– No puedo -les dijo-. He de seguir. Busco a mi madre.
Al decir la palabra, el jardin se desvanecio.
En su lugar aparecio un desierto, una tierra yerma aplastada por un cielo de color violaceo que, poco a poco, muy despacio, fue curvandose sobre si misma hasta convertirse en un pequeno planeta. Se sintio igual que el Principito.
No le gustaba estar alli, asi que se lanzo al vacio de un salto.
No volo, pero tampoco cayo.
Continuo flotando, por el espacio, mientras otros mundos surgian aqui y alla y de alguna forma la reclamaban lo mismo que las sirenas a Ulises en su viaje. Mundos muy bonitos. Mundos en los que vivir y olvidarse de todo.
– ?Joa!
Era David. Le tendia la mano.
Le sonrio desde la distancia, llego a extender la suya y se rozaron, pero eso fue todo. -Ahora no -le dijo.
Ahora no. ?Significaba que habria un despues?
Se echo a reir mas feliz de lo que nunca lo habia sido y continuo aquel viaje alado por las riberas de un espacio tachonado de estrellas. La sinfonia cosmica formaba un pentagrama en el que los planetas eran notas y ella la interprete de su musica. La cancion ya no era suya, era de ellos. Una catarsis sonora tan envolvente como maravillosa.
Miro hacia atras pero ya no vio a David. Estaba sola. 0 no.
La silueta de la nave espacial surgio a su izquierda. Primero fue un puntuo, despues una estrella plateada, finalmente un cohete. Se detuvo frente a ella y se abrio una escotilla por la que salio un astronauta. No le veia la cara porque su casco tenia una visera opaca. La voz de un hombre aparecio en el ordenador de su mente.
– ?Quien eres?
– Busco a mi madre.
– No la encontraras aqui -manifesto el astronauta.
– ?Donde pues?
– Aqui no hay tiempo, solo espacio. Debes volver al lugar en que tus gritos puedan ser oidos.
– ?Que lugar es ese?
– El dolor.
– Pero…
El astronauta regresaba a su nave.
– ?Espera!
– Es tu dolor, no el mio -se despidio de ella.
Antes de que pudiera darse cuenta ya no estaba alli.
Joa se sintio perdida.
Continuo flotando. Un segundo. Un minuto. Una hora. Un dia. La oscuridad que la rodeaba se hizo mas densa hasta que a lo lejos diviso otro planeta y al acercarse a el lo reconocio.
La Tierra.
Busco America, Mexico, el oeste, Sierra Madre, y descendio sobre el horizonte de los huicholes para volver a casa. Desde el aire diviso su destino, la Montana de la Luna y las cuevas. En una de ellas estaba su cuerpo, asi que fue a por el.
Al entrar en la cueva se vio a si misma. Levitaba. A un palmo del suelo, horizontal, boca arriba.
Se acerco despacio y se contemplo con curiosidad. Su rostro era placido. Se toco con un dedo y su otro yo se estremecio. Repitio el contacto y el estremecimiento se hizo agitacion. Entonces ya no espero mas y penetro en su cuerpo.
El dolor estaba alli. Fuerte, intenso, agudo. Un dolor tan poderoso que la hizo llorar. Intento salir de nuevo pero ya no pudo. Su cuerpo era una carcel. Lo golpeo desde dentro y no tuvo mas remedio que adaptarse a el, dejar que la cubriera como un guante. Abrio los ojos y cayo al suelo al concluir abruptamente la levitacion.
?Habia terminado el efecto del peyote y la mezcla hecha por su abuela?
Se miro las manos.
Seguia desnuda.
El dolor la abraso entonces por dentro, primero la cabeza, despues el corazon, finalmente el cuerpo. Una arcada que parecia surgir de lo mas profundo de su ser le arranco las entranas y las llevo hasta su boca. Creia que volveria a vomitar bilis, pero lo que salio de sus labios fueron ninos, cientos, miles de ninos. Vomitaba ninos pequenos, diminutos, y los veia ahogarse entre ellos mismos mientras luchaban por sobrevivir. Intento cerrar la boca sin conseguirlo. Salieron mas y mas ninos, de ambos sexos. Lo peor eran sus miradas, de odio, como si la culpa fuera de ella.
No queria matarlos.
Ni siquiera sabia que los llevaba dentro. Al detenerse el flujo se levanto y echo a correr. Salio de la cueva.
A los pocos pasos sus pies se hundieron en la tierra y comenzaron a echar raices. Sus manos se convirtieron en ramas. Sus dedos en hojas. Ya no le dolia. Volvia a encontrarse bien y en paz. Desde su nueva posicion vio como el tiempo se aceleraba. Dias, noches, dias, noches, sucediendose a velocidad de vertigo. Semanas, meses, anos. Y ella continuaba siendo un arbol que crecia alto y hermoso.
Sin prisa.
El ultimo dia vio la nube.
Sabia que lo era porque ya habia crecido y madurado como arbol.
La nube fue blanca y algodonosa primero. Gris y desvaida despues. Negra y poderosa por ultimo. Abrio sus compuertas y millones de gotas de agua saltaron de su interior con absoluta disciplina. Un ejercito victorioso. Una lluvia refrescante. Se lleno el rostro de agua y para cuando el rayo atraveso el cielo estaba dispuesta.
El rayo la arranco de cuajo, separandola de la tierra en la que habia echado raices.
Volvio a convertirla en una mujer. Su luz permanecio en su mente. Una luz fuerte, tan poderosa, que cuando se concreto una apariencia humana a ella le costo mirarla. Hasta que la reconocio.
– Mama… -suspiro Joa.
31
Hola carino. Su voz, su tacto,su olor.
– Mama!
– ?Como estas, Joa?
– Bien, ?bien! ?Oh, mama, ha pasado tanto tiempo! Esto… -miro a su alrededor-, ?esto es real?
– ?A ti que te parece?
– Si.
– Entonces lo es. Si lo has deseado con todas tus fuerzas, es real.
– ?Donde estas?
– Aqui. Nunca me he ido.
– Llevamos anos buscandote.
– No mirabais donde debiais.
– ?Estas muerta?
– No, su sonrisa se acentuo.
– ?Por que no vuelves?
– No es el momento.
– ?Cuando lo sera?
– Pronto.
– ?Cuando es pronto?
– Hay un orden celestial, un equilibrio. Formamos parte de el. Somos instrumentos sujetos a los avatares del