parte masculina y femenina de todo ser humano. La ingenuidad le daba un tono de afectuoso carino, de dulzura a flor de piel. La malicia la hacia intensa, mujer pese a su adolescencia. Una combinacion explosiva, con un ligero toque sensual, con una parte de morbo anadido. Una fotografia con muchas facetas, como las caras de un diamante. En la segunda, Marta destacaba por ser la mas guapa de las tres, pero la desconocida, Patri, no le iba mucho a la zaga. Mas alta, un poco mas mujer, luciendo un tipo perfecto, su desafio en la sonrisa era mayor. En este sentido, Ursula era el patito feo, generosa de cuerpo, blanca de piel, menos risuena que las otras dos, aunque las tres parecieran igual de felices.

El ultimo verano. Nunca mejor dicho.

?Quien querria matar a una nina de quince anos, ex drogadicta, ex convicta, ex ladrona, cuando para la mayoria era un simple desperdicio social?

Solo un ser humano cuando se escarbaba un poco en toda aquella falsedad que la envolvia.

Un poco, porque en el fondo, nadie queria escarbar nunca.

Dejo las fotografias a un lado y tomo por enesima vez el cuaderno de los poemas. Habia leido un monton, dominando emociones y conteniendo amargos sentidos de culpabilidad. Tenia incluso sus favoritos. Como, por ejemplo, el ultimo, escrito el dia de su decimoquinto cumpleanos. Se llamaba asi, «15».

15, y aun espero ese sol que tanto quiero. Y ese canto que me libere del espanto. 15, y aun sueno que el amor me da el empeno. Corazon rojo que de cardeno parece roto. 15, y aun se que la vida no te da un porque. Solo grita lo que despacio te quita. 15, y aun no entiendo lo que el futuro acaba siendo. Extrana danza que arde y quema la esperanza. 15, y aun sonrio queriendo alargar el desafio. Que ni la muerte pueda darme mejor suerte.

La mayoria de las chicas escribian poemas en la adolescencia, pero estaba segura de que pocos dejaban entrever aquella honesta profundidad, ni poseian tanta brevedad en los conceptos, ni tanta fuerza en las ideas, atrapando asi los sentimientos para verterlos con sencillez sobre el papel. La frase final le hacia estremecer…

«Que ni la muerte pueda darme mejor suerte».

Hablaba del «espanto», de su «corazon roto», de «esperanza», de lo efimera que era la vida. ?Con quince anos!

Marta habia madurado a golpes.

Paso las hojas del cuaderno hacia atras. La letra era menuda pero nerviosa, legible pero voraz, con detalles con los que cualquier grafologo hubiera disfrutado, como los palos de las tes y las bes por arriba o los de las pes y las cus por abajo, los finales de las aes o las sinuosas curvas de las eses.

Iba a leer otro de sus poemas favoritos cuando llamaron a la puerta de su habitacion. Tuvo tiempo de cerrar el cuaderno, pero no de guardar las fotografias. Su padre aparecio por el quicio.

– Pensaba que ya dormias -dijo-. Iba a apagar la luz.

– Ven, pasa -le invito.

Juan Montornes obedecio a su hija. Llego hasta la cama, donde estaba sentada en cuclillas y descalza, y se coloco a su lado. Julia le enseno las dos fotografias en las que aparecia Marta. La de su padre quedo a un lado, junto al cuaderno.

– ?Que te dice esta cara? -le pregunto.

– Que es una chica preciosa -reconocio el.

– Eres fotografo. Sabes reconocer el alma de una persona a traves del objetivo. Dime que ves en ella.

– ?Quien es?

– Aqui tenia catorce anos.

– ?Tenia?

– Es la chica de mi trabajo -le costaba llamarla asi, pero supuso que era necesario para tranquilizar a su padre.

– ?De donde las has sacado?

– Me las ha dado su abuela -mintio.

Juan Montornes ladeo la cabeza. Hizo un silencioso gesto de reconocimiento, y continuo pendiente de aquellas sonrisas, la que compartia con sus dos amigas y la de la imagen en solitario.

– ?Como se llamaba?

– Marta.

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