Como llegar a las puertas de la muerte sin soltar el ultimo apice de vida, asomarse al mas alla y regresar.
– Vamos, debes prepararte -la tomo del brazo.
– ?Como he de hacerlo?
– Esta noche cenaras copiosamente. Tu ultima comida en tres dias. Yo preparare la mezcla. Ahora debemos buscar las plantas y los hongos. Debes cortarlos tu, con tus manos. Ven.
Caminaron por la montana. Todo lo que sabia del peyote era lo poco que habia estudiado al conocer los origenes de su madre, que para los huicholes formaba parte de su vida y sus creencias. Tomarlo era como tomar cafe en el resto del mundo. Y su abuela hablaba de mezclarlo con otras plantas para llevarla mucho mas lejos que una simple alucinacion ritual. Las seis plantas psicotropicas mas conocidas, en lengua
Encontraron uno con siete gajos.
– Toma mi cuchillo -le tendio una vieja hoja de metal-. Y corta como yo te diga.
Se lo indico, a ras de tierra, para no matar las raices.
Joa lo hizo despacio, impresionada por lo que estaba iniciando, pero sabiendo que ya no habia vuelta atras.
– De acuerdo -su abuela guardo el peyote-. Vamos, aun nos quedan mas plantas que buscar.
Continuaron andando montana abajo.
Los ojos de la anciana recorrian la tierra desde la distancia, capaces de ver una hormiga en mitad de la nada.
28
La preparacion de la mezcla duro mas de dos horas.
Joa la vio cortar, calentar, medir, preparar y
Un «viaje» con una dosis baja se llevaba a cabo con una o dos cabezas de peyote. Un viaje con una dosis media se realizaba con un minimo de tres y un maximo de seis. El viaje largo era a partir de las siete cabezas y podia durar diez horas.
Siete era el numero depositado en la mesa. Su abuela le habia hablado de tres dias. Quiza un infierno.
Cuando la mezcla quedo finalizada la vertio en un cazo. Tenia un color pardo, como de tierra enfangada. Joa sintio una arcada pero no dijo nada. Quedaba la parte mas ritual del proceso: el sacrificio. Su abuela salio del tipi y regreso con una gallina. La coloco en sus manos sin decir nada.
Comprendio que tenia que matarla.
Y lo hizo.
Vencio otra arcada, sobre todo al ver caer la sangre. No le sorprendio descubrir un atisbo de sonrisa en los labios de la anciana. Pero ella no dijo nada. Se limito a desplumarla y cocinarla, junto a una gran variedad de platos, tortillas de maiz, frijoles, arroz y agua. Mucha agua.
Para cuando la cena estuvo preparada, anochecia.
– Nos queda una hora de luz -la aviso.
– ?Sera esta noche?
– Si. Es importante escoger cuidadosamente la hora. El final de la tarde o ya entrada la noche es lo mas adecuado.
Joa comio, hasta hartarse, y mas.
– No puedo… -hizo un conato de rendicion.
– Come.
– Abuela…
– Come -lo dijo sin admitir la menor replica.
– ?Es para que este fuerte?
– Vomitaras esta comida -la voz de la anciana estaba revestida de un climax solemne-. Cuanto mas comas, mas te limpiaras al vomitarla, porque expulsaras tus demonios, te purificaras. Entonces deberas tomarte el peyote y lo que te he preparado para potenciar su efecto. Siempre es mejor hacerlo en ayunas. Esto no es lo que en tu mundo llamais «viaje». Es mucho mas, Akowa. Esto es el gran transito.
– ?Donde estaras tu?
– Cerca, pero no a tu lado. El viaje es individual y solitario.
– ?Tres dias?
– Probablemente. Llegado el caso, si no vuelves de tu estado, te ayudaria, no te preocupes.
– ?Alguien ha muerto con esto?
– No.
– ?Entonces por que es peligroso?
– No se teme lo que se ignora. Cuando regreses lo conoceras. Puede que te ayude. Puede que te haga dano. Puede iluminarte o hundirte. Depende de ti, de lo que veas, lo que sientas, lo que interpretes y como te lo tomes.
Se termino lo que tenia en el plato. Estaba a punto de reventar. Incluso temio vomitar aquella enorme ingesta de comida antes de lo anunciado. Al ponerse en pie su abuela le dibujo la cara con trazos simbolicos. Despues bailo unos instantes a su alrededor utilizando los
Cuando se cree en algo, con firmeza, y esa creencia procede de cientos, miles de anos en el pasado, reirse es un sacrilegio.
Por fin, la tomo de la mano.
– Vamos, Akowa.
Recogieron el cazo, el peyote, un tapiz, una manta, una toalla y una vela, y salieron al exterior.
No le pregunto nada. Sabia adonde se dirigian. En la Montana de la Luna se abrian las cuevas que, en otro tiempo, habian servido de refugio a sus antepasados. No eran profundas, pero si singulares, de rocas pulidas, vias de agua para beber, al abrigo de frios o calores, como si contuvieran un microclima unico y especial. Un lugar ideal para dejarla sola.
Llegaron con la ultima luz del dia, a un paso de la noche, y se adentraron en una de ellas, escogida de forma deliberada por su abuela. No penetraron mucho en su interior, apenas unos diez metros. No hacia frio, no hacia calor. La mujer prendio la vela, tendio el tapiz en el suelo y dejo el cazo y el peyote encima. Luego coloco la manta doblada, la toalla a un lado y se arrodillo. Joa hizo lo mismo. De los labios de la chaman fluyo una letania monotona que recito con las manos extendidas por encima del tapiz, a medio metro de altura. Se inclino para