vulnerable. Si te entregas, hazlo porque lo deseas.
– ?Entregarme?
– Tus ojos te traicionaron desde el primer dia que llegaste.
– No es posible -apenas si pudo hablar.
– Vi esa expresion en tu padre cuando llego aqui, y en tu madre al sentirla. No puedes renunciar a ella, pero si ser cautelosa.
?Como se llegaba a la cautela con todo lo que le estaba sucediendo?
– Ahora salgamos -corto la conversacion su abuela-. Tenemos un invitado y nos debemos a el, ?verdad?
No estuvo a solas con David durante el resto del dia. Prepararon la comida y comieron. Caminaron por los alrededores y la vieja Wayankawe le hablo al recien llegado de cuanto quiso, de los huicholes, su pasado, su gloria, su irreductible independencia indigena. Por la tarde se mezclaron con los miembros de la comunidad. Las jovenes le miraban, sonreian y apartaban los ojos tan coquetas como avergonzadas. Los jovenes continuaron contemplandola a ella, arrobados. Algunos se atrevieron a tocarle el rojizo cabello, impactados por su color natural. Por la noche estaba de nuevo rendida, pero hubo una cena, una fiesta de despedida. Una hoguera, danzas, un ceremonial puro. Se marchaban al salir el sol.
– ?Adonde iremos manana? -parecio despertar el de pronto.
– He de hablar con una hija de la tormenta.
– ?Por que?
– Le pregunte a mi madre si ellas tenian respuestas, y me dijo que si, pero que todavia no lo sabian. Quiza sea el momento.
– ?Y si no es asi?
– Volveremos a Palenque. La clave ha de estar alli. Si tiene que ver con el fin del Quinto Sol maya nos queda muy poco tiempo.
– ?Que mas te dijo tu madre sobre las hijas de las tormentas?
– Que tenia que hablar con una para llegar hasta ella.
– Entonces iremos a Medellin. Aquella noche, en el Xibalba, antes de que escaparas, te dije que era la mas asequible y que te llevaria si eso era lo que te dictaba tu instinto. Si llegamos a Guadalajara a mediodia o primera hora de la tarde, tal vez podamos encontrar un vuelo a Bogota, directo o via Mexico.
Ya no hablaron mas del tema.
Dejaron que la fiesta los envolviera sabiendo que posiblemente eran sus ultimas horas de calma antes de lo que se les venia encima.
La noche era hermosa.
La vida, detenida por unas horas, era hermosa.
Y cada vez que sus ojos se encontraban, lo era mas.
Sobre todo si no pensaban en el manana.
Cuando se acostaron, las dos en el tipi y David en el todoterreno, Joa ya no pudo dormir.
Al salir al exterior, minutos despues de dar la enesima vuelta en su jergon, el tambien estaba despierto, con su silueta recortada en la noche bajo la luna, igual que un espectro.
Se detuvo a su lado, amparada en el silencio. Hubieran podido mecerse en el sin mas, hasta la salida del sol.
– ?Estas bien? -lo rompio David.
– Ahora si.
– Gracias. -?Por que?
– Por dejarme ver esto y formar parte de ello -abarco las tierras sagradas de los huicholes.
– ?Puedo hacerte una pregunta?
– Claro.
– ?Quien eres?
Lo medito un breve intervalo de tiempo, con la cabeza baja.
– No mucho mas de lo que ves -se encogio de hombros-. Salvo por el hecho de que tengo un sueno y creo en el.
– ?Ellos? -Joa miro al cielo.
– Ellos -suspiro David.
Le paso un brazo por encima de los hombros y la atrajo hacia si. Ella no se resistio, al contrario. Necesitaba ese contacto, el roce de sus pieles. Lo esperaba. Lo deseaba. Aun asi no hizo nada por abrazarle o corresponderle. Se quedo quieta. Como dos amigos unidos por el destino.
David contemplo su rostro lateralmente unos segundos.
La beso en la frente. Solo eso.
Joa cerro los ojos. Quiza deseara algo mas, otra clase de beso. Quiza no. No lo supo. Ni quiso averiguarlo. David ya no se movio durante un minuto, dos, tres.
A su termino, ambos si lo hicieron, al unisono. Como si fuera el fin de un sueno, o una pausa dentro de el.
– Buenas noches -le deseo el guardian.
– Buenas noches -sonrio ella agradeciendoselo.
Una gratitud superior a sus palabras y que se referia en exclusiva a lo que acababa de suceder entre los dos y mas aun a lo que no habia sucedido.
34
Al amanecer, la despedida fue emotiva. En lo primero que penso Joa fue en que, tal vez, aquella fuese la ultima vez que la veia. Era tan anciana… A pesar de su magia, su chamanismo, su fortaleza indigena.
La abrazo y la beso, tratando de no llorar.
– Gracias.
– Tu viniste, tu hiciste el viaje al umbral cosmico, tu luchaste por tu destino.
– Sin ti no lo habria logrado.
– Explora en tu interior, Akowa -la anciana sujeto su rostro entre sus manos de corteza de arbol-. No renuncies a nada, aceptalo, vivelo. Los dones son regalos. Tu eres hija de las estrellas y eso te hace unica, no para que vivas con miedo, sino para que luches con orgullo.
Beso de nuevo aquellas mejillas aradas y aquella frente atravesada por los caminos del tiempo.
Luego, su abuela se dirigio a David.
– Ella es mas fuerte que tu -le dijo-, pero aun no lo sabe y te necesita. Deberas darle tu energia para completar la suya si es necesario.
– Lo hare, senora.
– Ahora marchaos en paz.
Entraron en el todoterreno. Joa introdujo su mano derecha en el bolsillo del pantalon y apreto con fuerza la piedra de cristal rojo con la que fue encontrada su madre. Una corriente electrica la vivifico.
Si ella era hija de las estrellas, aquella especie de cristal pertenecia a su origen.
– Arranca, por favor -le pidio incapaz de dominar el nudo de su garganta.
David lo hizo. Puso la primera y el coche inicio el descenso traqueteando por encima de las irregularidades del terreno. El pueblo entero ya estaba en pie. Muchas manos se alzaron para saludarlos y despedirlos. Algunos ninos corrieron junto al vehiculo para sentir la sensacion de formar parte de algo novedoso en sus constantes vidas carentes de mayores emociones. David introdujo la segunda y se alejaron a mayor velocidad.
El pueblo quedo atras en medio de una nube de polvo.
Descendieron por la ladera de la montana y la meseta bajo un silencio cargado de dolor. Y fue en el momento en que el sol emergio por detras de la montana, con su fuerza y su fuego espectacular, casi cinco minutos despues de la partida, cuando Joa se lo pidio.
– Para.