.

– ?Y si ya…?

– Julia.

– Vale, vale.

Treinta y cinco minutos. Cuarenta. Cincuenta.

– Ese no es un currante, a no ser que trabaje al lado de casa -indico Gil-. Son las nueve menos veinte.

– ?Y si preguntamos por su numero a la Telefonica?

– Esa si es una buena idea -reconocio el-. ?Maldita sea!

Julia saco su movil dispuesta a marcar. No llego a hacerlo.

– ?Julia!

Jose Maria Ponce salia por la puerta de su casa, reconocible a pesar de que la fotografia de Marta habia sido tomada de lejos y no tenia calidad. Incluso parecia llevar el mismo traje, oscuro, regio y sobrio. Sostenia una cartera en la mano y llevaba gafas.

Quedaron tensos, a la espera de ver que hacia.

El hombre cruzo la calle, paso cerca de donde se encontraban y se metio en un aparcamiento situado a unos diez metros. Julia y Gil intercambiaron una mirada, y fue ella la que echo a andar tras sus pasos mientras el se ponia el casco, por si acaso.

Julia no estuvo en el aparcamiento ni dos minutos. Salio a la carrera.

– ?Va a salir en su coche, por aqui mismo! ?Es el unico acceso!

Se puso el casco, se monto detras de Gil y, con la moto en marcha, aguardaron a que el automovil del padre de Marta hiciera su aparicion. Cuando saco el morro y se sumergio en el trafico, se pusieron casi tras el para no perderle. Despues de todo, no tenia por que sospechar nada. El vehiculo era un BMW de lujo.

La persecucion les llevo hacia la parte norte de la ciudad, hasta la Diagonal, para luego enfilar rumbo al sur y tomar la autopista de Tarragona y Lleida. El miedo de que saliera de viaje quedo abortado casi de inmediato porque el hombre tomo el primer desvio, el que llevaba a Sant Just Desvern, que resulto ser su destino. A velocidad mas reducida, por una zona de oficinas, se metio en el aparcamiento de un edificio acristalado de color azulado y de unas cinco plantas de altura. Julia y Gil dejaron la moto al otro lado del mismo aparcamiento y esperaron a que su objetivo entrara.

– De acuerdo, vamos alla -dijo Julia, transcurridos cinco minutos de lenta espera.

Preguntaron por el en recepcion. Una morena esplendida les indico que subieran a la tercera planta. Una segunda recepcionista, esta rubia, a modo de contraste visual, e igualmente esplendida, les dijo que aguardaran en una zona reservada para las visitas. La nueva espera fue breve. Una tercera mujer, mas discreta, aunque tambien perfectamente maquillada y vestida, se les acerco con una sonrisa colgada de sus labios.

– ?Han preguntado por el senor Ponce?

– Si, queriamos verle, por favor.

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